Katz
(Recopilación de Juan Ramón Jimenez de Leon,economista, academico y periodista)
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Fallece historiador de Pancho Villa
El historiador Friedrich Katz publicó una amplia obra sobre la Revolución Mexicana
Friedrich Katz. El reconocido historiador falleció en EU (Foto: Archivo )
La madrugada de este sábado falleció en Filadelfia, Estados Unidos, el historiador Friedrich Katz, autor del libro Pancho Villa, una biografía fundamental sobre El Centauro del Norte.
Katz era profesor emérito de la cátedra Morton D. Hull, en la Universidad de Chicago, institución en la que fue profesor desde 1971.
Katz, galardonado en México con la Orden del Águila Azteca, publicó una amplia obra sobre la Revolución Mexicana; otros de sus libros son La Guerra Secreta en México, Revuelta, Rebelión y Revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, todos editados por Ediciones Era.
La familia Katz obtuvo asilo en 1940 en México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Su padre, Leo Katz, era un escritor judío y comunista, que ayudó a la causa republicana durante la Guerra Civil Española y por tal motivo fue deportado de Francia, a donde habían huido del terror nazi.
Estudió en esta ciudad en el Liceo Franco-Mexicano. Obtuvo su licenciatura en 1948 en el Wagner Collage de Nueva York. Realizó su doctorado en la Universidad de Viena en 1954 y un postdoctorado en la Universidad Humboldt de Berlín Oriental, capital de la República Democrática Alemana.
Friedrich Katz (Viena, Austria, 1927 – Filadelfia, Estados Unidos, 16 de octubre de 2010)1 fue un historiador y antropólogo austríaco.
Contenido
• 1 Biografía
• 2 Pancho Villa y Emiliano Zapata
• 3 Reconocimientos
• 4 Solidaridad con los Inmigrantes Mexicanos
• 5 Obras
o 5.1 Obras Inconclusas
• 6 Obituarios
• 7 Referencias
• 8 Enlaces externos
Biografía
Hijo de Bronia y Lieb Katz. Su padre era un escritor judío y comunista partipante en la Huelga General de Viena de 1918. Obtuvo su doctorado con una tesis sobre la situación de los judíos en la Alemania del siglo XIV y cambió su nombre por el de Leo.2 Su padre se unió a la resistencia y publicaba panfletos contra Adolfo Hitler, y colaboraba comprando armas para la causa republicana en la Guerra Civil española, forzando a la familia a dejar París. Huyendo a Estados Unidos en 1938.3 Allí Leo devolvio al gobierno republicano español los fondos para la compra de armas que aún tenía en su poder.4 En Estados Unidos no se pudieron asentar por la filiación comunista del padre. La familia Katz obtuvo asilo en 1940 en México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. En 1944 al enterarse de la liberación del diplomatico mexicano Gilberto Bosques acució con sus padres a recibirlo a la estación de trenes de Buenavista, en la Ciudad de México. Gilberto Bosques había proveído visas e incluso dinero a los judíos atrapados en europa durante el avance nazi.5
Lejos de la guerra europea, a Friedrich lo cautivó México y su historia. Realizó la preparatoria en el Liceo Franco-Mexicano. Obtuvo su licenciatura en 1948 en el Wagner Collage de Nueva York. Ese mismo año entró a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en México.6 Realizó su doctorado en la Universidad de Viena en 1954 y una habilitación en la Universidad Humboldt de Berlín cuando era capital de la República Democrática Alemana, pero Katz se desilusionó del comunismo cuando los soviéticos ocuparon Checoslovaquia. Mientras estuvo en Berlín se doctoró con su tesis sobre "Las relaciones socioeconómicas de los aztecas en los siglos XV y XVI" en 1948.7 Se volvió a doctorar en 1962 en la misma universidad con un estudio sobre el imperalismo alemán en México, que sería la fundación de su principal obra "La Guerra secreta en México".
Su hija, Jacqueline Ross declaró a su muerte, que el sentía que México le había salvado al vida, y amaba ese país, su belleza, la generosidad de su gente, y se sentía fascinado con su historia, siempre se refirió (a México) como su tierra adoptiva.8
Desde 1971 fue profesor de historia en la Universidad de Chicago, con especial interés en la historia de México y América Latina y las relaciones diplomáticas entre América Latina, Europa y los Estados Unidos durante los siglos XIX y XX, también las revoluciones en América Latina, especialmente la Revolución Mexicana.9 En 1976 en colaboración con John Coastworth expandió el Comité de Estudios de América Latina, en un Centro. Esto en colaboración con la Universidad de Illinois Urbana-Champaign.10
En 2004 en reconocimiento a la obra de uno de los más distinguidos estudiosos de la historia de México, la Universidad de Chicago decidió convertir su Programa de Estudios Mexicanos en el Centro de Estudios Mexicanos Friedrich Katz.
En 2007 obtuvo la nacionalidad estadounidense.11
Pancho Villa y Emiliano Zapata
Katz explicó su fascinación por personajes como Pancho Villa y Emiliano Zapata, revolucionarios que, a diferencia de Lenin, Mao Zedong o Fidel Castro, no contaban con el respaldo de un partido político y además eran de niveles educativos bajos. A pesar de ello fueron capaces de dirigir un ejército de 80.000 ó 100.000 hombres, según diferentes estimaciones, y ganarse un tremendo apoyo popular en México y el respeto de Estados Unidos. La División del Norte, fue la mayor fuerza revolucionaria que se haya conocido en el continente latinoamericano. Un tercer factor, es que fue la única revolución social que tuvo lugar en la frontera con Estados Unidos. El movimiento desestabilizador podría crear oleadas de refugiados en ese país, además del involucramiento de grupos mexicanos en la exportación de armas, lo que conllevaría a una inestabilidad en los estados sureños fronterizos.12 Por otro lado había que sacar al personaje mítico de Pancho Villa de las leyendas, fue un personaje legendario no sólo en México sino también en Estados Unidos, y colocarlo en el contexto histórico, con el gran problema que Villa no dejó archivos.12 El historiador Enrique Semo declaró que es sin duda el mayor historiografo de Francisco Villa.13
Reconocimientos
Desde 1997 Katz era miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y recibió numerosos reconocimientos en México. En 1988 fue acreditado con la Orden del Mérito Académico de la Universidad de Guadalajara, y en ese mismo año el Presidente de México le entregó la Orden del Águila Azteca.14 En 1995 el Congreso local de Chihuahua lo nombró ciudadano honorario de dicho estado.
Además Katz recibió doctorados honoris causa de la Universidad de Colima, de la Universidad Libre de Berlín y de la Universidad de Viena. Era también miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias.
Fue acreedor al Premio Bolton otorgado por la American Historical Association para el mejor libro sobre historia de Latinoamérica. En el año 2000 obtuvo dos reconocimientos por el libro The Life and Times of Pancho Villa.
Solidaridad con los Inmigrantes Mexicanos
Katz declaró a notimex en 2008 (con motivo de votación temprana en las elecciones del 2008 en Estados Unidos), que "lo hago por los inmigrantes en general, pero por México en particular, como una forma de apoyar a los indocumentados mexicanos".15
Obras
La obra de Katz fue muy amplia y publicó innumerables artículos y libros, en su mayoría traducidos al español, sobre el mundo prehispánico y la Revolución Mexicana. Destacan:
• La guerra secreta en México, Ediciones Era, 1982.
• Pancho Villa, Ediciones Era, México 1998.
• Revuelta, rebelión y revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, Ediciones Era.
• De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana16
• La servidumbre agraria en México en la época porfiriana17
Un comentario de algunos de sus ensayos se encuentra en "Friedrich Katz y nuestro México", de Adolfo Gilly, publicado en "La Jornada" a manera de obituario.18
Obras Inconclusas
Al momento de su fallecimiento dejó inconclusas dos obras, una acerca de "Los Científicos y el Porfiriato", y otra acerca de "Francisco Madero". A su muerte se anunció la próxima publicación de "Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva" por parte del Colegio de México.19
Obituarios
Probablemente nada hable mas claramente de su naturaleza y personalidad que la serie de obituarios que diferentes periodistas e historiadores le dedicaron en diferentes periódicos mexicanos y norteamericanos.
• El del historiador coahuilense Javier Villareal Lozano, en 'La Vanguardia de Saltillo' [Mi Querido Doctor Katz: biográfo de un revolucionario]
• El del periodista Joel Hernández Santiago en Tabasco Hoy [La Revolución aún vive en el pueblo] y [Friedrich Katz: la Revolución al desnudo]
• El del periodista Leo Zukerman en El Diario de Coahuila [Se fue un gran amante de México]
• El del Historiador Claudio Lomnitz en La Jornada [To sir, with love (Friedrich Katz, in memoriam)]
• El del periodista Luis Hernández Navarro en La Jornada [Elogio a la historia]
• El del historiador Adolfo Gilly en La Jornada [Friedrich Katz y nuestro México]
• En la Universidad de Chicago[Friedrich Katz, eminent historian of Mexico En inglés]
• El del historiador Pedro Salmerón en Milenio [Pancho Villa y Friedrich Katz ]
• El de la historiadora Ana María Serna en el blog de Letras Libres [Friedrich Katz 1927-2010]
• El del historiador Enrique Florescano en La Jornada [Friedrich Katz, historiador de México (1927-2010) ]
• El de la historiadora Tanalís Padilla en La Jornada [La contribución histórica de Friedrich Katz ]
• El del sr. Sergio Sáenz en condolencias del New York Times cuando en respuesta al mencionar que su obra le hacia orgullosos de ser chihuahuense, el contesta que ser su conciudadano chihuahuense era de los mas altos honores recibidos en su vida [[1]]
• El articulo sobre Katz por Javier Garciadiego en Letras Libres[FRIEDRICH KATZ Y SU PATRIA ADOPTIVA]
Referencias
1. ↑ Muere historiador Friedrich Katz, biógrafo de Pancho Villa
2. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a03a1cul
3. ↑ http://articles.chicagotribune.com/2010-10-17/features/ct-met-obit-katz-20101017_1_anthropology-and-history-mexico-city-pancho-villa
4. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a03a1cul
5. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a04a1cul
6. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a03a1cul
7. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a03a1cul
8. ↑ http://articles.chicagotribune.com/2010-10-17/features/ct-met-obit-katz-20101017_1_anthropology-and-history-mexico-city-pancho-villa
9. ↑ Universidad de Chicago. Departamento de Historia. C. Friedrich Katz
10. ↑ http://articles.chicagotribune.com/2010-10-17/features/ct-met-obit-katz-20101017_1_anthropology-and-history-mexico-city-pancho-villa
11. ↑ http://www.diariolaestrella.com/2010/10/18/114052/tristeza-en-universidad-de-chicago.html
12. ↑ a b Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría en México, Centroamérica y el Caribe con Dr. Friedrich Katz
13. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=cultura&article=a03n1cul
14. ↑ Orden del Águila Azteca]
15. ↑ http://www.diariolaestrella.com/2010/10/18/114052/tristeza-en-universidad-de-chicago.html
16. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=cultura&article=a02n1cul
17. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=cultura&article=a02n1cul
18. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=opinion&article=a04a1cul "Friedrich Katz y nuestro México", de Adolfo Gilly
19. ↑ http://www.jornada.unam.mx/2010/10/17/index.php?section=cultura&article=a02n1cul
Enlaces externos
• [2] Artículo a manera de Obituario por Claudio Lomnitz, 19 de octubre de 2010, Diario La Jornada, México D.F.
• Friedrich Katz en la Universidad de Chicago (en inglés)
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Friedrich_Katz"
Categorías: Nacidos en 1927
Fallecidos en 2010
Vieneses
Judíos
Historiadores de México
Antropólogos de México
Historiadores de Austria
http://news.uchicago.edu/news.php?asset_id=2128
The University of Chicago
News Office Homepage
Friedrich Katz, Eminent Historian of Mexico
October 17, 2010
Friedrich Katz, recognized as the foremost scholar of Mexican history of his time, died in Philadelphia of cancer on October 16 at the age 83. A professor of history at the University of Chicago for four decades, Katz may be best known for his magisterial account of the Mexican Revolution, which brought Mexican history out of the stuff of legend and onto the world stage of great revolutions and modern social upheavals.
Friedrich Katz was born in Vienna in 1927. His father’s work as a journalist soon took the family to Berlin, where he joined the resistance when Hitler came to power, eventually fleeing to France to escape arrest. From Paris, Katz’s father, posing as a wealthy businessman, smuggled arms to the Spanish Republic. The family was once more forced to flee in 1938, finding temporary asylum in the United States, eventually settling in Mexico in 1941.
