sábado, 23 de octubre de 2010

Bucareli 1923

Recopilado por Juan Ramon Jimenez
Economista de la UNAM
Con estudios en Chicago, New York y San Antonio
Premio Nacional de Periodismo de Investigacion 2003
Club de Periodistas de Mexico
Candidato Ciudadano a Gobernador de Coahuila en el 2006

Presentamos copias de las páginas, de la 216 a la 237, con la interesantísima cuanto AUTORIZADA exposición que hizo aquel limpio y honesto revolucionario, Adolfo de la Huerta, a la sazón Secretario de Hacienda, sobre LOS TRATADOS DE BUCARELI, en donde condena tan bochornosos convenios y califica sin ambages a Álvaro Obregón de TRAIDOR A LA PATRIA, llegando a gritárselo en su propia cara. El contexto fue que dichos Tratados tenían como objetivo echar abajo el articulo 27 de la Constitución, terminar con los impuestos a la producción y exportación de petróleo que primero Limantour (Secretario de Hacienda de Porfirio Díaz), luego Madero y finalmente Carranza le impusieron a las petroleras asentadas en la Faja de Oro, que tenia como ciudad principal a Tampico, Tamaulipas. La firma de dichos tratados, significó la muerte de Francisco Villa, que fue una condición de la Comisión Negociadora de los Estados Unidos, pues temían que el Centauro del Norte, abandonara su pacifismo y se uniera a la Rebelión Delahuertista. Cárdenas participó en la conspiración contra Carranza quien fue asesinado en 1920 por Herrero, con las ordenes de los altos mandos militares encabezados por Álvaro Obregón y con el dinero de las petroleras extranjeras, inmediatamente después del asesinato de Carranza vinieron en 1923 los Acuerdos de Bucareli en donde Álvaro Obregón cedió en todo a las peticiones de las petroleras, es decir derogó los impuestos que le había aplicado Carranza a las petroleras, se comprometió a no aplicar el artículo 27 constitucional durante 50 años, que los ingresos de exportación se dedicaran a indemnizar a las familias extranjeras de nacionalidad estadounidense y británicas que habían sido afectadas por la revolución y el resto para el pago de la deuda extranjera yen los protocolos secretos de dichos acuerdos se comprometía a no extraer el gas natural de los yacimientos de la zona fronteriza con Texas ( la Cuenca de Burgos). La producción petrolera se quintuplicó entre 1924-1927 y ya en 1930 la Shell había descubierto el giga-yacimiento Poza Rica que duró hasta el año de 1968 y que tuvo una producción acumulada de 961 millones de barriles.



El documento arriba esta signado por el Teniente Coronel Lázaro Cárdenas y se le envía a Rodolfo Herrero a Villa Juárez, Puebla... y en el se dice textualmente........”Lo saludo afectuosamente y le ordeno que inmediatamente organice a su gente y proceda desde luego a incorporarse a la comitiva del Señor Presidente Carranza ; una vez incorporado, proceda a atacar a la propia comitiva, procurando que en el ataque que efectúe sobre esos contingentes, muera Carranza en la refriega, entendido que de antemano todo está arreglado con los altos jefes del Movimiento y, por lo tanto, cuente Ud conmigo para posteriores cosas que averiguar.........como siempre, me repito su atento amigo, compañero y SS...firma Lázaro Cárdenas...”

LOS TRATADOS DE BUCARELI.


Tema ha sido este para muchos y muy diversos artículos periodísticos en los que se ha expresado, desde la condenación más absoluta y severa fundada en sentimientos de patriotismo, dignidad nacional y honradez, hasta el aplauso desvergonzado de los remanentes de un régimen culpable de grave error.

Y entre uno y otro extremo, ha habido apreciaciones más o menos justas, más o menos bien intencionadas, pero en la mayor parte de los casos desorientadas, ya sea por la pasión política, ya por la falta de conocimiento de la naturaleza intima de esos bochornosos convenios, ya por una errónea valorización de lo que significa la soberanía de una nación.

Escritos ha habido que nos han hecho pensar que hay escritores que tienen un concepto elástico del decoro y la honradez; elasticidad que es para nosotros inaceptable y que es tan solo un paliativo de quienes pretenden ser benévolos con los prevaricadores o están desorientados porque juzgan de hechos pretéritos, que se han mantenido en la sombra del cuasi-secreto y que solo han trascendido en perfectamente al conocimiento del público.

No es nuestro propósito hacer en este libro un análisis de los fatídicos convenios o tratados; nos limitaremos, por el momento, a señalar de manera sencilla y clara las limitaciones de tales arreglos son violatorios a nuestra soberanía nacional y por ende, inaceptables. Y que no se argumente, como se ha pretendido, que el sacrificio que ello implicó estaba justificado por el fin que se perseguía, que era el de obtener el reconocimiento de los Estados Unidos, pues ya se ha visto que tal reconocimiento estaba de hecho prometido por conducto del señor De la Huerta, SIN TRATADO NI CONDICIÓN PREVIA.

Es decir, que lo que honorable y dignamente había conseguido ya don Adolfo de la Huerta, fue desecho para sustituirlo por un convenio el cual se compraba el reconocimiento al precio de nuestra dignidad, nuestro decoro y nuestra soberanía nacional.

Pani, que fue el genio maléfico detrás de esa maquinación, logró deshacer el casi hecho acuerdo de los Estados Unidos, conseguido por lo visita del señor De la Huerta a Washington; convenio que dejaba inmaculada nuestra dignidad nacional y ponía una aureola de gloria en la cabeza del patriota gestor.

Y para sustituir aquellos arreglos hechos ya casi por conducto de un hombre patriota y honrado. Pani insinuó, sugirió y piloteo los arreglos de Bucareli, que dejaron nuestra dignidad nacional muy mal parada, que dieron a los extranjeros derechos que no tenemos los nacionales, que en una palabra, trajeron una hola de bochorno sobre nuestro infeliz país, pero dejaron satisfecha la asquerosa vanidad y la envidia de uno, los celos políticos del otro, y sobre la cabeza de ambos, el eterno oprobio de quienes vendieron los intereses patrios confiados a sus pecadoras manos para satisfacer pasiones despreciables.

Y no quiero extender más el comentario personalísimo mío que constituyen las anteriores líneas.

Dejo nuevamente la palabra al patriota ecuánime y bondadoso que sin el apasionamiento que yo no puedo reprimir, nos ha de relatar todo lo que es poco sabido o totalmente ignorado, de esa fase importante de nuestra historia patria.

“A principios del año de 1921, una tarde recibí aviso del general Obregón llamándome para concurrir al castillo de Chapultepec. Acudí y me encontré ahí con el general Calles, que entonces ocupaba la cartera de Gobernación. Obregón nos dijo:

“Los he citado para tratar un asunto de trascendencia: el gobierno americano propone la designación de dos comisionados americanos para que con dos comisionados mexicanos nombrados por nosotros, discutan, aquí en México, los asuntos pendientes entre los dos gobiernos, los daños causados por la Revolución a los intereses americanos y la forma en que ha de desarrollar la política el gobierno de México a esos mismos intereses.

“Inmediatamente rebatí la proposición diciéndole que era inconveniente que les concediéramos derechos extraterritorialidad a los extranjeros par que vinieran a juzgar nuestros actos relacionados con ellos y determinar la justicia que a ellos les asistiera. Que por ningún concepto deberíamos aceptar la intromisión de elementos extraños en nuestra política para definir nuestros actos en ese campo y que debía rechazarse inmediatamente la proposición.

“Calles oyó circunspecto mis argumentos, y luego dijo: - “tiene razón Adolfo y debemos desechar esa proposición. ¿Quién te la trajo?

“El ingeniero Pani – contestó Obregón- “pues despecha a Pani con cajas destempladas y dile que ya no somos de los suyos- “vamos” – dijo Obregón- a buscar la manera de rechazar esto sin lastimarlos porque parece que vienen de buena fe.

“Sí –conviene-, no creo que haya mala fe; lo que hay es desconocimiento de nuestras leyes. Ya en la época de Venustiano Carranza se me presentó un caso análogo a este, por eso no tuve necesidad ni de pensar sobre el particular.

Y le referí a grandes rasgos el decreto del 10 de mayo de 1913, derogado por Carranza por las objeciones que en el mismo sentido le presenté, diciéndole que era el sentir de los Sonorenses que no debería sustituirse la Comisión Nacional de Reclamaciones establecida en la época del señor Madero por las Comisiones Mixtas a que se refería el decreto de 10 de mayo de 1913 que, al derogarlo en declaraciones que les hizo a dos corresponsales extranjeros, motivó una de las reclamaciones que vino a presentar el Dr. William Bayard Hale en Nogales, a fines de 1913, actuando como comisionado personal de Wilson.

“Así se deshizo el primer intento de formar las comisiones mixtas, pero posteriormente, cuando yo había regresado de firmar los arreglos con los banqueros internacionales relativos a nuestra deuda y que fueron conocidos por convenios Lamont-De la Huerta, después de haber visitado Wasington por expresa insistencia del presidente de los Estados Unidos y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país para que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento, y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país par que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento y habiendo conseguido éxito completo, según refiero en otro lugar, me fui por tres días a mi Estado de Sonora y estando allá, leo en la prensea que el plan primitivamente propuesto por Estados Unidos y que se desechó después de aqulla conferencia en Chapultepec, volvía a revivirse para sustituir los arreglos que yo había hecho y lograr así Pani salirse con su propósito de llevar a cabo el plan que rechazamos Calles y yo.

“Inmediatamente puse a Obregón un telegrama de protesta por lo indebido del camino que se tomaba, más cuando ya estaban fijadas las bases, después de mis entrevistas con Harding y con Hughes sin tratado previo y sin necesidad de incluir en el mismo cláusulas como las incluidas después en los Tratados de Bucareli, que echan por tierra todas las instituciones en lo que se refiere a los extranjeros. Dos telegramas más envié a Obregón y éste, finalmente, me contestó diciendo que posiblemente había cometido un error, que me trasladara rápidamente a México para conferenciar con él.

“Cuando llegué a México, me encontré con Obregón aparentemente preocupado. Me dijo:

-“He tomado nota de tus aclaraciones. ¿Cuál es, en tu concepto, la solución a esta situación?

-“Pues he pensado mucho en todo el camino y creo que una vez ya embarcado en este asunto, comprometido a que vengan esos señores a cambiar impresiones contigo (me refería yo a Warren y Payne), los trates con toda clase de cortesías, como si fueran dos periodistas que viniesen a inquirir sobre nuestra situación y que tú les dieras declaraciones interiorizándolos de las razones que se han tenido para legislar en la forma que ha legislado México y cómo van a sostenerse nuestros principios y nuestras leyes. Que Paní se encargue de atenderlos, organizarles sus fiestecitas y después despacharlos con viento fresco: porque no creo conveniente que estos señores vengan a inquirir sobre nuestras leyes, a dictarnos condiciones y menos a formalizar arreglos que vengan a constituir, al protocolizarse, el tratado previo que es de lo que me defendí tanto en mis pláticas con Harding y con Hughes.

“Obregón aceptó el plan y me dijo:

-“Así lo haremos; puedes estar tranquilo y yo procuraré sostener la misma tesis que tú sostuviste en Washington.

“Tranquilizado, me dediqué a mis trabajos en la Secretaría de Hacienda que, después de los arreglos de la deuda pública por cinco años, me daba el contrato de 16 de junio, para organizar nuestras finanzas y hacer las proposiciones para el banco que había tratado con los banqueros europeos y americanos; proponer ya otro plan para la conversión y consolidación de nuestra deuda pública; y dejé a aquel par de señores que trataran con los comisionados que se habían nombrado aquí, que eran González Roa y Ross, dirigidos por Pani.