For the rest of his life, Katz felt deeply grateful to Mexico, which granted his family asylum, under a policy that welcomed who had assisted the Spanish Republican cause and were forced to seek refuge abroad. Friedrich Katz’s lifelong passion for Mexican culture was thus ignited from the accidents of geo-political upheaval; the linking of Mexican history to world events became central to his life’s work.
Educated in Mexico and the United States, Katz eventually earned his doctorate at the University of Vienna. It was in Vienna that he met his wife of 54 years, Jana Badian Katz, who became a pediatrician. His thesis on Aztec society and his subsequent book, The Ancient American Civilizations, first published in German in 1969, remain in print in several languages and are still standard works in the field.
Joining the faculty at Humboldt University in East Berlin in 1956, Katz discovered archives revealing Mexico’s ambivalent role in European diplomatic history before and during World War I. The research led to Katz’s study, The Secret War in Mexico: Europe, the United States, and the Mexican Revolution, published in 1981.
In 1968, after the Soviet crushing of the Czech rebellion, Katz left Germany for a guest professorship at the University of Texas. In 1971 he was invited to teach at the University of Chicago. Under his leadership, Chicago became the leading center for Mexican historical studies in the United States. He was named the Morton D. Hull Distinguished Service Professor in History.
Called a “masterpiece of contemporary historiography” by the Mexican novelist Carlos Fuentes, Katz’s study, The Life and Times of Pancho Villa, won the Beveridge and Bolton book awards in Latin American history. John Coatsworth, Dean of the Columbia University School of International and Public Affairs and a long-time colleague of Katz’s at the University of Chicago, said that “Katz’s work, more than that of any other historian succeeded for the first time in inserting Mexico’s revolution into global historiography.” But Katz’s appeal transcended that of an academic historian. His renown in Mexico was such that Mauricio Tenorio, Professor of History at the University of Chicago described him as “respected and beloved throughout Mexico, by presidents, ex-presidents, colleagues, peasants in Chihuahua and high school students,” who flocked to his seminars in Mexico by the hundreds.
In recognition for his work, in 1988 Katz received the Order of the Aztec Eagle, the highest honor that Mexico can bestow on a citizen of another country. In 2004, Mexican president Vicente Fox inaugurated the Katz Center for Mexican Studies at the University of Chicago. On October 18, two days after Katz's death, the Mexican government announced the establishment of the CÁTEDRA CONACULTA-KATZ, a program to support visiting Mexican scholars and creative artists at the University of Chicago. A conference honoring his work, which he had been scheduled to attend, will be held at Columbia University on November 4.
Katz is survived by his wife, Jana, his daughter Jacqueline Ross of Champaign Urbana, his son, Leo, of Philadelphia, and four grandchildren.
RELATED COVERAGE
"Scholar illuminated history of Mexico"
(Chicago Sun-Times, 10.21.2010)
"Historian found a home in Mexico and U. of C."
(Chicago Tribune, 10.17.2010)
RECENT NEWS
• Scholar’s final book finds many in Chicago ‘Catholic on their own terms’
• Antonio Montalbán receives Packard Fellowship
• Bishop Arthur M. Brazier, tireless advocate for Woodlawn community, 1921-2010
• Leigh Van Valen, evolutionary theorist and paleobiology pioneer, 1935-2010
• Chicago Humanities Festival on “The Body” to begin Oct. 24 on UChicago campus
• University formally welcomes Fields Medalist to mathematics faculty
• Study shows black youth are politically involved, critical of rap music and skeptical of a post–racial society
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Adiós a un maestro generoso
Colegas y amigos lo ubican como referente de la historia del país
Friedrich Katz amó a México al entregarse a su estudio
ARTURO JIMÉNEZ Y ALONDRA FLORES
Periódico La Jornada
Domingo 17 de octubre de 2010, p. 3
Intelectuales e historiadores elogiaron la obra de Friedrich Katz. Enrique Semo, Javier Garciadiego, Emilio Kourí, Pedro Salmerón y Paco Ignacio Taibo II, entre otros, coincidieron en señalar su amor por nuestro país y el aporte a la historia mexicana, especialmente sobre la Revolución Mexicana y la figura de Francisco Villa.
Amigo de Katz por medio siglo, el historiador Enrique Semo dijo que fue un hombre de una generosidad ilimitada con sus muchos amigos. Se auna una orientación progresista y un respeto ilimitado a la verdad científica; ayudó a muchos mexicanos a entrar al medio académico norteamericano. Descanse en paz el gran amigo que tuve la fortuna de tratar durante 50 años.
De acuerdo con el científico social, su gran valor como historiador es haber desarrollado una interpretación de la Revolución Mexicana con gran acopio de información de fuentes originales. Es sin duda el mayor biógrafo de Pancho Villa, le dio al personaje nueva vida al demostrar sus múltiples capacidades y al rescatarlo de una visión populista barata. Visitó todas las épocas de la historia de México, al final tenía una visión orgánica de nuestro país. Trató especialmente a los campesinos y a los revolucionarios de clase media al restituir su lugar en la historia de México.
El hombre agradecido es el hombre de buenos sentimientos, con esa frase Javier Garcíadiego recordó a quien fue su maestro cuando estudió el doctorado en historia en la Universidad de Chicago. Vía telefónica desde París, el director de El Colegio de México expresó que fue un hombre agradecido con México, porque el país, al darle asilo le salvó la vida a él y a su familia. A su vez, él pagó ese gesto a México amándolo como país, su historia y entregándose a su estudio.
Ahora los que tenemos una deuda con él somos todos los mexicanos aficionados a la historia, pues hizo aportaciones muy valiosas.
Por su parte, sin duda uno de los colaboradores más cercanos, el director del Centro de Estudios Mexicanos Friedrich Katz de la Universidad de Chicago, Emilio Kourí, señaló que “fue el historiador de la Revolución Mexicana más importante de todo el siglo XX por varios motivos. El primero, ligado a su libro La guerra secreta, porque le añadió ese matiz internacional al análisis de la Revolución, del que había mayoritariamente carecido, y en ese sentido profundizó nuestro conocimiento de ese periodo. La otra tiene que ver más con su segundo libro, el de Pancho Villa.
No exageramos al decir que revolucionó nuestra comprensión de lo que fue ese gran movimiento social y armado en el norte, que en las manos de los cronistas de la época y luego algunos historiadores posteriores fue visto generalmente como un movimiento carente de una agenda reformista revolucionaria, un movimiento un poco amorfo, les gusta enfatizar el bandidaje, la violencia. Lo que Katz logró magistralmente demostrar es que había una agenda reformista muy importante.
En opinión del historiador Pedro Salmerón “cualquiera que haya leído alguno de sus muchos libros sabe que sus contribuciones están fuera de duda. Por eso quiero hablar de él como persona. Era un hombre bueno y siempre respondió a México con generosidad. Decía que México y el general Lázaro Cárdenas le salvaron la vida. Su padre era dirigente del Partido Comunista de Austria y además judío, cualidad que lo convirtió en objetivo del fascismo.
Katz llegó a México a los nueve años y siempre se identificó con el país. Estudió la licenciatura en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, con una tesis sobre el derecho de propiedad entre los mexicas, que ya reflejaba su interés y capacidad académica. Luego se fue a estudiar a Alemania, pero nunca dejó de sentirse mexicano y austriaco. Era tímido, aunque de una generosidad intelectual no tan fácil de darse en una figura de su calibre. Siempre estaba dispuesto a recibir las críticas.
Sin poner en duda la gran magnitud de su obra, alguna vez hice algunas críticas sobre detalles de su obra y él siempre me respondió con una enorme apertura para discutir y hablar. Es uno de los mayores escritores sobre la historia de la Revolución Mexicana.
El también historiador Paco Ignacio Taibo II, desde la Feria del Libro en Monterrey, afirmó: Le tengo una inmensa estima a su libro sobre Villa y a él en persona; afortunadamente nos conocimos y nos vimos en muchas ocasiones. Su libro sobre Villa me parece una pieza clave en la historia de los mexicanos y en los libros sobre la materia. Habíamos hablado con Pedro Salmerón de tener un encuentro próximo, que ya no podrá ser posible. Lo lamento profundamente; este ha sido un año terrible en cuanto a las pérdida de intelectuales que han estado comprometidos en el país como poca gente; es un año muy duro. Siente uno la guadaña rondando en torno a uno.
Carlos Antonio Aguirre Rojas, historiador, comentó que la interpretación de Friedrich Katz del proceso global de la Revolución Mexicana es una de las más importantes, por ser materialista, crítica y original, porque correlaciona el papel de todos los personajes de ese movimiento con las clases sociales, sectores y fracciones de clase que ellos expresan. Eso permite romper la idea de que la Revolución Mexicana es un solo proceso y descubrir cómo, por ejemplo, Madero representa un proyecto de país diametralmente opuesto al de Villa o Zapata, o al triunfador del grupo Sonora, con Calles y Obregón a la cabeza.
Además, su trabajo sobre Villa es el más completo hasta ahora, en términos sociológicos e históricos, al explicar las bases materiales del proyecto villista y todo el papel de este movimiento en el proceso global de la Revolución. Debemos a Katz el reconocimiento de que México no es uno sólo, sino tres distintos en la larga duración de la historia de nuestro país: el México del norte, el del centro y el del sur, diferentes en lo geográfico, étnico, arquitectónico, económico, social, político y cultural.
To sir, with love (Friedrich Katz, in memoriam)
CLAUDIO LOMNITZ*
L
a obra de Katz es conocida y –aunque tengo mucho que decir respecto de su sentido e importancia— pienso que hoy, apenas un día después de su muerte, prefiero escribir algo personal, aun a sabiendas de que Katz mismo hubiera querido mejor que me ciñera a una discusión razonada de su obra. Ya tendré tiempo de hacerlo. Hoy sólo puedo recordar al amigo.
El Friedrich con que me tocó convivir era ya un hombre mayor. La primera vez que lo conocí, en una conferencia en Austin, tendría poco menos de 60 años y era una figura de gran renombre. Pero nuestra amistad se dio ya siendo colegas, a partir de mi llegada a Chicago casi diez años después. Entonces Katz se acercaba ya a los setenta.
De hecho, en los 15 años que duró nuestra amistad, Katz me enseñó muchas cosas, pero tal vez la más preciosa fue el arte de envejecer.
Friedrich Katz fue un hombre de una bondad casi extravagante. Tuve el privilegio de trabajar puerta con puerta con él durante 10 años. Aquellos fueron años muy intensos para ambos: manejamos programas académicos, compartimos decenas de estudiantes, convivimos con invitados y participamos en los asuntos políticos de nuestro departamento, de nuestra universidad, y aun de México y del mundo. Fueron también años en que ambos escribimos y publicamos libros; años de vernos con nuestras familias…
Tuvimos, por eso, mucho pasto para rumiar las cualidades y miserias del ser humano. Y sin embargo, en todos esos años, si escuché a Friedrich decir alguna cosa mala de alguien dos veces, fueron muchas. Katz era, y cualquiera que lo haya conocido lo sabe, un verdadero caballero, con finísimas atenciones para todos sus amigos, y aun para con personas que apenas conocía.
Insistía, por ejemplo, en invitar, y si uno lo hubiera permitido, habría pagado cada comida y cada café que jamás tomó con nadie. Aun oponiéndole una resistencia decidida, Friedrich alcanzaba la cuenta demasiadas veces, y para apoyarse se valía de cualquier pretexto: “¡Estamos en Chicago!”, decía: “Yo pago”. (¿Qué tenía que ver que estuviéramos en Chicago?)
Si estábamos en México o en cualquier otra parte, igual hacía la intentona.
“Tú pagaste la otra vez”, decía, obnubilando a propósito su memoria de historiador para apelar a algún pasado remoto, por allá en el precámbrico, cuando yo le había ganado la cuenta.
Varias veces pasó por mí al aeropuerto O’Hare, en Chicago, que es más o menos como pasar por alguien a Chiluca, cuando vives en la Narvarte. Cuando sus estudiantes doctorales tenían algún problema de salud, acudían a su esposa, Jana, que es médico, a que los recetara.
La lealtad de Friedrich hacia sus amigos –Enrique Semo, por ejemplo, o Adolfo Gilly, Eugenia Meyer o John Coatsworth, por nombrar a algunos– estuvo siempre a la altura de cualquier prueba. Y su sentido de responsabilidad con sus estudiantes era conmovedora, sobre todo porque Katz era algo así como el tipo ideal del profesor distraído (de traje y maletín), pero con todo no dejaba de mandar cartas y cartas de recomendación, algunas veces para apoyar a sujetos que habían estudiado con él por unos quince minutos, y que abusando de su bondad le pedían alguna carta, o que no habían tomado clase hacía 25 años, pero seguían cobijándose en la sombra generosa del maestro.