“Las primeras pláticas y conferencias (según me di cuenta después) iban bien encarriladas, defendiendo los puntos de vista que yo mismo había defendido en los Estados Unidos y sosteniendo nuestra legislación y tratando de que esos señores no interfirieran con nuestra política interna. Sin embargo, por las aclaraciones que les hacían se veía ya cierta supeditación, porque, sin tener derecho para ello, hablando en forma dura respecto a la legislación mexicana, orientaban (Warren y Payne) la política hacia las conveniencias de ellos.

“Pasó algún tiempo; creí que ya estaban próximos a retirarse, cuando me enteré por la prensa de una gran recepción que se organizaban en honor de ellos y que, entrevistados estos delegados americanos, dijeron que todavía tenían materia para tratar por un mes más. Me llamó la atención todo aquello, pero sin darle mayor importancia, esperé el desarrollo de los acontecimientos con la mente ocupada en los asuntos aquellos trascendentales que yo tenía a mi cargo.

“Ya en el mes de agosto de 1923, se me acercó el general Ryan, que era, además de presidente de los petroleros, representante personal de Mr. Harding; es decir, lo había sido y creo que continuó siéndolo de su sucesor Mr. Coolidge. Se me presenta, pues, el general Ryan diciéndome:

Ya se terminaron los arreglos y ya están firmadas las actas.

“Obregón se había comprometido conmigo a que no se firmara nungún documento y que fueran únicamente declaraciones que se les hicieran a estos señores tratándolos como si fueran periodistas. Ese había sido el acuerdo. Así es que, al decirme el general Ryan que ya estaban firmadas las actas, me vino honda preocupación.

-“ ¿Cómo las actas, general?

-“Si; las actas en las que se estipulan las condiciones dentro de las cuales va a encauzarse la política de México.

“No quise prolongar más la conversación; no quise comunicarle mis impresiones ni hacer comentarios. Me excusé, y ya nervioso, fui a ver al general Obregón, diciéndole:

“Oye, Álvaro, me acaban de informar que se han firmado actas en las conferencias de Warren y Payne con González Roa y don Ramón Ross, dizque dirigidos por Pani – pues esa aclaración me la había hecho el general Ryan.

“No –me dijo-, te han engañado. Únicamente se hicieron unos memoranda para que resultaran iguales las declaraciones que vamos a hacer aquí y las que han de hacerse en los Estados Unidos.

“Hombre –repliqué- me tranquilizas, porque me había yo alarmado.

“No hay por qué; te han engañado; no hay tales actas.

“Di media vuelta, pero se me ocurrió solicitar de él que se me enseñaran los memoranda esos.

“Yo le diré a González Roa – me contestó – que te mande una copia.

“Me vine pensando porque noté algún desconcierto en Obregón. No me pareció que me estaba diciendo la verdad; la conocía muy íntimamente y al llegar a mi oficina llamé a mi secretaria particular Julieta Tovar y le dije: “Julieta, se me va inmediatamente en su automóvil a ver a González Roa y le dice que con autorización del presidente de la República, o por acuerdo de él, como le parezca a usted mejor, me envíe una copia de todo lo que se ha hecho en las conferencias”.

“Se fue Julieta y volvió con las copias de todas las actas que se habían firmado. Comencé a leerlas y al principio un poco tranquilo porque veía que no era mala la orientación; pero a medida que adelantaba veía como iban perdiendo terreno los nuestros y cómo los delegados Warren y Payne iban imponiéndose y nulificando toda nuestra legislación, declarando además que el artículo 27 no se iba a aplicar retroactivamente y que los americanos se reservaban el derecho de recurrir al amparo diplomático, cuando el artículo 27 establece que todo propietario en México, en cuestiones de tierras, renuncia a la protección de su país y todas las irregularidades que contienen los arreglos, además de que protocolizado todo eso ya venía a constituir el tratado previo que yo había conseguido no celebrar en mis pláticas con Harding y con Hughes y volvía así a imponérsele a México la condición de un tratado para que pudiese ser reconocido, tratado en el cual estaban estipuladas todas esas cláusulas que vulneraban nuestra soberanía y afectaban nuestra legislación al grado de que echaban por tierra nuestra Constitución. De hecho no quedaba ya la Constitución rigiendo para los extranjeros”.

Y aquí es oportuno reproducir algo publicado hace pocos años y que confirma las palabras del señor De la Huerta:

RECUERDOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA *

CAPITULO XXVI





Por Fernando López Portillo, que fue secretario particular del extinto divisionario sonorense Arnulfo R. Gómez.

LOS TRATADOS DE BUCARELI

CONTINUAN las sensacionales revelaciones del señor don Adolfo de la Huerta, tomadas de sus “Apuntes personales”.

Dicen así:

“Después supe –porque me lo refirió Froylán C. Manjarrez en Tabasco- que Martín Luis Guzmán, con interés periodístico, tomó la copia de mi renuncia que había dejado en mi casa, adonde frecuentemente llegaba de visita, y la insertó en su periódico.

“Esta –llamémosle indiscreción de Martín Luis Guzmán- hizo creer a Obregón que yo, faltando a mi palabra empeñada con él, había dado a la publicidad aquel documento, y de allí su resolución de no aceptar la conferencia que se proyectó en El Fuerte.

“Ya separado de la secretaria recibí aviso anticipado de los ataques que en mi contra preparaba el general Obregón y que aparecieron en los primeros días de octubre, antes de que yo aceptara mi candidatura para la Presidencia de la República”. Firmando: Adolfo de la Huerta.



El licenciado Aarón Sáenz, refiriéndose a las declaraciones anteriores del señor De la Huerta, y haciendo referencia a unos mensajes cambiados entre Secretario de Hacienda, Sr. Don Adolfo de la Huerta, y el presidente Obregón, relacionados con los convenios de Bucareli, manifestó: “que hay suficientes documentos oficiales que con su solo sereno análisis y conocimiento, bastaría para colocar a cada quien en la situación de responsabilidad que puede corresponderles en su actuación pública en relación con tan trascendental problema”.