Alguna vez, ya algo cansado, me dijo: “Si algún día alguien se decidiera a publicar mis obras completas, encontraría seis o siete libros de historia, y unos 20 volúmenes de cartas de recomendación”. Y es verdad, así sería.
El catálogo de las virtudes caballerescas de Friedrich Katz no estaría completo sin mencionar una muy peculiar, que es mezcla de humildad y de imaginación:
Katz era un hombre intelectualmente abierto. Esta cualidad, que es escasa en sí, lo es mucho más en un hombre de 60, 70 u 80 años, y más si, como Katz, el sujeto en cuestión tiene un amplio séquito de admiradores. Lo normal en esos casos es la egolatría, y la autorreferencia obsesiva. Katz, en cambio, apoyó siempre a la historia cultural, siendo un historiador social de pura cepa. Se interesaba por las artes y encontraba valor en la economía tanto como en la antropología. Friedrich Katz fue, además, un hombre que admiró e impulsó a las mujeres académicas y que apoyó que las preocupaciones por la desigualdad entre los sexos se volcaran al terreno de la historia.
Friedrich fue, por último, un hombre de izquierda como deberían ser los hombres de izquierda, con una verdadera preocupación por las realidades históricas, y no sólo por la justicia abstracta. Era, en otras palabras, un hombre respetuoso de la realidad, aunque doliera. Valoró profundamente, por dar un ejemplo, la valentía antifascista de varios de sus colegas en la RDA –actitud que contrastaba con lo que le tocó vivir en Viena, por ejemplo–, pero aun así terminó por rechazar la sociedad policiaca y el totalitarismo.
Dije al principio que Katz me enseñó a envejecer.
Esto es así no sólo en el plano intelectual –a Friedrich no le preocupaba demasiado si sus obsesiones pasaban de moda, por ejemplo–, sino también en el plano familiar. Su amor por su esposa, Jana, y por sus hijos, Leo y Jackie, estaba por encima de cualquier cosa, y muy rara vez he visto a un abuelo tan cercano a sus nietos.
Varias veces me comentó que me envidiaba que tuviera yo hermanos. Tenía razón. No hay nada mejor que un hermano, y él fue hijo único. Pero Friedrich fue el mejor hermano para cada uno de sus amigos.
Gracias por todo, Friedrich, y que descansen en paz tus restos, junto a los de tus benditos padres. Amén.
*Profesor de la Universidad Columbia (Entrevistador del DR Katz en Radio 2010)
http://www.radio2010.imer.gob.mx/especiales/especialkatz.php
El Instituto Mexicano de la Radio presenta esta serie especial en la que el antropólogo e historiador Claudio Lomnitz entrevista en exclusiva al Dr. Friedrich Katz (1927 - 16 octubre 2010) sobre diversos aspectos de la Revolución Mexicana.
Opus 94.5 FM D. F. 17:05 hrs.
Horizonte 107.9 FM D. F. 11:00 hrs.
Radio Lagarto 1560 AM Chiapa de Corzo 22:00 hrs.
Radio IMER 540 AM Comitán 12:00 hrs.
La Poderosa 1570 AM Cd. Acuña 12:05 hrs.
Estero Istmo 96.3 FM Salina Cruz, Oax. 22:00 hrs.
Órbita 106.7 FM Cd. Juárez 15:00 hrs.
Fusión 102.5 FM Tijuana 18:05 hrs.
Yucatán 92.9 FM Mérida 23:05 hrs.
La Popular 1350 AM Cacahoatán 22:00 hrs.
Adiós a un maestro generoso
Friedrich Katz y nuestro México
Adolfo Gilly
Innumerables senderos que se entrecruzan al azar de los andares pueden mirarse en los 13 ensayos de Friedrich Katz publicados por Ediciones Era bajo el título de Nuevos ensayos mexicanos. Cada lector podrá seguir, sabiéndolo o no, aquellos que sus afinidades le indiquen. Si los camina hasta el fin, descubrirá que el huellero, Friedrich Katz, se empeñó en descubrir que cada uno de esos senderos trazados por las huellas de cada vida a través de las generaciones tiene sentido. Ese sentido Katz no lo da ni lo atribuye. Sencillamente lo va descubriendo. Dice la copla margariteña que el cantar tiene sentido, entendimiento y razón. Siguiendo los ensayos de este libro encontraremos, entre muchas otras cosas, que el azar, deidad suprema de la historia, vez tras vez tiene un sentido y esconde una razón, pero que esto no lo despoja de su cualidad intrínseca en cada hecho, el de ser único, imprevisible e irrepetible.
Decía Clausewitz que ninguna actividad humana tiene contacto más universal con el azar que la guerra. Pero sabía lo que desde Demócrito se sabe: Todo lo que existe en el universo es fruto del azar y de la necesidad. En esta feliz oscilación se mueve el encanto del arte de narrar de Friedrich Katz, desde la lógica y las razones de la expansión del capital en el porfiriato, hasta el relato policial sobre el espía mexicano que entre 1926 y 1927 el presidente Calles había plantado en el despacho mismo del hostil embajador de Estados Unidos en esos días, James Rockwell Sheffield.
Este método está arraigado en la formación científica y filosófica de este historiador y mucho también, quiero creer, en la herencia de la historia familiar. A riesgo de ser elemental, quiero insistir en que toda idea de teleología, en muchos otros casos escondida hasta para el mismo historiador, está ausente del razonamiento de estos ensayos.
No voy a entrar en la discusión de si la historia es ciencia o arte. Pero si es arte, debe decirse que pocos instrumentos de conocimiento hay tan apegados por su naturaleza misma al postulado de objetividad, consustancial al conocimiento científico, como la mano del artesano en contacto con su materia de trabajo.
Por similar razón, quedan fuera de ese oficio de artesano que es la historia tanto los eternos destinos escritos por el dedo de Dios como los destinos manifiestos imaginados por las humanas ansias de dominación.
En la erudita y clara mirada de Katz no encuentro destino trascendente, aunque sí interrogantes y conjeturas, que no es lo mismo. Las conjeturas, por carentes de respuesta que ellas puedan ser –pues lo que fue, fue así y no de otro modo– amenizan el relato, azuzan la imaginación y recuerdan siempre la ubicua presencia del azar, en la bala que mató a Bernardo Reyes al inicio de la Decena Trágica o en la granada que no mató a Obregón en Celaya, sino que sólo le arrancó la mano, para que en el Parque de la Bombilla ésta se alzara como perdurable monumento al azar de las batallas y a la ambición de eternidad de los grandes efímeros.
Entre los múltiples senderos mexicanos de los tres ensayos, por afinidad o por azar escogeré hablar esta noche de tres: la formación del Estado en tanto relación entre gobierno y gobernados; la presencia incesante, visible o invisible, del pueblo indio y campesino en todos los caminos de esa historia; la definición de México en relación con el mundo en cada momento cardinal de su conformación y su configuración como nación, es decir, como comunidad de historia y de destino, ni eterno ni manifiesto sino sencillamente humano.
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La República Restaurada y el porfiriato es una síntesis histórica clásica sobre este periodo clave en la estructura del Estado mexicano.
Ya publicado hace 20 años, en 1986, en el volumen 9 de la Historia de América Latina dirigida por Leslie Bethell para Cambridge University Press, este ensayo de Katz era allí una especie de pieza de equilibro del entero volumen entre los de historiadores tan destacados como John Womack, Jean Meyer o Ciro F.S. Cardoso. Esta misma y tal vez no buscada función, la de dar centro de gravedad y equilibrio a un conjunto, cumple ahora en esta colección de estudios varios del propio Friedrich Katz. Su acompañante natural en este volumen es el ensayo sobre Benito Juárez.
De ambos surge uno de los varios rasgos definitorios de ese Estado hasta los años 80 del siglo XIX, es decir, en su periodo de conformación y consolidación: sus dos figuras mayores, Juárez y Díaz, no provienen de la burocracia político-estatal, aunque contribuyan a engendrarla, sino que se forman y se educan en la guerra, en la penuria, en tomar decisiones sobre el campo y en sobreponerse a grandes adversidades que a veces ni siquiera se presentan como tales. Son lo opuesto de los gobernantes, aun de los grandes, surgidos y formados a través de un sistema burocrático parlamentario en la intermitente normalidad de los tiempos de paz.
Katz resalta muy bien, no en el adjetivo, sino en el relato, las peculiaridades de estos personajes provenientes de capas intermedias de la población y no de las grandes familias consolidadas en la República oligárquica posterior cuyos cimientos ellos echaron. En realidad, la guerra de Intervención es un momento decisivo en la formación de estos presidentes y de su entorno intelectual, inesperada herencia que el fugaz Imperio dejó a la restaurada y luego consolidada República mexicana.
Esta República, según aparece en los estudios de Katz, tiene que irse definiendo con Juárez, con Lerdo y con Porfirio Díaz en confrontación y negociación permanentes con al menos cuatro fuerzas: el poder de la Iglesia, la institución más antigua, pervasiva y duradera desde los días de la Conquista; la naturaleza bélica, expansiva y dominadora de la nación del Norte, Estados Unidos de América; el poder fragmentario pero arraigado de los caudillos regionales; y la presencia ubicua, silenciosa o tumultuosa según los tiempos, del pueblo indio y campesino, con sus costumbres, sus creencias, sus rituales, sus idiomas y sus utopías, todos ellos ajenos a la construcción jurídica liberal republicana.
Entretanto, por debajo de esas zonas de turbulencia, una fuerza impersonal de los nuevos tiempos, los del último tercio del siglo XIX: la expansión del capital y de sus modos de dominación y de relación social, iba acomodando, desplazando y subordinando a los demás factores, resolviendo, disolviendo y subsumiendo sus conflictos y dando forma a la ejemplar República liberal oligárquica con sus clases dominantes, cuyo final florecimiento a inicio del siglo XX se agota de repente después del primer centenario, el de 1910.
Con nitidez en el trazo y claridad en el razonamiento surge este complejo ciclo de los ensayos de Friedrich Katz sobre el periodo, que a partir de esta edición seguirán siendo, como ya antes lo fueron, una de nuestras referencias obligadas para guiar el estudio y la reflexión.
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En dos de los ensayos de Katz, Las rebeliones rurales en México a partir de 1810 y El fin del viejo orden en las haciendas de México, 1911-1913, aparece en primer plano en elemento siempre determinante en su modo de pensar la historia mexicana: la presencia ubicua del pueblo campesino e indígena en cada episodio y cada vericueto, aunque ella pueda mostrarse tantas veces como silencio o como aparente ausencia.
De los ensayos acerca de la República y de su inveterada sombra, las rebeliones campesinas, surge una constante: más todavía que sobre la explotación de la fuerza de trabajo, relación que fue creciendo con la expansión del capital, esta República creció, se materializó y se consolidó en el despojo de las tierras, las aguas y los bosques de los habitantes originarios de la tierra mexicana. La memoria de las generaciones sucesivas es, ante todo, una memoria del despojo. Detrás de cada una de las encarnaciones o de los símbolos resplandecientes del progreso, hay una despiadada operación de despojo. Escribe Katz:
El auge de la economía mexicana produjo la mayor catástrofe de la historia para el campesinado mexicano desde la masiva mortandad de los indios en los siglos XVI y XVII. La mayoría de los pueblos que habían logrado conservar su tierra a lo largo de la época colonial la perdieron a finales del siglo XIX y principios del XX ante el avance de los hacendados, especuladores y miembros ricos de sus comunidades.
La Revolución Mexicana fue un estallido contra lo que a través de las generaciones se había ido conformando como una República del despojo, que se proponía disciplinar como asalariados o como marginales a los despojados y a sus descendientes.
Esa rebelión, su energía y su odio se nutrió como ninguna de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados, según el decir de Walter Benjamin en 1940. En esa experiencia acumulada, también llamada memoria, se conformó su peculiar código de honor, una de cuyas encarnaciones era Pancho Villa, según lo menciona Katz en su ensayo sobre Villa y Estados Unidos. Vida propia y mejoría familiar fueron haciendo a quienes serían sus jefes campesinos: Lo que puede sufrirse lo he sufrido/ lo que puede llorarse lo he llorado, dice también el polo margariteño.
“Todos los dirigentes villistas –escribe Katz– alzados mucho antes de que estallara la revolución, como Toribio Ortega, Calixto Contreras, Porfirio Talamantes y Severiano Ceniceros, habían sido dirigentes campesinos que habían peleado contra el despojo de las tierras de los pueblos.”
Es ahí donde está la verdad más profunda, aunque no la única, de la revolución del norte: el programa y el ethos están en sus vidas y en sus memorias que dan el sentido de su movimiento. El carácter de la rebelión consiste en su ser; no en el origen de sus dirigentes, sino en el destino, los métodos, los fines que de ese ser se desprenden; y en su manera de ser, la afirmación gozosa de ese ser a través de una específica direccionalidad de la violencia y de la piedad. Palabra religiosa esta última, me dirán, pero que aquí empleo en su preciso significado terrenal de relación entre humanos, al igual que sus consonantes fraternidad o solidaridad, donde toda idea de paternalismo o condescendencia está excluída.
Katz percibe esta presencia, esta forma de estar, como rasgo propio del villismo: el grito de Ahora es tiempo, yerbabuena, de que des sabor al caldo, se levantaron en armas, según cuenta William Meyers, las primeras partidas campesinas rebeldes de la región lagunera. Estos orígenes de la rebelión del norte, a cuya cabeza política aparecía Francisco Madero, están descritos y documentados en forma precisa en el ensayo El fin del viejo orden en las haciendas de México, 1911-1913, donde se presenta la figura grande de Calixto Contreras, jefe de la rebelión de Durango que llegó a comandar varios miles de jinetes, según su adversario Patrick O’Hea, quien así lo describe:
Un mechón lacio caía a un lado de su cabeza, ya en parte calva, y servía, de modo un tanto siniestro, para ocultar parcialmente su expresión. De fisonomía casi mongólica, ojos rasgados y pómulos altos, tez amarillenta, maneras calmadas y despectivas, hablar suave y lento, pero con una curiosa sonoridad, su edad era indefinible, porque lo mismo podía tener 40 que 60 años (...) No era cruel ni homicida.
A este mismo Calixto Contreras proponía Zapata a Villa designar como presidente provisional de la Convención, allá por 1915, cuando Villa a su vez le proponía nombrar para el cargo al general Felipe Ángeles: ambos candidatos, ni que decirlo, jefes en 1914 en la batalla de Zacatecas.
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Algunas historias extraordinarias refieren los ensayos donde Katz se ocupa de las relaciones de la nación mexicana con el mundo.
Tal vez la mayor, en el sentido preciso de la formación espiritual de la nación, no sea la gran hazaña de la expropiación petrolera, descrita e muchos otros lugares, sino una mucho más inasible y, sobre todo, gratuita: el apoyo sin condiciones a la República española y, al mismo tiempo, en palabras de Friedrich Katz, su solitaria postura en favor de la independencia de Austria en el momento en que los países más poderosos del mundo se habían resignado a la ocupación de mi país natal por Hitler.
El 19 de marzo de 1938, al día siguiente de la arriesgada e histórica decisión de la expropiación petrolera, el presidente Cárdenas dio instrucciones al representante mexicano en la Sociedad de las Naciones, Isidro Fabela, para que presentara la siguiente protesta: El gobierno mexicano, que ha observado siempre los principios del Pacto de la Liga de las Naciones y del derecho internacional, no puede admitir una conquista violenta, protestando de la manera más enérgica contra la agresión en cuya víctima se ha convertido la República de Austria.
Katz estudia las difíciles condiciones en que México planteó esta protesta solitaria y, por diversos caminos de análisis, busca y plantea explicaciones. Pero, al fin de cuentas, el sentido último de la medida, los motivos secretos de la protesta de México, según Katz, están en una entrada del diario personal del general Cárdenas, quien el 15 de marzo de 1938 anotaba: Finalmente, Alemania se entenderá con Inglaterra y Francia para repartirse entre sí los países pequeños de Europa. El avance del imperialismo podrá detenerse solamente cuando se unan las masas trabajadoras de todos los países para acabar de una vez con las guerras de agresión. Mientras no se haya establecido una unidad de esta clase no había ni una potencia ni un tratado que pueda detener al conquistador.
El otro gesto gratuito, único y solitario entre todos los países, de la política internacional del México de Cárdenas fue la ayuda en armas y pertrechos sin condiciones –repito, sin condiciones– a la República española y, después, al exilio republicano. A este tema está dedicado uno de los ensayos más conmovedores de este libro, aquel en el cual se relata la extraordinaria actividad de Gilberto Bosques, cónsul mexicano en la Francia de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial, quien mediante toda clase de medidas, maniobras y artilugios dio protección en dos castillos alquilados al efecto y extendió visas mexicanas a un número incontable de refugiados españoles y de otras nacionalidades.
Bosques decidió excederse ampliamente de sus instrucciones, escribe Katz. Cualquier refugiado que se le acercaba obtenía una carta del consulado mexicano en la que se declaraba que él o ella tenía una visa mexicana con la cual podía escapar de los campos de internamiento franceses antes de que la Gestapo llegara para deportarlo de regreso a Alemania. Bosques no sólo les procuraba la libertad, sino también dinero.
La figura única de don Gilberto, encarnación de una política internacional de solidaridad y apoyo a los pueblos avasallados, aparece en toda su dimensión en los recuerdos de Friedrich Katz, habiendo sido él y su familia unos de los que fueron salvados por esa política. Bosques mismo terminó internado en Alemania cuando México declaró la guerra a este país, y sólo pudo volver a su patria en 1944, en intercambio con agentes alemanes detenidos en México.
Y aquí entra, en este libro singular, la figura del muchacho que era Katz en ese año. El Katz adulto nos narra la escena del regreso de don Gilberto: Cuando se extendió la noticia de su liberación entre la comunidad de los refugiados en México, miles de los que le debían ayuda y otros que lo respetaban por lo que había hecho, como mis padres, decidieron acudir a darle la bienvenida a la estación de Buenavista, en la ciudad de México.
En esa ocasión, mis padres me llevaron con ellos, y recuerdo haber esperado durante tres horas en una noche mexicana más bien fresca. El tren se retrasó varias horas, pero ninguno de los miles de refugiados que esperaban allí de pie se fue a su casa. Cuando Bosques llegó, hubo vítores y abrazos, y miles de personas lo sacaron en triunfo de la estación de ferrocarril.
Así era México y así era entonces Friedrich Katz. Así siguen siendo, nuestro México a pesar de los pesares, y Friedrich Katz en esta obra de la espléndida madurez de su oficio de siempre.
*Texto leído en la presentación del libro Nuevos ensayos mexicanos, de Friedrich Katz, en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas, el 12 de octubre de 2006, el cual se publicó el 25 de octubre de ese año.
Elogio a la historia
Luis Hernández Navarro
Friedrich Katz llegó a México, su patria adoptiva, en 1940. Tenía entonces 13 años de edad. Desde los tres comenzó a vivir, junto a su familia, la amarga experiencia del exilio. Había pasado por Francia y por Estados Unidos. Su experiencia aquí fue fundamental. Gracias a México me hice historiador y mi trabajo sobre su historia es lo más útil que he hecho en mi vida; si volviera a comenzar haría exactamente lo mismo, dijo a La Jornada.
Su padre Lieb Katz fue un periodista e intelectual austriaco, judío, opositor socialista a la Primera Guerra Mundial, participante en la gran huelga general de Viena de 1918, integrante del Partido Comunista y antinazi. Obtuvo su doctorado con una tesis sobre La situación de los judíos en la Alemania del siglo XIV y cambió su nombre por el de Leo. Su madre trabajó de secretaria. Comunista, fue una mujer muy interesada por la música y la cultura.
Perseguido por los nazis, Leo Katz huyó a Francia, hasta donde lo siguieron su esposa y su pequeño hijo Friedrich. Colaboró con la República Española introduciendo armas. En 1938 fueron expulsados de ese país y se trasladaron a Estados Unidos. Allí, Leo devolvió al gobierno republicano en el exilio los fondos españoles que había en su cuenta.
Dos años después, el gobierno estadunidense le negó la residencia por consideraciones políticas. La familia Katz se mudó entonces a México, en donde la administración de Lázaro Cárdenas le otorgó asilo político. Aquí dirigió Tribuna israelita. En 1949 quiso irse a Israel pero finalmente se instaló en Viena, donde siguió militando en las filas del Partido Comunista.
En Francia y Estados Unidos, Friedrich asistió a la escuela pública y se vio obligado a aprender de un día para otro francés e inglés. En su casa se hablaba alemán. En México fue inscrito en el Liceo Franco-Mexicano. Se respiraba en el país en ese entonces, según el historiador, un sentimiento de optimismo entre la población, aún era el México de Cárdenas y la gente que había vivido la Revolución parecía empezar a notar los beneficios del movimiento. Y yo, aunque muy joven, sentí ese optimismo.
La formación sentimental de Katz se realizó al fragor de la experiencia del exilio en tres países, el judaísmo, el aprendizaje de lenguas e historias distintas a las natales, la erudición y la labor editorial de su padre y la participación política en las filas del comunismo. “Creo –dijo muchos años después– que mi interés por las revoluciones se debe a esas experiencias y a los escritos y novelas de mi padre”.
Irónicamente, el gran historiador sobre México no tuvo en sus primeros años de educación en el país instrucción sobre la historia del país. Sus maestros no se la enseñaban en el Liceo. Su pasión por el pasado de México se dio por oposición a la escuela francesa, porque ahí se enseñaba mucha historia de Francia, pero muy poco de la de México. Entonces empecé a interesarme y a leer a autores como Luis Chávez Orozco y Martín Luis Guzmán. Me fascinó la historia antigua de México leyendo a Bernal Díaz del Castillo, y después, precisamente por el contacto con el México de Lázaro Cárdenas, la Revolución empezó a tener dimensiones muy vivas dentro de mí.
En 1945 se fue a estudiar al Warner College en Nueva York, de donde se graduó en ciencias sociales.
Tres años más tarde entró a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) en México. “Puedo decir –aseguró a La Jornada– que es la mejor escuela entre las que estudié, comparándola inclusive con las universidades de Viena o Berlín. El nivel de la ENAH era el más alto que conocí”. A finales de la década de los 40 regresó con sus padres a Austria, se afilió al Partido Comunista y se doctoró en la Universidad de Berlín con una tesis acerca de Las relaciones socioeconómicas de los aztecas en los siglos XV y XVI. Al terminar sus estudios no consiguió trabajo por sus ideas políticas y por el antisemitismo que existía en su país de origen.
En 1962 obtuvo otro doctorado en la Universidad de Humboldt de Berlín oriental, con un estudio sobre el imperialismo alemán en México, base de su célebre libro La guerra secreta en México.
Antropólogo e historiador, se involucró con la historia, gracias a México. Desde que era estudiante de secundaria estuvo interesado en el estudio del pasado, pero fue la experiencia de vivir en este país y estudiar en la ENAH lo que le hizo descubrir su vocación.
La experiencia de vivir en la Alemania Democrática lo convenció de que el socialismo no era una realidad en Europa Oriental. La experiencia había degenerado hasta convertirse en una dictadura. En 1968 criticó la invasión soviética de Checoslovaquia.
Promotor de un socialismo de rostro humano, siguió muy de cerca la trayectoria intelectual de Ernst Fischer, heredero del austromarxismo.
Convencido de que esos regímenes no iban a hacer realidad el tipo de socialismo que él anhelaba, abandonó Europa en 1970 y se trasladó a vivir a Estados Unidos.
La obra de Friedrich Katz es fundamental para comprender la historia de México. Sus trabajos sobre la Revolución Mexicana en general y acerca de Francisco Villa en particular fijaron un canon en los estudios historiográficos. Sus dos tesis de doctorado abordaron el pasado mexicano. Escribió más de quince rigurosos y sugestivos artículos académicos sobre el país. Una parte muy relevante de sus libros fueron publicados en español por Editorial Era. Su investigación sobre el Centauro del Norte abarcó más de 50 archivos públicos y 10 privados, en cuatro idiomas y en nueve países. Concluyó, para disgusto del pensamiento rreaccionario, que el villismo fue un movimiento revolucionario genuino: no un movimiento de marginados, sino un movimiento de gente del campo que quería una transformación.
Más allá del amplio reconocimiento que disfrutó entre la comunidad académica mexicana y de los entrañables amigos que aquí tuvo, Katz fue condecorado con la Orden del Águila Azteca, el Congreso de Chihuahua lo nombró ciudadano honorario y una serie de universidades (Colima, Puebla, Michoacán) le otorgaron doctorados honoris causa.