“Aún cuando los mensajes correspondientes tuvieron el carácter de confidenciales, por tratarse de un debate de interés histórico que importa fundamentalmente sea conocido por la opinión pública mexicana, considero que deben ser publicados, ya que esto facilitará una orientación completa sobre este importante tema”.



El licenciado Sáenz se refiere al mensaje que el señor De la Huerta, que fue Secretario de Hacienda, en el gabinete del Presidente Obregón, dirigió al expresado presidente, “dándole a conocer sus puntos de vista sobre la conveniencia de la celebración de dichas conferencias, al conocer por medio de la prensa americana, que informó sobre “puntos que trataranse en conferencia México-Americana en la capital de la República”.

El mensaje al que se refiere el Sr. Lic. Sáenz, lo transcribo íntegro: “C. Gral. Álvaro Obregón, Presidente República. Muy confidencial. Acabo de leer en noticias de prensa que el “American” de hoy, de Nueva York, informa sobre puntos que trataranse en conferencia México-Americana en esa capital. No le doy crédito a información que dice trataranse entre otros los puntos siguientes: primero: solución, controversia, chamisal. Segundo: creación, tribunal arbitraje para reconocer reclamaciones ciudadanos americanos. Tercero: discusión acerca decisión, Congreso sobre tierras y materias minerales con respecto al artículo 27 para determinar si se ha interpretado razonablemente la no intromisión respecto a tierras agrícolas”. Como secretario de Estado actual administración, me siento obligado emitir mi opinión en asunto de tal trascendencia por si posteriormente en las conferencias proyectadas pretendieran los delegados americanos abordar nuestros problemas en la forma citada. Paréceme que con este aviso que tal vez intencionalmente ha publicado la prensa americana, debería hacerse desde luego la aclaración, confidencialmente, por supuesto, que el gobierno de México no aceptaría someter a la resolución de una comisión de arbitraje la validez de nuestras leyes, pues no otra cosa significaría incluir en programa oficial de esas discusiones la interpretación de nuestras leyes sobre tierras y petróleo. Que accidentalmente con declaraciones e informaciones extraoficiales informales se explique la significación y alcance de las leyes mexicanas, paréceme bien distinto aceptar discusión oficial sobre la validez conveniencia de nuestra legislación. Para tu gobierno debo recordarte la información que rendí a mi regreso de Washington, en la que te hice notar la aceptación de la política del gobierno mexicano sin más objeciones al fijarse esa política que los tres puntos siguientes: primero: ratificación y cumplimiento sobre nuestra deuda pública; segundo: confirmación de los derechos petroleros adquiridos antes de 1917, y tercero: avalúo real o comercial de las tierras para que las tomadas para la resolución del problema agrario sean pagadas a sus propietarios de manera justa y equitativa.

Estos mismos puntos fueron ratificados en la nota de 4 de agosto que el Departamento de Estado envío a su representación en México, firmada por el propio Secretario de Estado, Sr. Hughes. Al finalizar el desarrollo de la política mexicana dentro de estos tres puntos, consideraríase automáticamente reanudadas nuestras relaciones internacionales.

“Con el cumplimiento del primer punto, ahora en abril al atender nuestros compromisos de deuda pública con la nueva valorización de las tierras, según el decreto señalado el 1 al millar como impuesto federal, decreto a que me referí en mensaje anterior con motivo del asunto de España y que te suplico vuelvas a leer, y con la reglamentación de la ley del petróleo que está por terminarse en la Cámara de Diputados, y que comprende ya resuelta favorablemente la confirmación, que no ha de ser ya objetada por el gobierno del país vecino, tenemos pleno derecho para exigir la reanudación de nuestras relaciones internacionales automáticamente, cumpliendo así lo que han ofrecido no solamente a un gobierno de tu ministro, sino directamente a través de financieros del comité de nuestros acreedores y el propio Hughes en su discurso de Boston. Paréceme, pues injustificado de su parte que vengan ahora, si es cierta la información de la prensa, pretendiendo involucrar nuevos asuntos o reconsiderar los que ya están resueltos definitivamente. Resultaría que por camino distinto nos hacían caer en el famoso tratado preliminar que con tan justa razón rechazaste, y que como te comunique oportunamente en mi entrevista convinieron en que no sería indispensable dicho tratado confirmando esa resolución en la ya mencionada nota del 4 de agosto, enviada por conducto del señor Summerlin a nuestra cancillería. Para terminar debo recordarte mi declaración hecha ante el senado cuando discutíase convenio de la deuda pública y que desde mi llegada de los Estados Unidos te comuniqué oportunamente sobre indemnizaciones a extranjeros por daños causados en la Revolución. El comité nos ha de ayudar extraoficialmente en forma tan liberal, que podemos dejar de considerar tales indemnizaciones como una carga para la nación. En mi concepto conviene posponer este punto para el arreglo general de nuestra deuda pública, que es a la que corresponden las indemnizaciones, para tratarlo en su oportunidad en la conversión y consolidación de nuestra deuda, que podremos realizarla en el presente año. Como aclaración a este respecto debo participarte que prominentes miembros del comité aceptaron como factible el pago de las indemnizaciones en la forma acordada para los intereses caídos de la deuda. Te ruego tomes este mensaje como la expresión de mi deseo del éxito de tu actuación y al alarmarme un poco las noticias de la prensa quise aprovechar mi platica contigo para traer a tu memoria todos aquellos puntos que pueden servirte en estos momentos en que toca a su fin la controversia internacional. Afectuosamente (firmado). Adolfo de la Huerta. Fechado en Hermosillo, Son.. 26 de Abril de 1923”.

El presidente Obregón le contesto telegráficamente lo siguiente que transcribo íntegramente: “Adolfo De la Huerta. Hermosillo. Son. Enterado tu mensaje cifrado antier. Me apena muy sinceramente que hayas dado crédito a las noticias de la prensa, juzgandome capaz en incurrir en una debilidad que si no cometí al iniciarse mi periodo en que tantos fermentos revolucionarios y político, interiores y exteriores, se agitaban contra mi gobierno, menos sería capaz de cometer cuando falta año y medio para terminar mi periodo la situación puede considerarse como normal. En mis mensajes anteriores te declare que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro Gobierno y la declaración oficial que se hizo estableciendo el objeto de ellas, dice clara y categóricamente: “A fin de apresurarse el logro de una mutua inteligencias entre los gobiernos de México y los Estado Unidos dos comisionados mexicanos y dos americanos serán designados para reunirse con el propósito de cambiar impresiones y de referirlas a sus respectivas autoridades.

“Ha sido ofrecida la hospitalidad de la ciudad de México a los comisionados americanos, como huéspedes de honor, y la comisión se reunirá en esta misma ciudad. Los nombres de los comisionados, serán dados a conocer más tarde. Una declaración idéntica ha sido hecha simultáneamente, por el Departamento de Estado de Washington. Afectuosamente, Presidente República (firmado), Álvaro Obregón.

CAPITULO XXVII

Continúan los mensajes que dio para su publicidad el licenciado don Aarón Sáenz, cambiados entre el señor De la Huerta y el Presidente Obregón.

El señor De la Huerta, en su respuesta al presidente Obregón, le dice lo siguiente: “Hermosillo, 1o de mayo de 1923.General Álvaro Obregón. Presidente, República. Estoy ya convencido de que mis telegramas no reflejan mi sentir ni mi pensar en los asuntos que en varias ocasiones te e comunicado, y basándome en esa falta de fidelidad de mis escritos, reservo la declaración a mi anterior, para mi llegada a esa capital. Sin embargo no quiero dejar esta oportunidad sin aclararte que en mi mensaje sobre puntos que comprenderíanse en conferencias internacionales, te dije con toda precisión que no daba crédito a las informaciones de la prensa y te expliqué que solo aprovechaba aquélla ocasión al tratarse asunto para informarte una vez ms sobre las conclusiones a que se llegó en las pláticas que accidentalmente sostuve con los señores Harding y Hughes en mi visita a Washington. Consideré ese tema verdaderamente trascendental para presentarlo en esa ocasión con todos sus interesantes aspectos, pues callármelos hubiera sido indebido. Además como podrá informarte el general Ryan , el senador Burson del Estado de Nuevo México me hablo sobre la proposición que harían a nuestro país a fin de que se formaran comisiones análogas a las que ahora se han designado para solucionar malos entendimientos internacionales . Posteriormente el general Ryan a su regreso de Washington insistió en ese camino , y yo con toda cortesía, dada la buena intensión que para México tienen estos hombres, en ambos casos, insinué que se desechara ese proyecto, expresándole al general Ryan que me parecía que después del compromiso del Departamento del Estado de considerar reanudadas automáticamente las relaciones internacionales al desarrollarse definitivamente los tres puntos que fijarían la política mexicana , ya nada abía que hacer si no esperar que nuestra labor gobernativa formalizara las declaraciones que habíamos hecho sobre la orientación de nuestro gobierno. Por ser este mi modo de pensar , no te comunique estas insinuaciones que me llegaron , pero como tengo completa fe en tu indiscutible talento en tu insoportable patriotismo , me inclino a creer que mis apreciaciones no eran justas ni acertadas y que tu debes tener muy bien meditado tu plan general para conducirnos fácilmente al triunfo después de esta lucha que por tanto tiempo hemos sostenido. Como te digo al principio, a mi llegada a esa capital ampliaré con menos peligro de ser mal interpretados mis conceptos y apreciaciones sobre estos asuntos. Entre tanto, deseándote completo éxito, se despide tu amigo que te quiere. (Firmado) Adolfo de la Huerta”.

Estos mensajes los envio a la prensa para su publicación el licenciado Aarón Sáenz, por escrito y bajo su firma (Firmado) Lic. Aarón Sáenz.

Por su parte, el señor don Adolfo de la Huerta, al referirse a los anteriores mensajes, que proporcionó a la prensa el licenciado Sáenz, declaró lo siguiente, que transcribo íntegramente:

“Aunque habíame hecho el propósito de no intervenir en discusiones sobre convenios, arreglos a tratados llamados Bucareli, para no resucitar odios y antagonismos que debamos olvidar, la publicación de telegramas alterados con frases y conceptos que aunque no desvirtúan mi actitud desde aquél entonces si determinan incongruencias y confusiones, me obliga a esta declaración , que fija mi actuación en el gabinete del general Obregón.”

Para aclarar lo declarado por el Licenciado Aarón Sáenz, quien también mostró algunos telegramas al respecto, el señor de la Huerta sigue diciendo; “ Los documentos publicados por el licenciado Sáenz , están desprendidos de una serie de mensajes motivada, primero por el anuncio de la prensa de México sobre la visita de comisionados americanos que en la capital debían tratar con delegados mexicanos sobre el reconocimiento de nuestro gobierno”.

“Al leer en Sonora, donde me encontraba accidentalmente, tal información, me dirigí al Presidente protestando por la aceptación de ese plan que anteriormente se había propuesto y que en junta en Chapultepec, entre Calles, Obregón y yo, se había rechazado.

“A ese mensaje de protesta que agradecería también al Licenciado Sáenz publicara, unido a otras declaraciones que en conferencia telegráfica tuvimos el presidente y yo, quiere referirse el general Obregón en el mensaje fecha 28 del actual por el licenciado ya mencionado. En la siguiente frase:

“En mis mensajes anteriores te declaré que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro gobierno, etc.”

“Claramente se ve por esta frase que hubo en otros mensajes objeción de mi parte a esos arreglos.