A contracorriente de la ofensiva conservadora en la interpretación histórica, Friedrich Katz consideró a la revolución Mexicana como una revolución, por la participación masiva de grupos populares, porque no fue un simple cambio de régimen y porque destruyó al antiguo Estado. Para él, México ha tenido una historia de movimientos populares de enorme diversidad, muy diferente de las de otros países de América Latina. Una historia que muestra que, a pesar de las derrotas que han sufrido, éstos mantienen su continuidad. Decía Cicerón que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos. Con sapiencia y pasión, Katz iluminó nuestro pasado como pocos historiadores lo han hecho. Su memoria está viva entre nosotros, en mucho gracias a los muertos a los que él recordó y honró con sus ensayos.
Muere Katz, rastreador de Villa
El investigador austriaco, uno de los más distinguidos estudiosos de la historia de México y autor de una biografía fundamental sobre Pancho Villa, falleció ayer a los 83 años, víctima de cáncer.
El historiador austriaco Friedrich Katz, uno de los más connotados especialistas en la vida del revolucionario mexicano Francisco Villa, murió ayer de cáncer en Filadelfia, Estados Unidos, a los 83 años.
Profesor emérito de la Universidad de Chicago, donde impartió clases por 40 años, Katz fue distinguido por esta institución que decidió convertir su Programa de Estudios Mexicanos en el “Centro de Estudios Mexicanos Friedrich Katz”, en reconocimiento a su obra.
Su deceso fue confirmado ayer por la mañana por este centro de la Universidad de Chicago en su página electrónica, en donde se enfatiza que su trabajo sobre la Revolución mexicana “trazó profundos paralelos con las principales tendencias de la historiografía mundial”.
El investigador nació en Viena en 1927 en el seno de una familia judía. A los seis años, viajó con sus familiares a Francia buscando escapar de los nazis, para posteriormente trasladarse a Nueva York.
En una entrevista concedida a Eduardo Estala Rojas y publicada en noviembre de 2008, en MILENIO Guanajuato, Katz evoca ese pasaje de su vida. “Vivíamos en Alemania en 1933. La policía vino a buscar a mi padre, por haber escrito varios artículos en contra de Hitler. Tuvimos que huir a Francia. Los franceses nos expulsaron cinco años mas tarde, ya que estábamos refugiados. En los Estados Unidos sólo teníamos una visa temporal. Sin embargo, en México fue donde nos dieron el asilo político y en donde nos sentíamos seguros. Este sentimiento, acerca de México, me hizo interesarme por su historia”.
Su fascinación por México lo llevó a estudiar desde la sociedad azteca hasta el papel de la diplomacia mexicana durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1997 fue miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y recibió numerosos reconocimientos en México. En 1988 fue acreditado con la Orden del Mérito Académico de la Universidad de Guadalajara, y en ese mismo año el Presidente de México le entregó la Orden del Águila Azteca, la máxima condecoración que el gobierno otorga a extranjeros. En 1995 el Congreso local de Chihuahua lo nombró ciudadano honorario de dicho estado.
El investigador impartió cátedra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Universidad de Texas y en la Universidad de Berlín.
La obra histórica y literaria que deja Friedrich Katz es muy amplia: publicó innumerables artículos y libros, en su mayoría traducidos al español, sobre el mundo prehispánico y la Revolución mexicana.
Destacan: La guerra secreta en México, Pancho Villa, Revuelta, Rebelión y Revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX.
A Katz le sobreviven su esposa Jana, su hija Jacqueline Ross, su hijo Leo y cuatro nietos.
Fascinación por héroes mexicanos
En diversas ocasiones Friedrich Katz hizo referencia a su fascinación por personajes como Francisco Villa y Emiliano Zapata, quienes “eran totalmente distintos a otros grandes revolucionarios del siglo XX. Lenin, Mao Tse Tung y Ho Chi Min tenían una formación intelectual y dirigían organizaciones políticas. Villa, en contraste, era un semianalfabeta, nunca estuvo en una escuela primaria, sin embargo, logró encabezar un ejército de 60 mil a 80 mil hombres, transformar un ejército de guerrilla a un ejército regular, administrar un estado avanzado como Chihuahua, ganarse un tremendo apoyo popular, incluso ganarse por un tiempo el respeto de los Estados Unidos”.
Para el estudioso austriaco, Villa junto con Moctezuma y Benito Juárez, es el mexicano más conocido en el mundo. “Uno de los aspectos más difíciles fue separar la médula histórica de la leyenda. A él mismo le gustaba mucho su leyenda: estableció un contacto con Hollywood, donde mucho de su vida eran aspectos legendarios. Esto me intrigó enormemente”.
En 1998 publicó Pancho Villa, (Editorial Era) considerado uno de los estudios fundamentales y más completos sobre el revolucionario mexicano.
Independencia y Revolución
Cuestionado sobre el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, Katz respondió a MILENIO Guanajuato: “Toda mi vida se ha concentrado en la historia de México. Para México el recuerdo de estas dos fechas es de enorme significado porque en los dos casos tuvo una historia única. Los movimientos de Independencia que tuvieron lugar en toda la América Latina fueron básicamente movimientos de clase media, pero ningún movimiento similar a la gran revolución popular bajo la batuta de Hidalgo y Morelos.
La Revolución mexicana de 1910 tuvo de nuevo, como había sido el caso en 1810, una participación tremenda e inusitada en América Latina de las clases populares. Para mí el significado principal de este evento es que las clases populares de México tomen conciencia de su fuerza y posibilidades.
“Como muchos otros problemas, tanto la Independencia como la Revolución mexicana plantearon, especialmente, el problema de la miseria, que no se ha resuelto. Sólo puedo esperar que a pesar de todos estos obstáculos, el país pueda avanzar en resolver su problema principal: la miseria”.
México. Notimex y redacción
La contribución histórica de Friedrich Katz
TANALÍS PADILLA *
El trabajo de Friedrich Katz quedará como un eje central en la historiografía mexicana. Su meticulosa investigación, su capacidad interpretativa y el serio respeto que caracterizan su relación con el sujeto histórico dejan una riqueza de conocimiento y uno de los mejores ejemplos de la calidad profesional en la disciplina de historia.
Más que su cantidad, las obras de Katz destacan por la profundidad y amplitud con que abarcan los temas. Basándose consistentemente en un análisis a partir del materialismo histórico, sus trabajos son mucho más que un rescate de complejos episodios históricos. Su ingenio consistía en aplicar una sofisticada metodología sin abundar en largas disertaciones teóricas. Al contrario, aplicando técnicas comparativas, ejes globales, matizando estructuras regionales y combinando métodos de historia social y económica, construyó un pilar central en la historiografía mexicana.
Son pocos los académicos que escriben sobre momentos históricos tan distintos como el siglo XV y el siglo XX. Son aún menos los que lo hacen bien. Una de las virtudes del trabajo de Katz es que, en vez de presentar los hallazgos de su investigación como punto final, los contextualiza en un diálogo constante entre las preguntas planteadas desde diferentes tradiciones analíticas y las teorías y fuentes disponibles. Así, el estudio comparativo de los incas y aztecas que Katz publica en los 60 tiene una importancia analítica cuyas conclusiones no quedan desmoronadas con el descubrimiento de nuevas fuentes o el desarrollo de nuevas teorías.
En el ámbito de historia internacional, Katz destaca por su multifacética forma de analizar la Revolución Mexicana. La guerra secreta en México (Era, 1982) es importante no sólo porque analiza la forma en que Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran Bretaña intentaron utilizar el conflicto en México para sus propios fines, sino porque desde nuestro país muestra que los conflictos internacionales se manipularon con fines nacionales. La guerra secreta, publicada en 1981 en Estados Unidos, hace lo que la nueva historiografía diplomática ha considerado necesario sólo recientemente: entender los procesos nacionales en el llamado tercer mundo en sus propios términos y no como un simple reflejo de las intervenciones de las grandes potencias.
Katz dedicó gran parte de su vida al estudio del México rural porque reconocía los movimientos populares como claves para comprender la historia. Revuelta, rebelión y revolución (Era, 1990), coordinado por Katz, reúne una serie de trabajos que en su conjunto abarcan desde las rebeliones precolombinas hasta procesos agrarios en la década de 1930. El volumen abarca cinco grandes cuestiones: ¿Quiénes fueron los rebeldes? ¿Cuáles fueron los principales motivos de las rebeliones rurales? ¿Cuáles fueron las consecuencias de largo y corto plazo? Y, finalmente, ¿es México excepcional en el grado y número de revueltas agrarias en comparación con el resto de Latinoamérica?
Las conclusiones, brillantemente sintetizadas por Katz, merecen atención: en su totalidad, a pesar de su derrota militar, los revolucionarios agrarios pudieron lograr –sobre todo a corto plazo– más de lo que tradicionalmente se suponía. Esto fue el caso, aunque otros grupos –los criollos, en la Independencia, y la burguesía, en la Revolución– se hayan beneficiado aún más. En términos comparativos, lo significativo de las rebeliones campesinas en México, escribe Katz, no es necesariamente su cantidad, sino su injerencia en revoluciones nacionales. Los movimientos agrarios han sido así fundamentales en el desarrollo de la historia mexicana.
Es probable que Pancho Villa (Era, 1998) sea la obra más recordada de Katz. Este voluminoso tomo es mucho más que una biografía del Centauro del Norte. La vida de Villa es el eje central del libro. Pero la obra abarca un contexto mucho más amplio: su movimiento revolucionario en comparación con otras tendencias; el impacto que el villismo tuvo como ideología y como movimiento social en Chihuahua, México y Estados Unidos; las estrategias y posibilidades militares y las implicaciones de operar en la frontera con Estados Unidos. Todo esto nos ofrece un acercamiento a una de las figuras más controvertidas en la historia mexicana.
Uno de los mayores retos para escribir sobre Villa –nos dice Katz– ni siquiera fue el desorganizado, disperso o destruido estado de los archivos, sino extraer la verdad histórica de tantas capas de leyenda y mito que rodean su figura. “Sean correctas o incorrectas, exageradas o verídicas –escribe Katz–, uno de los resultados de estas leyendas es que el dirigente ha opacado el movimiento y los mitos han opacado al dirigente”. Como en el resto de sus obras, Katz no llena su texto de jerga académica ni se detiene a teorizar sobre el discurso. El entorno social de Villa aparece sin los grandes rodeos de las tendencias culturalistas. Así, a pesar de ser voluminoso, Pancho Villa se lee con facilidad y de sus páginas emerge un líder revolucionario de brillante inteligencia, comprometido con los pobres y de fuerte –a veces excesivo– temperamento.
La obra es un vivo ejemplo de la importancia de los movimientos agrarios en México, ya que no sólo nos brinda un claro retrato de las transformaciones socioeconómicas regionales que produjeron a una figura como Villa, sino cómo el villismo afecta el curso de estas condiciones.
Katz frecuentemente expresó su admiración por el carácter vivo que seguía teniendo la Revolución en el presente mexicano. En esta celebración de su centenario, leer a Katz es parte de mantener viva esa historia.
* Profesora de historia de Dartmouth College. Su más reciente libro es Rural resistance in the land of Zapata: The jaramillista movement and the myth of the pax-priísta, 1940-1962 (Duke University Press, 2008).
Friedrich Katz, historiador de México* (1927-2010)
ENRIQUE FLORESCANO
Friedrich Katz visitó por primera vez México en 1940, cuando tenía 13 años, expulsado por las persecuciones nazis que afectaron y dispersaron a su familia. Regresó en 1948 y estudió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Estos contactos iniciales marcaron el resto de su vida. Su tesis doctoral fue un estudio sobre la situación social y económica de los aztecas que concluía con un capítulo dedicado a comparar la sociedad azteca con el reino de los Incas en Perú.1
Los años de 1940 a 1960 fueron decisivos en su formación. En ese tiempo vivió la Segunda Guerra Mundial, saltó de un país a otro, aprendió varios idiomas, conoció los últimos años del gobierno de Lázaro Cárdenas, y tuvo un primer contacto con los archivos vinculados al tema que desde entonces absorbió su atención: las grandes transformaciones sociales, económicas y políticas que cambiaron la historia mexicana.
Su interés por la historia de México tomó un camino irrevocable en 1956, cuando inició en la Universidad Humboldt de Berlín una investigación sobre las relaciones entre Alemania y México durante el gobierno de Porfirio Díaz y el inicio de la revolución de 1910.
Mi primer contacto con Friedrich Katz fue como lector, recorriendo las páginas de su libro sobre la organización social y económica de los aztecas. Me impresionó entonces su ambición para enfrentarse a problemas históricos complejos, y su interés por comparar los procesos históricos mexicanos con fenómenos semejantes ocurridos en otros países.
Más tarde tuve la suerte de tratarlo personalmente. En las décadas de 1960 y 1970 se discutía mucho en México sobre las diversas interpretaciones de la historia y era frecuente que esas conversaciones terminaran con los participantes atrincherados en posiciones irreductibles y enemigas.
Conversar con Friedrich Katz era otra experiencia. Participaba en esos debates pero llamaba la atención verlo transformar el alegato en diálogo, o extraer aspectos positivos de posturas a primera vista irreconciliables.
Otra impresión grata fue ver esas cualidades transportadas al libro que tituló La guerra secreta en México.2 Los conflictos diplomáticos que suscitó la Revolución mexicana habían sido objeto de numerosos estudios, pero hubo que esperar la aparición de esta obra para develar el tejido de intereses políticos, económicos y diplomáticos internacionales que confluyeron en el escenario de la Revolución mexicana, un escenario suficientemente convulsionado como para que en él se pusieran a prueba las más diversas estrategias ideadas por las grandes potencias para definir su hegemonía en el escenario mundial.
El libro de Katz se funda en una impresionante documentación colectada en archivos de México, Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Cuba y España, recorre los conflictos internacionales que agobiaron a los gobiernos de Porfirio Díaz, Madero, Huerta y Carranza, y explica de manera brillante las múltiples presiones desencadenadas por las grandes potencias para imponer sus intereses en México, o para mover ahí una pieza importante conectada con el más complicado tablero internacional en el que se jugaban las partidas decisivas que culminaron en la Primera Guerra Mundial. La guerra secreta expone magistralmente la intervención de las intrigas políticas y diplomáticas en la configuración de la Revolución mexicana, y arroja luz sobre las pugnas que opusieron a las grandes potencias en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial.
Añade otras cualidades que la convirtieron en obra indispensable para conocer los mecanismos que modelaron el transcurso de la Revolución mexicana. Una de ellas es la descripción precisa de los hechos particulares y su vinculación con los procesos económicos, políticos o sociales mayores, de tal manera que unos y otros aparecen con su fisonomía propia y mutuamente se distinguen y explican. Mediante el análisis virtuoso de lo particular con los marcos más amplios que lo contienen, Katz pone en relación procesos históricos que la historiografía académica con frecuencia registra distanciados uno del otro.
En La guerra secreta Friedrich Katz se impuso la exigencia de explicar procesos considerables, como los imperialismos, los mecanismos de la guerra y las reacciones nacionales ante las presiones externas. En esa dilatada indagación descubrió datos extraídos de archivos inexplorados que enriquecieron el conocimiento anterior. Al unir estas variadas operaciones y conjugarlas en una exposición elegante, su libro nos transmite la sensación del cambio en la historia, muestra la transformación que operan las fuerzas de la historia en un escenario geográfico y humano específico.
Pancho Villa, el libro que culmina su larga indagación sobre la revolución mexicana, es, como se dice en francés, un tour de force, una hazaña intelectual.3 Como lo indica su título, se trata de un estudio concentrado en la vida y las acciones de este personaje legendario. Pero es mucho más que una biografía.
El talento del historiador convirtió el trazo biográfico en un gran lienzo que capturó los rasgos esenciales de un proceso que abarca el fin de un régimen, el origen de un movimiento revolucionario en el extremo norte del país, la inusitada transformación de un prófugo de la ley en jefe de ejércitos poderosos y en figura política nacional, la cruenta lucha por el poder entre los bandos surgidos de la revolución y el significado de estos episodios extraordinarios en el movimiento general que llamamos revolución mexicana.
Pancho Villa acumula en sus páginas muchas de las virtudes que admiramos en el oficio de historiador. Pero uno de sus rasgos más notables es su maestría para acercarnos a esa multitud de actores que se dan cita en los escenarios más diversos y contrastados, y motivados por impulsos internos o colectivos, o empujados por circunstancias inescapables, van construyendo el confuso y precipitado momento revolucionario.
Katz recoge los innumerables testimonios sobre Villa, así los mitos como los datos duros. Aplica ese procedimiento escrupuloso a los grandes personajes y a los actores de las clases medias y populares, y lo mantiene en la recreación de las batallas o en el balance de las administraciones revolucionarias. Y es aquí, en la acumulación exhaustiva de los datos, en el fino tratamiento individualizado de cada uno de ellos, en el análisis meticuloso de las distintas versiones de los hechos, y en la equilibrada reconstrucción de los acontecimientos, donde brilla el talento del historiador.
Una de las primeras reacciones del lector de Pancho Villa es la de agradecimiento por la inconmensurable cantidad de datos que se le ofrecen, y por la presentación elegante y razonada que de ellos hace el autor. Friedrich Katz procede con honradez y gentileza frente al lector, pero no evade proponer su propia interpretación de los personajes y los acontecimientos. Y aquí también brinda otra lección, porque su escritura se convierte en una exposición clara y persuasiva. La suma de esas virtudes convirtió a Pancho Villa en una obra magistral, en un venero de enseñanzas para el historiador.
Quiero expresar mi agradecimiento a los promotores de este homenaje porque me brindaron la ocasión de leer por segunda vez este libro aleccionador, y porque me han dado la alegría de rendir mi homenaje personal al historiador Friedrich Katz.
* Este breve ensayo que escribí en el año 2007 será incluido en el libro de Homenaje a Friedrich Katz próximo a publicar por El Colegio de México.
1Esta tesis se publicó en México con el título de Situación social y económica de los aztecas durante los siglos XV y XVI. Universidad Nacional Autónoma de México, 1966.
2 La primera versión de esta obra fue la tesis Deutschland, Diaz and die Mexikanische Revolution. Berlin, 1964. Más tarde enriqueció esta investigación y la publicó bajo el título de The Secret War in Mexico. Europe, the United States and the Mexican Revolution. The University of Chicago Press, 1981. Un año después la editorial Era la publicó en español: La guerra secreta en México. Europa, Estados Unidos y la revolución mexicana. 2 volúmenes.
3 La primera edición de esta obra se hizo en inglés, The Life and Times of Pancho Villa. La Editorial Era la publicó con el título de Pancho Villa. 1998, 2 tomos.
El austriaco villista
Salvador Hernández Velez
• 22-Octubre-2010
• Tuve la fortuna de conocer a Friedrich Katz en la Universidad de Harvard, en 1993. Coincidimos en Boston en un encuentro con estudiantes mexicanos de los postgrados que dirigían él y John Womack Jr. El tema de análisis fue el impacto de las modificaciones al Artículo 27 constitucional. Participé con una ponencia representando al entonces dirigente nacional de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Hugo Andrés Araujo de la Torre.
Como antecedente menciono que en enero de 1992 se publicó el decreto mediante el cual se modificó el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y el 26 de febrero del mismo año se promulgó la Ley Agraria. Los invitados mexicanos fueron el Procurador Agrario, Arturo Warman, y el Subsecretario de Planeación de la Sagarpa, Luis Téllez; Luis Meneses y Javier Gil Castañeda de la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas Autónomas (UNORCA) y Margarito Montes, de la Unión General Obrera, Campesina y Popular.
Fueron dos enriquecedores días de convivencia con John Womack y Friedrich Katz. Este último, estudioso austriaco nos comentó, en las comidas, su trabajo sobre Pancho Villa. El acercamiento fue posible gracias a mi relación con el doctor Warman, a quién conocí en 1988 en Torreón en la presentación de su libro “La historia de un bastardo, maíz y capitalismo”. Por fortuna, ya había leído algo de la obra de Katz por recomendación de Jesús (Chuy) Vargas Valdés, compilador y autor de “Tomochic:
• La Revolución Adelantada (1891-1892)”, en la cual deja constancia del heroísmo social de un pueblo de Chihuahua que luchó contra el sistema porfirista.
En esa ocasión le comenté al biógrafo villista mi amistad con Chuy Vargas, lo tenía muy presente porque el grupo de historiadores de Chihuahua era un referente en sus trabajos sobre Villa. Vargas en los años 90 emprendió con otros investigadores un trabajo que les permitió rescatar el pensamiento agrarista del villismo. Además, recopilaron los corridos de la época villista en Chihuahua y publicaron un recetario de la cocina regional de ese estado, una muestra culinaria sencilla y sobria, pero con una gama de sabores resultado del proceso de deshidratación del chile, del maíz o de la carne. Este trabajo histórico regional siempre fue muy valorado por Katz, por su dificultad, pues fue necesario rastrear la vida de Villa, no dejó archivos. El Congreso de Chihuahua reconoció a Katz y lo nombró ciudadano honorario del estado.
Mi último encuentro con Katz fue en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, en Saltillo, en la presentación de su libro “Pancho Villa”. Lucrecia Solano y Javier Villarreal Lozano lo invitaron. Entre los aspectos que relató fue aquella decisión de Villa de abandonar las negociaciones sobre el armisticio con el Gobierno Federal y el traslado a la cuenca carbonífera en Coahuila para tomar las minas y presionar las condiciones de deposición de las armas y su retiro a la Hacienda de Canutillo.
Katz fue un acucioso estudioso de la Revolución Mexicana. En una de sus entrevistas le preguntaron: ¿Ha fracasado la Revolución Mexicana?, a lo que respondió: “Es algo que no se puede decir. Si le preguntan a un mexicano de 1940, le diría que no fracasó. Y es que la Revolución, hasta 1940, tuvo como resultado una profunda reforma agraria y millones de campesinos beneficiados. Hubo un tremendo auge de la educación, sobre todo de las clases populares. Y hubo una política de nacionalizar el petróleo que ayudó a México para dotarlo de energía barata y controlar su riqueza. Diría que en 1940 no se puede hablar de fracaso”.
También Katz sostiene: “La Revolución Mexicana sigue teniendo legitimidad. Tenga por seguro que nadie va a cambiar el nombre a la avenida Francisco I. Madero por el de Porfirio Díaz, y nadie va a cambiar la avenida de Francisco Villa por la de Victoriano Huerta. Es decir, en la mente popular, la Revolución sigue teniendo legitimidad”.
Al término de dicha presentación recordé con el historiador aquel encuentro en Harvard. Ahora, a más de una década, agradezco la suerte de haber conocido a este gran personaje, apasionado de nuestra historia, multi premiado por su obra e investigación. Gracias a Katz, por dedicar gran parte de su vida a estudiar nuestra historia y dejarnos el mejor legado sobre Pancho Villa.
sábado, 23 de octubre de 2010
Bucareli 1923
Recopilado por Juan Ramon Jimenez
Economista de la UNAM
Con estudios en Chicago, New York y San Antonio
Premio Nacional de Periodismo de Investigacion 2003
Club de Periodistas de Mexico
Candidato Ciudadano a Gobernador de Coahuila en el 2006
Presentamos copias de las páginas, de la 216 a la 237, con la interesantísima cuanto AUTORIZADA exposición que hizo aquel limpio y honesto revolucionario, Adolfo de la Huerta, a la sazón Secretario de Hacienda, sobre LOS TRATADOS DE BUCARELI, en donde condena tan bochornosos convenios y califica sin ambages a Álvaro Obregón de TRAIDOR A LA PATRIA, llegando a gritárselo en su propia cara. El contexto fue que dichos Tratados tenían como objetivo echar abajo el articulo 27 de la Constitución, terminar con los impuestos a la producción y exportación de petróleo que primero Limantour (Secretario de Hacienda de Porfirio Díaz), luego Madero y finalmente Carranza le impusieron a las petroleras asentadas en la Faja de Oro, que tenia como ciudad principal a Tampico, Tamaulipas. La firma de dichos tratados, significó la muerte de Francisco Villa, que fue una condición de la Comisión Negociadora de los Estados Unidos, pues temían que el Centauro del Norte, abandonara su pacifismo y se uniera a la Rebelión Delahuertista. Cárdenas participó en la conspiración contra Carranza quien fue asesinado en 1920 por Herrero, con las ordenes de los altos mandos militares encabezados por Álvaro Obregón y con el dinero de las petroleras extranjeras, inmediatamente después del asesinato de Carranza vinieron en 1923 los Acuerdos de Bucareli en donde Álvaro Obregón cedió en todo a las peticiones de las petroleras, es decir derogó los impuestos que le había aplicado Carranza a las petroleras, se comprometió a no aplicar el artículo 27 constitucional durante 50 años, que los ingresos de exportación se dedicaran a indemnizar a las familias extranjeras de nacionalidad estadounidense y británicas que habían sido afectadas por la revolución y el resto para el pago de la deuda extranjera yen los protocolos secretos de dichos acuerdos se comprometía a no extraer el gas natural de los yacimientos de la zona fronteriza con Texas ( la Cuenca de Burgos). La producción petrolera se quintuplicó entre 1924-1927 y ya en 1930 la Shell había descubierto el giga-yacimiento Poza Rica que duró hasta el año de 1968 y que tuvo una producción acumulada de 961 millones de barriles.