“Cuando en la prensa de Estados Unidos aparecieron, no solamente la noticia de las conferencias sino la especificación de puntos que trataríanse en ellas, aproveché esa circunstancia, para hacer patente una vez mas mi inconformidad y mis temores de que nuestro gobierno se viera envuelto en situación indecorosa: pero por tener ya la promesa de Obregón, hecha en mensajes anteriores (que también pido al señor Sáenz sean publicados) , de que al llegar yo a México se buscaría la forma de salir airosamente de ese paso equivocado, usé algunos eufemismos para que no recibiera con encono mis puntos de vista ,toda vez que mi único propósito era salvar la situación de mi país sin lastimar en lo mas mínimo al general Obregón.

“Veo en las declaraciones publicadas algunas frases que no se compadecen con el espíritu de los mensajes que es de reprobación a esas proyectadas conferencias realizadas después en Bucareli, y parce que fueron agregadas para esfumar mi protesta, lamentando que esos telegramas hayan sido dados a la publicidad, después de mi larga estancia en México, cuando estuve en posibilidad de sacra de mis archivos existentes en esa capital los documentos originales.

“Quiero hacer notar que a pesar de la promesa del general Obregón de no caer en el erro que señalé y que muy claramente se ve aún en los mensajes publicados, siempre se firmaron los convenios condicionales para el reconocimiento y que, para obtener su ratificación Senado de la República, se recurrió a la violencia.

“Si se revisa la prensa de aquéllos días, se verá que los senadores de los dos vados existentes entonces rechazaron en un principio tales convenios, y sólo después, cuando se hizo sentir la presión gubernamental en forma cruel y se explotaron los antagonismos de política interna , se consiguió obtener la ratificación de esos tratados, que en mi concepto violaron la dignidad y soberanía nacionales por haber sido la CONDICION del reconocimiento y que encierran, no solamente la obligación de pagar los daños causados por la revolución cuando la ley estaba en suspenso, sino para remunerara a los extranjeros perjudicados por la aplicación de nuestras leyes constitucionales, sin mencionar caso de denegación de justicia.

“Para terminar, debo llamar la atención sobre la promesa que el gobierno americano me hizo en mis conferencias con Harding y Hughes para que el reconocimiento viniera automáticamente sin necesidad de tratado previo y sin condiciones humillantes para nuestra patria, como expresan mis mensajes que han motivado esta declaración.

2Después de esa promesa, solo debía esperarse que nuestra legislación, se ajustara a las declaraciones hechas por el Presidente de la República al promulgarse las leyes y reglamentos generales que debieron amparar por igual a los mexicanos y extranjeros, sin privilegios para estos últimos, declaraciones que yo presenté al gobierno y pueblo americanos y que comprendían los tres puntos a que se refiere uno de mis mensajes.

Hago notar que todas estas discusiones fueron posteriores a los arreglos de la Deuda pública, y que mis pláticas con el Presidente Harding y el Secretario del estado Hughes fueron también después de firmarse convenios de la Deuda pública el 16 de junio de 1922, en los que ninguna intervención tuvo el gobierno americano (Firmado) Adolfo de la Huerta”.

Volvamos ahora a escuchar la relación que nos hace don Adolfo de la HUERTA de los trascendentales acontecimientos que siguieron:

EXPLICACIONES Y RECRIMINACIONES

“Tome la última minuta y me fui con ella a ver a Obregón,

-“Álvaro: pues no fui yo el engañado, como suponías, sino tú, por que todavía quiero creer que a tus espaldas se a hecho esto. Y le mostraré la minuta en la que aceptaban las condiciones aquellas desfavorables para México. Nada mas leyó el principio (como era ya conocido para él, no continuó la lectura).

-“Bueno- me dijo- , son muchas quisquillosidades tuyas. Yo quiero pasar a la historia con mi gobierno no reconocido por los demás gobiernos de los países civilizados del mundo. Algún sacrificio tenia que hacer, sobre todo, todos los gobiernos firman tratados y hacen arreglos para conseguir el buen entendimiento con las demás naciones.

-”Pero esto es contrario a la ley…. ¡Entonces tú también estabas de acuerdo con esto!..Entonces has cometido una traición a la patria. Has incurrido en muy serias responsabilidades-Y ya exaltado le dije frases descompuestas.

“Posiblemente me haya faltado tiño para conducir mi platica con él, y tal vez para convencerlo de que retrocediera, aunque era ya muy difícil. Cuando le dije en palabras duras que había incurrido en una traición a la patria, me contesto:

-“Pues esa es tu opinión, pero no la mía, ni de las personas que conmigo han hecho estos arreglos.

-“Pues hasta ese momento sigo en tu gobierno. Da por presentada mi renuncia que he de formalizar después, por que yo no me hago cómplice de esta actuación tuya.

“Y me retire muy nervioso, muy excitado, contrariadísmo .El final de la entrevista fue ya cortante. Fui inmediatamente a decir a mi secretario particular:

“Al llevarnos todo lo que sea de mi correspondencia, por que me voy de la secretaría; no sigo con este gobierno.

“Al día siguiente me llamó Obregón y me dijo:

-“He querido saber nada más cuáles han sido los móviles de tu actitud ayer, ¿Realmente crees que sea un error de mi parte, que haya cometido una torpeza incurriendo en esas responsabilidades que tu me hiciste notar, o es por odio personal a mi?

-Pero Álvaro, ¿Cómo puedes imaginarte que yo tenga odio para ti? No tienes un colaborador más leal que yo y si ayer me exalté y subrayé con palabras fuertes y duras mi protesta, fue para que te salvaras, para que no incurrieras en la responsabilidad en la que estas incurriendo.

-“Bueno; eso es todo lo que quería yo saber. Después de todo tu celo patriótico es hasta cierto punto encomiable, pero esto ya está hecho. Es todo lo que quería saber.

-“Muy bien- Y m retiré

“Como consecuencia de la contrariedad que me causaron esos acontecimientos, me vino un derrame bilioso. Me purgué y me puse en cama estando en ella, ya por la noche, seme presentaron varios diputados. Si mal no recuerdo eran: Martin Luis Guzmán, Rubén Navarro, Prieto Laurens y algunos otros pidiéndome que intercediera con Obregón a fin de que no se publicara una resolución presidencial calificando las elecciones de tres estados: Zacatecas, San Luis Potosí y Nuevo León. Como yo a nadie la había comunicado la discusión que había tenido con Álvaro, Pues ellos creían que yo era palanca poderosa para hacer desistir a Obregón de aquéllas resoluciones. Me opuse muchísimo, no quería en manera alguna , pues yo me daba cuenta de que yo no era el hombre que ellos buscaban para lograr su objeto, pero fue tanta la insistencia de ellos, que me levanté, me vestí y lo fui a ver a Chapultepec.

“Encontré que a él también le había afectado nuestra discusión, pues estaba medio enfermo con un fuerte dolor de cabeza, le comunique la solicitud de los diputados haciéndole notar que no tenía derecho el gobierno federal para intervenir en la elecciones de los Estados, que eran resoluciones de las legislaturas locales erigidas en colegio electoral y que ni el mismo gobierno podía vetarlas.

-“Ese es un asunto- me contesté- que yo tengo muy bien consultado. Mis abogados me dijeron que yo podía hacerlo.

-“Pues yo te puedo presentar a cien abogados que te dirán lo contrario.

-“Bueno, pues a eso atiéndelos tú; yo atiendo a los míos.

“Me retiré y volví a comunicarles a los diputados que no había podido conseguir nada. Después recurrieron a Roberto Pesqueira, quien había llegado allí a visitarme y parece que él fue también a hablar con Obregón con el mismo resultado negativo, pues la resolución aquélla se publicó en la prensa y resultó el gobierno federal calificando las elecciones de los Estados. (Fines de agosto o principios de septiembre de 1923).

Dos días después Obregón volvió a llamarme. Antes de salir y estando en mi casa Froylán Manjarrez,le dije: “ Vuelva a ser mi secretario particular: siéntese a la máquina que le voy a dictar mi renuncia”. Eso por que recordé que no había presentado mi renuncia oficialmente a obregón , si no que había sido una resolución verbal durante la enojosa plática de tres días antes. (Manjarrez había sido por corto tiempo mi secretario particular en 1916, sustituyendo al Vate Escudero que enfermó por unos días. Manjarrez era director del periódico Orientación que yo fundé en esos días en Hermosillo).

Dicté a Manjarrez mi renuncia, deslizando en ella alguna frase dura.

-“No don Adolfo- me dijo-, no es conveniente esa forma. Este es un documento histórico. Usted siempre se ha caracterizado por su ponderación, y disuena es frase.

-“Pues quítela-Se la quito y quedó una renuncia serena. Me la eché a la bolsa dejando una copia allí.

Me fui a ver a Obregón y durante nuestra entrevista me dijo:

-“Hombre, he pensado mucho sobre tus argumentos en contra de los arreglos que hemos hecho y ¿crees tu que pueda tener todavía remedio esta situación?

-Si- le contesté- , si yo voy a Washington y hablo, sobre todo con Hughes, comprometidos como estaban conmigo a prescindir del tratado previo y a aceptar las resoluciones del gobierno de México, dentro de la constitución del 17, con la propiedad del subsuelo, sin el reconocimiento de los derechos anteriores, por que toda constitución es retroactiva y nulifica todos los derechos anteriores, tengo la seguridad de lograr arreglar esto.

-“Bueno-me dijo- Entonces te vas conmigo a El Fuerte (Chapala). Vamos a estarnos allí unos días para estudiar bien esta cuestión. Me explicas en que forma vas a pelear este asunto y la emprendes a Washington- Pero al retirarme le dije:

-“ Hombre, formulé ya mi renuncia para que conste de todas formas que yo tomé ya la resolución de no formar parte de tu gobierno; yo tengo mis compromisos…..

-“Bueno –me contestó- pero ya después de esa resolución de que te vayas a Washington ¿insistes?

-“De todas maneras quiero que se quede conmigo

-“Bueno, pero es únicamente por fórmula o ¿es optativo para mi aceptarla?

-“Si, no la voy a dar a conocer.

“Debo aclarar que en la segunda de las entrevistas relatadas, aquélla en la que me pregunto si mi actitud obedecía a rencor personal, terminó diciéndome: “¿No te parece entonces que puedes separarte pidiendo licencia el primero de noviembre?”, y como yo quedara un poco indeciso, Álvaro insistió diciendo que era impolítico el dar a conocer mi renuncia, pues era yo la columna fuerte de su gobierno y aquello causaría desequilibrios no deseables. Ante tales consideraciones acepté su sugestión.

“Así, pues, en la tercera entrevista al presentarle mi renuncia, me recordó aquello. “De todas maneras –insistí- no la haré pública, pero consérvala”.

“Terminada la entrevista me retire a mi domicilio”.





INDISCRECIÓN PERIODÍSTICA Y SUS CONSECUENCIAS





“El día siguiente (22 de septiembre de 1923) con enorme sorpresa mía, apareció publicada mi renuncia en el diario El Mundo, con un encabezado a toda página que decía: EL SEÑOR ADOLFO DE LA HUERTA PRESENTÓ ANOCHE SU RENUNCIA. Como he dicho, ésta sólo era conocida de Obregón y de mi.

“Lo que sucedió fue lo siguiente: cuando yo salía la noche anterior a entrevistar a Obregón, llegó a mi casa Martín Luis Guzmán y yo le invité a pasar diciéndole que allí encontraría a Froylán. Martín Luis entró a la sala de la Casa del Lago (mi residencia entonces) y se interiorizó de la renuncia cuya copia había quedado allí. Director del periódico El Mundo, le pareció que era un golpe periodístico de primer orden, y publicó la noticia. “Obregón creyó que yo había faltado a mi promesa y se puso furioso (según supe después). Por mi parte, yo creí que él había dado mi renuncia a la prensa.