LOS TRATADOS DE BUCARELI.
Tema ha sido este para muchos y muy diversos artículos periodísticos en los que se ha expresado, desde la condenación más absoluta y severa fundada en sentimientos de patriotismo, dignidad nacional y honradez, hasta el aplauso desvergonzado de los remanentes de un régimen culpable de grave error.
Y entre uno y otro extremo, ha habido apreciaciones más o menos justas, más o menos bien intencionadas, pero en la mayor parte de los casos desorientadas, ya sea por la pasión política, ya por la falta de conocimiento de la naturaleza intima de esos bochornosos convenios, ya por una errónea valorización de lo que significa la soberanía de una nación.
Escritos ha habido que nos han hecho pensar que hay escritores que tienen un concepto elástico del decoro y la honradez; elasticidad que es para nosotros inaceptable y que es tan solo un paliativo de quienes pretenden ser benévolos con los prevaricadores o están desorientados porque juzgan de hechos pretéritos, que se han mantenido en la sombra del cuasi-secreto y que solo han trascendido en perfectamente al conocimiento del público.
No es nuestro propósito hacer en este libro un análisis de los fatídicos convenios o tratados; nos limitaremos, por el momento, a señalar de manera sencilla y clara las limitaciones de tales arreglos son violatorios a nuestra soberanía nacional y por ende, inaceptables. Y que no se argumente, como se ha pretendido, que el sacrificio que ello implicó estaba justificado por el fin que se perseguía, que era el de obtener el reconocimiento de los Estados Unidos, pues ya se ha visto que tal reconocimiento estaba de hecho prometido por conducto del señor De la Huerta, SIN TRATADO NI CONDICIÓN PREVIA.
Es decir, que lo que honorable y dignamente había conseguido ya don Adolfo de la Huerta, fue desecho para sustituirlo por un convenio el cual se compraba el reconocimiento al precio de nuestra dignidad, nuestro decoro y nuestra soberanía nacional.
Pani, que fue el genio maléfico detrás de esa maquinación, logró deshacer el casi hecho acuerdo de los Estados Unidos, conseguido por lo visita del señor De la Huerta a Washington; convenio que dejaba inmaculada nuestra dignidad nacional y ponía una aureola de gloria en la cabeza del patriota gestor.
Y para sustituir aquellos arreglos hechos ya casi por conducto de un hombre patriota y honrado. Pani insinuó, sugirió y piloteo los arreglos de Bucareli, que dejaron nuestra dignidad nacional muy mal parada, que dieron a los extranjeros derechos que no tenemos los nacionales, que en una palabra, trajeron una hola de bochorno sobre nuestro infeliz país, pero dejaron satisfecha la asquerosa vanidad y la envidia de uno, los celos políticos del otro, y sobre la cabeza de ambos, el eterno oprobio de quienes vendieron los intereses patrios confiados a sus pecadoras manos para satisfacer pasiones despreciables.
Y no quiero extender más el comentario personalísimo mío que constituyen las anteriores líneas.
Dejo nuevamente la palabra al patriota ecuánime y bondadoso que sin el apasionamiento que yo no puedo reprimir, nos ha de relatar todo lo que es poco sabido o totalmente ignorado, de esa fase importante de nuestra historia patria.
“A principios del año de 1921, una tarde recibí aviso del general Obregón llamándome para concurrir al castillo de Chapultepec. Acudí y me encontré ahí con el general Calles, que entonces ocupaba la cartera de Gobernación. Obregón nos dijo:
“Los he citado para tratar un asunto de trascendencia: el gobierno americano propone la designación de dos comisionados americanos para que con dos comisionados mexicanos nombrados por nosotros, discutan, aquí en México, los asuntos pendientes entre los dos gobiernos, los daños causados por la Revolución a los intereses americanos y la forma en que ha de desarrollar la política el gobierno de México a esos mismos intereses.
“Inmediatamente rebatí la proposición diciéndole que era inconveniente que les concediéramos derechos extraterritorialidad a los extranjeros par que vinieran a juzgar nuestros actos relacionados con ellos y determinar la justicia que a ellos les asistiera. Que por ningún concepto deberíamos aceptar la intromisión de elementos extraños en nuestra política para definir nuestros actos en ese campo y que debía rechazarse inmediatamente la proposición.
“Calles oyó circunspecto mis argumentos, y luego dijo: - “tiene razón Adolfo y debemos desechar esa proposición. ¿Quién te la trajo?
“El ingeniero Pani – contestó Obregón- “pues despecha a Pani con cajas destempladas y dile que ya no somos de los suyos- “vamos” – dijo Obregón- a buscar la manera de rechazar esto sin lastimarlos porque parece que vienen de buena fe.
“Sí –conviene-, no creo que haya mala fe; lo que hay es desconocimiento de nuestras leyes. Ya en la época de Venustiano Carranza se me presentó un caso análogo a este, por eso no tuve necesidad ni de pensar sobre el particular.
Y le referí a grandes rasgos el decreto del 10 de mayo de 1913, derogado por Carranza por las objeciones que en el mismo sentido le presenté, diciéndole que era el sentir de los Sonorenses que no debería sustituirse la Comisión Nacional de Reclamaciones establecida en la época del señor Madero por las Comisiones Mixtas a que se refería el decreto de 10 de mayo de 1913 que, al derogarlo en declaraciones que les hizo a dos corresponsales extranjeros, motivó una de las reclamaciones que vino a presentar el Dr. William Bayard Hale en Nogales, a fines de 1913, actuando como comisionado personal de Wilson.
“Así se deshizo el primer intento de formar las comisiones mixtas, pero posteriormente, cuando yo había regresado de firmar los arreglos con los banqueros internacionales relativos a nuestra deuda y que fueron conocidos por convenios Lamont-De la Huerta, después de haber visitado Wasington por expresa insistencia del presidente de los Estados Unidos y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país para que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento, y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país par que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento y habiendo conseguido éxito completo, según refiero en otro lugar, me fui por tres días a mi Estado de Sonora y estando allá, leo en la prensea que el plan primitivamente propuesto por Estados Unidos y que se desechó después de aqulla conferencia en Chapultepec, volvía a revivirse para sustituir los arreglos que yo había hecho y lograr así Pani salirse con su propósito de llevar a cabo el plan que rechazamos Calles y yo.
“Inmediatamente puse a Obregón un telegrama de protesta por lo indebido del camino que se tomaba, más cuando ya estaban fijadas las bases, después de mis entrevistas con Harding y con Hughes sin tratado previo y sin necesidad de incluir en el mismo cláusulas como las incluidas después en los Tratados de Bucareli, que echan por tierra todas las instituciones en lo que se refiere a los extranjeros. Dos telegramas más envié a Obregón y éste, finalmente, me contestó diciendo que posiblemente había cometido un error, que me trasladara rápidamente a México para conferenciar con él.
“Cuando llegué a México, me encontré con Obregón aparentemente preocupado. Me dijo:
-“He tomado nota de tus aclaraciones. ¿Cuál es, en tu concepto, la solución a esta situación?
-“Pues he pensado mucho en todo el camino y creo que una vez ya embarcado en este asunto, comprometido a que vengan esos señores a cambiar impresiones contigo (me refería yo a Warren y Payne), los trates con toda clase de cortesías, como si fueran dos periodistas que viniesen a inquirir sobre nuestra situación y que tú les dieras declaraciones interiorizándolos de las razones que se han tenido para legislar en la forma que ha legislado México y cómo van a sostenerse nuestros principios y nuestras leyes. Que Paní se encargue de atenderlos, organizarles sus fiestecitas y después despacharlos con viento fresco: porque no creo conveniente que estos señores vengan a inquirir sobre nuestras leyes, a dictarnos condiciones y menos a formalizar arreglos que vengan a constituir, al protocolizarse, el tratado previo que es de lo que me defendí tanto en mis pláticas con Harding y con Hughes.
“Obregón aceptó el plan y me dijo:
-“Así lo haremos; puedes estar tranquilo y yo procuraré sostener la misma tesis que tú sostuviste en Washington.
“Tranquilizado, me dediqué a mis trabajos en la Secretaría de Hacienda que, después de los arreglos de la deuda pública por cinco años, me daba el contrato de 16 de junio, para organizar nuestras finanzas y hacer las proposiciones para el banco que había tratado con los banqueros europeos y americanos; proponer ya otro plan para la conversión y consolidación de nuestra deuda pública; y dejé a aquel par de señores que trataran con los comisionados que se habían nombrado aquí, que eran González Roa y Ross, dirigidos por Pani.
“Las primeras pláticas y conferencias (según me di cuenta después) iban bien encarriladas, defendiendo los puntos de vista que yo mismo había defendido en los Estados Unidos y sosteniendo nuestra legislación y tratando de que esos señores no interfirieran con nuestra política interna. Sin embargo, por las aclaraciones que les hacían se veía ya cierta supeditación, porque, sin tener derecho para ello, hablando en forma dura respecto a la legislación mexicana, orientaban (Warren y Payne) la política hacia las conveniencias de ellos.
“Pasó algún tiempo; creí que ya estaban próximos a retirarse, cuando me enteré por la prensa de una gran recepción que se organizaban en honor de ellos y que, entrevistados estos delegados americanos, dijeron que todavía tenían materia para tratar por un mes más. Me llamó la atención todo aquello, pero sin darle mayor importancia, esperé el desarrollo de los acontecimientos con la mente ocupada en los asuntos aquellos trascendentales que yo tenía a mi cargo.
“Ya en el mes de agosto de 1923, se me acercó el general Ryan, que era, además de presidente de los petroleros, representante personal de Mr. Harding; es decir, lo había sido y creo que continuó siéndolo de su sucesor Mr. Coolidge. Se me presenta, pues, el general Ryan diciéndome:
Ya se terminaron los arreglos y ya están firmadas las actas.
“Obregón se había comprometido conmigo a que no se firmara nungún documento y que fueran únicamente declaraciones que se les hicieran a estos señores tratándolos como si fueran periodistas. Ese había sido el acuerdo. Así es que, al decirme el general Ryan que ya estaban firmadas las actas, me vino honda preocupación.
-“ ¿Cómo las actas, general?
-“Si; las actas en las que se estipulan las condiciones dentro de las cuales va a encauzarse la política de México.
“No quise prolongar más la conversación; no quise comunicarle mis impresiones ni hacer comentarios. Me excusé, y ya nervioso, fui a ver al general Obregón, diciéndole:
“Oye, Álvaro, me acaban de informar que se han firmado actas en las conferencias de Warren y Payne con González Roa y don Ramón Ross, dizque dirigidos por Pani – pues esa aclaración me la había hecho el general Ryan.
“No –me dijo-, te han engañado. Únicamente se hicieron unos memoranda para que resultaran iguales las declaraciones que vamos a hacer aquí y las que han de hacerse en los Estados Unidos.
“Hombre –repliqué- me tranquilizas, porque me había yo alarmado.
“No hay por qué; te han engañado; no hay tales actas.
“Di media vuelta, pero se me ocurrió solicitar de él que se me enseñaran los memoranda esos.
“Yo le diré a González Roa – me contestó – que te mande una copia.
“Me vine pensando porque noté algún desconcierto en Obregón. No me pareció que me estaba diciendo la verdad; la conocía muy íntimamente y al llegar a mi oficina llamé a mi secretaria particular Julieta Tovar y le dije: “Julieta, se me va inmediatamente en su automóvil a ver a González Roa y le dice que con autorización del presidente de la República, o por acuerdo de él, como le parezca a usted mejor, me envíe una copia de todo lo que se ha hecho en las conferencias”.
“Se fue Julieta y volvió con las copias de todas las actas que se habían firmado. Comencé a leerlas y al principio un poco tranquilo porque veía que no era mala la orientación; pero a medida que adelantaba veía como iban perdiendo terreno los nuestros y cómo los delegados Warren y Payne iban imponiéndose y nulificando toda nuestra legislación, declarando además que el artículo 27 no se iba a aplicar retroactivamente y que los americanos se reservaban el derecho de recurrir al amparo diplomático, cuando el artículo 27 establece que todo propietario en México, en cuestiones de tierras, renuncia a la protección de su país y todas las irregularidades que contienen los arreglos, además de que protocolizado todo eso ya venía a constituir el tratado previo que yo había conseguido no celebrar en mis pláticas con Harding y con Hughes y volvía así a imponérsele a México la condición de un tratado para que pudiese ser reconocido, tratado en el cual estaban estipuladas todas esas cláusulas que vulneraban nuestra soberanía y afectaban nuestra legislación al grado de que echaban por tierra nuestra Constitución. De hecho no quedaba ya la Constitución rigiendo para los extranjeros”.