“Recibí un recado escrito y firmado por Pérez Treviño que era entonces jefe de su Estado Mayor, comunicándome que quedaba sin efecto el viaje a El Fuerte. Obregón sí se fue: mandó llamar allí a Pani y le dio instrucciones para que se me buscara la manera de presentarme como un despilfarrado, para dizque darme muerte política “antes de la otra” según el dicho de Santanita Almada, sobrino de Obregón, que en una borrachera se lo confío a Aureliano Torres.

“Entonces Pani, primero le ordenó a Cuspinera (que actualmente es gerente de un banco; muchacho muy inteligente, era uno de los contadores en la Secretaría de Hacienda). A él le ordenó Pani que hiciera un informe desfavorable para mi. Cuspinera no le obedeció y rindió un informe ajustado a la verdadera situación que entonces tenía la Secretaría de Hacienda. Pani recibe el informe y destituye a Cuspinera. En la noche de ese mismo día se me presentó el oficial mayor Benjamín Marín a decirme:

- “Don Adolfo, vengo a comunicarle que aquí llevo ya mi renuncia, porque me han dado la comisión que Cuspinera no quiso cumplir, y yo tampoco estoy dispuesto a cometer la infamia de formular un escrito en contra de la gestión de usted que ha sido tan acertada y tan favorable al país.



-“No, Marín – le dije-, no; usted no renuncia; usted haga lo que le mandan hacer, porque si usted no lo hace, lo destituyen como a Cuspinera. Usted ha venido paso a paso consiguiendo los ascensos hasta llegar a la Oficialía Mayor.

Si alguna ventaja se consiguiera con su renuncia, yo aceptaría el sacrificio de usted, pero es que no se consigue ninguna, al contrario, llama a otro y posiblemente lo haga peor de lo que le piden a usted que lo haga. Así que usted debe cumplir con las órdenes que le han dado.



- “Pero don Adolfo – protestaba Marín -, es cosa muy triste para mi; es algo muy bajo. ¿Cómo quiere usted hacer que yo acepte una consigna de esa naturaleza?



-“Vaya usted y haga lo que le digo.



“El pobre Marín tuvo que cumplir con aquella comisión y fue señalado por muchos años como falso y traidor, hasta que yo volví del destierro y después de doce años y a petición suya hice la aclaración correspondiente para liberarlo de la mancha que injustificadamente pesó sobre él todo ese tiempo.



“Es curioso hacer notar, de paso, que en el escrito de cargos que Marín (obedeciendo la consigna) formuló en mi contra, aparecía como uno de tantos cargos, la construcción del ferrocarril de Navojoa a Yavaros que lo había hecho Obregón contra mi opinión, así como las obras del Puerto Yavaros para beneficiar sus terrenos en la región de Huatabampo y que él manejó directamente junto con Santanita Almada que era el gerente de la Comisión Monetaria, y yo aparecía como responsable de aquello1 …Otra: la de ayuda al Estado de Sonora, a Hermosillo para que hiciera el drenaje y la pavimentación $600,000.00 que había acordado y de los cuales se habían entregado $150,000.00 Esa erogación había sido autorizada por Obregón a solicitud telegráfica mía en una conferencia que por dicha vía sostuvimos y en la que me hice intérprete de los deseos de la Cámara de Comercio de Hermosillo y abogué para que se les concediera dicha ayuda. (A la sazón era yo gobernador del Estado de Sonora con licencia para desempeñar la cartera de Hacienda). ¡A eso se llamaba despilfarro!



“Debo aclarar que yo quise ir a Sonora a cumplir con mis deberes de gobernador, pero Obregón no quiso.



-“No, mira – me dijo-, te quedas aquí conmigo. Manejas la Secretaría de Hacienda. Has tenido mucho éxito aquí en tus gestiones de finanzas y desde aquí puedes ayudar a tu Estado en la forma que quieras.

“Sin embargo, yo no abusé de ese ofrecimiento; fue el único caso en que, previa consulta con él y a solicitud de la Cámara de Comercio, obtuve aquella ayuda para mi Estado.

“Obregón insistió en que yo siguiera en la Secretaría de Hacienda pidiendo licencias semestrales de mi puesto como gobernador de Sonora porque vio que en los seis meses que yo manejé las finanzas con absoluto control, pues Alvarado se había ido a los Estados Unidos a arreglar los asuntos de la Reguladora que estaba acusada de violar las disposiciones de la Ley Sherman. (Yo me había quedado con el subsecretario pero con acuerdo diario y dictando las resoluciones yo directamente), pues viendo Obregón que yo había recibido la Tesorería sin un solo centavo, porque todo el dinero se lo llevó el señor Carranza a Veracruz y una gran parte de ello se perdió, a pesar de ello encarrilé la economía nacional, la Tesorería; hubo dinero para pagar todas las cuentas que dejó pendientes el gobierno del señor Carranza; la amortización de los últimos infalsificables; la amortización de los Bonos Cabrera, etc., y que le entregué el gobierno limpio enteramente de todo débito, con siete millones de pesos contantes y sonantes en la Tesorería. Por todas esas razones no quería que yo dejara la Secretaría de Hacienda.

-“No- decía-, si los acertados en finanzas no se dan en maceta. Tú te quedas aquí; no me abandones. –Y me obligó a que continuara en la Secretaría de Hacienda en cuyo puesto estuve casi tres años y medio, completando los seis meses del interinato.

“Naturalmente, cuando salió aquel documento pretendiendo que había yo determinado la bancarrota moral y material del gobierno y se desataron los ataques contra mi, que incluyeron tres intentos de asesinato, tuve que protegerme con el fuero de candidato, y acepté la candidatura a la presidencia de la República que antes había rechazado cien veces”.

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