Y aquí es oportuno reproducir algo publicado hace pocos años y que confirma las palabras del señor De la Huerta:
RECUERDOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA *
CAPITULO XXVI
Por Fernando López Portillo, que fue secretario particular del extinto divisionario sonorense Arnulfo R. Gómez.
LOS TRATADOS DE BUCARELI
CONTINUAN las sensacionales revelaciones del señor don Adolfo de la Huerta, tomadas de sus “Apuntes personales”.
Dicen así:
“Después supe –porque me lo refirió Froylán C. Manjarrez en Tabasco- que Martín Luis Guzmán, con interés periodístico, tomó la copia de mi renuncia que había dejado en mi casa, adonde frecuentemente llegaba de visita, y la insertó en su periódico.
“Esta –llamémosle indiscreción de Martín Luis Guzmán- hizo creer a Obregón que yo, faltando a mi palabra empeñada con él, había dado a la publicidad aquel documento, y de allí su resolución de no aceptar la conferencia que se proyectó en El Fuerte.
“Ya separado de la secretaria recibí aviso anticipado de los ataques que en mi contra preparaba el general Obregón y que aparecieron en los primeros días de octubre, antes de que yo aceptara mi candidatura para la Presidencia de la República”. Firmando: Adolfo de la Huerta.
El licenciado Aarón Sáenz, refiriéndose a las declaraciones anteriores del señor De la Huerta, y haciendo referencia a unos mensajes cambiados entre Secretario de Hacienda, Sr. Don Adolfo de la Huerta, y el presidente Obregón, relacionados con los convenios de Bucareli, manifestó: “que hay suficientes documentos oficiales que con su solo sereno análisis y conocimiento, bastaría para colocar a cada quien en la situación de responsabilidad que puede corresponderles en su actuación pública en relación con tan trascendental problema”.
“Aún cuando los mensajes correspondientes tuvieron el carácter de confidenciales, por tratarse de un debate de interés histórico que importa fundamentalmente sea conocido por la opinión pública mexicana, considero que deben ser publicados, ya que esto facilitará una orientación completa sobre este importante tema”.
El licenciado Sáenz se refiere al mensaje que el señor De la Huerta, que fue Secretario de Hacienda, en el gabinete del Presidente Obregón, dirigió al expresado presidente, “dándole a conocer sus puntos de vista sobre la conveniencia de la celebración de dichas conferencias, al conocer por medio de la prensa americana, que informó sobre “puntos que trataranse en conferencia México-Americana en la capital de la República”.
El mensaje al que se refiere el Sr. Lic. Sáenz, lo transcribo íntegro: “C. Gral. Álvaro Obregón, Presidente República. Muy confidencial. Acabo de leer en noticias de prensa que el “American” de hoy, de Nueva York, informa sobre puntos que trataranse en conferencia México-Americana en esa capital. No le doy crédito a información que dice trataranse entre otros los puntos siguientes: primero: solución, controversia, chamisal. Segundo: creación, tribunal arbitraje para reconocer reclamaciones ciudadanos americanos. Tercero: discusión acerca decisión, Congreso sobre tierras y materias minerales con respecto al artículo 27 para determinar si se ha interpretado razonablemente la no intromisión respecto a tierras agrícolas”. Como secretario de Estado actual administración, me siento obligado emitir mi opinión en asunto de tal trascendencia por si posteriormente en las conferencias proyectadas pretendieran los delegados americanos abordar nuestros problemas en la forma citada. Paréceme que con este aviso que tal vez intencionalmente ha publicado la prensa americana, debería hacerse desde luego la aclaración, confidencialmente, por supuesto, que el gobierno de México no aceptaría someter a la resolución de una comisión de arbitraje la validez de nuestras leyes, pues no otra cosa significaría incluir en programa oficial de esas discusiones la interpretación de nuestras leyes sobre tierras y petróleo. Que accidentalmente con declaraciones e informaciones extraoficiales informales se explique la significación y alcance de las leyes mexicanas, paréceme bien distinto aceptar discusión oficial sobre la validez conveniencia de nuestra legislación. Para tu gobierno debo recordarte la información que rendí a mi regreso de Washington, en la que te hice notar la aceptación de la política del gobierno mexicano sin más objeciones al fijarse esa política que los tres puntos siguientes: primero: ratificación y cumplimiento sobre nuestra deuda pública; segundo: confirmación de los derechos petroleros adquiridos antes de 1917, y tercero: avalúo real o comercial de las tierras para que las tomadas para la resolución del problema agrario sean pagadas a sus propietarios de manera justa y equitativa.
Estos mismos puntos fueron ratificados en la nota de 4 de agosto que el Departamento de Estado envío a su representación en México, firmada por el propio Secretario de Estado, Sr. Hughes. Al finalizar el desarrollo de la política mexicana dentro de estos tres puntos, consideraríase automáticamente reanudadas nuestras relaciones internacionales.
“Con el cumplimiento del primer punto, ahora en abril al atender nuestros compromisos de deuda pública con la nueva valorización de las tierras, según el decreto señalado el 1 al millar como impuesto federal, decreto a que me referí en mensaje anterior con motivo del asunto de España y que te suplico vuelvas a leer, y con la reglamentación de la ley del petróleo que está por terminarse en la Cámara de Diputados, y que comprende ya resuelta favorablemente la confirmación, que no ha de ser ya objetada por el gobierno del país vecino, tenemos pleno derecho para exigir la reanudación de nuestras relaciones internacionales automáticamente, cumpliendo así lo que han ofrecido no solamente a un gobierno de tu ministro, sino directamente a través de financieros del comité de nuestros acreedores y el propio Hughes en su discurso de Boston. Paréceme, pues injustificado de su parte que vengan ahora, si es cierta la información de la prensa, pretendiendo involucrar nuevos asuntos o reconsiderar los que ya están resueltos definitivamente. Resultaría que por camino distinto nos hacían caer en el famoso tratado preliminar que con tan justa razón rechazaste, y que como te comunique oportunamente en mi entrevista convinieron en que no sería indispensable dicho tratado confirmando esa resolución en la ya mencionada nota del 4 de agosto, enviada por conducto del señor Summerlin a nuestra cancillería. Para terminar debo recordarte mi declaración hecha ante el senado cuando discutíase convenio de la deuda pública y que desde mi llegada de los Estados Unidos te comuniqué oportunamente sobre indemnizaciones a extranjeros por daños causados en la Revolución. El comité nos ha de ayudar extraoficialmente en forma tan liberal, que podemos dejar de considerar tales indemnizaciones como una carga para la nación. En mi concepto conviene posponer este punto para el arreglo general de nuestra deuda pública, que es a la que corresponden las indemnizaciones, para tratarlo en su oportunidad en la conversión y consolidación de nuestra deuda, que podremos realizarla en el presente año. Como aclaración a este respecto debo participarte que prominentes miembros del comité aceptaron como factible el pago de las indemnizaciones en la forma acordada para los intereses caídos de la deuda. Te ruego tomes este mensaje como la expresión de mi deseo del éxito de tu actuación y al alarmarme un poco las noticias de la prensa quise aprovechar mi platica contigo para traer a tu memoria todos aquellos puntos que pueden servirte en estos momentos en que toca a su fin la controversia internacional. Afectuosamente (firmado). Adolfo de la Huerta. Fechado en Hermosillo, Son.. 26 de Abril de 1923”.
El presidente Obregón le contesto telegráficamente lo siguiente que transcribo íntegramente: “Adolfo De la Huerta. Hermosillo. Son. Enterado tu mensaje cifrado antier. Me apena muy sinceramente que hayas dado crédito a las noticias de la prensa, juzgandome capaz en incurrir en una debilidad que si no cometí al iniciarse mi periodo en que tantos fermentos revolucionarios y político, interiores y exteriores, se agitaban contra mi gobierno, menos sería capaz de cometer cuando falta año y medio para terminar mi periodo la situación puede considerarse como normal. En mis mensajes anteriores te declare que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro Gobierno y la declaración oficial que se hizo estableciendo el objeto de ellas, dice clara y categóricamente: “A fin de apresurarse el logro de una mutua inteligencias entre los gobiernos de México y los Estado Unidos dos comisionados mexicanos y dos americanos serán designados para reunirse con el propósito de cambiar impresiones y de referirlas a sus respectivas autoridades.
“Ha sido ofrecida la hospitalidad de la ciudad de México a los comisionados americanos, como huéspedes de honor, y la comisión se reunirá en esta misma ciudad. Los nombres de los comisionados, serán dados a conocer más tarde. Una declaración idéntica ha sido hecha simultáneamente, por el Departamento de Estado de Washington. Afectuosamente, Presidente República (firmado), Álvaro Obregón.
CAPITULO XXVII
Continúan los mensajes que dio para su publicidad el licenciado don Aarón Sáenz, cambiados entre el señor De la Huerta y el Presidente Obregón.
El señor De la Huerta, en su respuesta al presidente Obregón, le dice lo siguiente: “Hermosillo, 1o de mayo de 1923.General Álvaro Obregón. Presidente, República. Estoy ya convencido de que mis telegramas no reflejan mi sentir ni mi pensar en los asuntos que en varias ocasiones te e comunicado, y basándome en esa falta de fidelidad de mis escritos, reservo la declaración a mi anterior, para mi llegada a esa capital. Sin embargo no quiero dejar esta oportunidad sin aclararte que en mi mensaje sobre puntos que comprenderíanse en conferencias internacionales, te dije con toda precisión que no daba crédito a las informaciones de la prensa y te expliqué que solo aprovechaba aquélla ocasión al tratarse asunto para informarte una vez ms sobre las conclusiones a que se llegó en las pláticas que accidentalmente sostuve con los señores Harding y Hughes en mi visita a Washington. Consideré ese tema verdaderamente trascendental para presentarlo en esa ocasión con todos sus interesantes aspectos, pues callármelos hubiera sido indebido. Además como podrá informarte el general Ryan , el senador Burson del Estado de Nuevo México me hablo sobre la proposición que harían a nuestro país a fin de que se formaran comisiones análogas a las que ahora se han designado para solucionar malos entendimientos internacionales . Posteriormente el general Ryan a su regreso de Washington insistió en ese camino , y yo con toda cortesía, dada la buena intensión que para México tienen estos hombres, en ambos casos, insinué que se desechara ese proyecto, expresándole al general Ryan que me parecía que después del compromiso del Departamento del Estado de considerar reanudadas automáticamente las relaciones internacionales al desarrollarse definitivamente los tres puntos que fijarían la política mexicana , ya nada abía que hacer si no esperar que nuestra labor gobernativa formalizara las declaraciones que habíamos hecho sobre la orientación de nuestro gobierno. Por ser este mi modo de pensar , no te comunique estas insinuaciones que me llegaron , pero como tengo completa fe en tu indiscutible talento en tu insoportable patriotismo , me inclino a creer que mis apreciaciones no eran justas ni acertadas y que tu debes tener muy bien meditado tu plan general para conducirnos fácilmente al triunfo después de esta lucha que por tanto tiempo hemos sostenido. Como te digo al principio, a mi llegada a esa capital ampliaré con menos peligro de ser mal interpretados mis conceptos y apreciaciones sobre estos asuntos. Entre tanto, deseándote completo éxito, se despide tu amigo que te quiere. (Firmado) Adolfo de la Huerta”.
Estos mensajes los envio a la prensa para su publicación el licenciado Aarón Sáenz, por escrito y bajo su firma (Firmado) Lic. Aarón Sáenz.
Por su parte, el señor don Adolfo de la Huerta, al referirse a los anteriores mensajes, que proporcionó a la prensa el licenciado Sáenz, declaró lo siguiente, que transcribo íntegramente:
“Aunque habíame hecho el propósito de no intervenir en discusiones sobre convenios, arreglos a tratados llamados Bucareli, para no resucitar odios y antagonismos que debamos olvidar, la publicación de telegramas alterados con frases y conceptos que aunque no desvirtúan mi actitud desde aquél entonces si determinan incongruencias y confusiones, me obliga a esta declaración , que fija mi actuación en el gabinete del general Obregón.”
Para aclarar lo declarado por el Licenciado Aarón Sáenz, quien también mostró algunos telegramas al respecto, el señor de la Huerta sigue diciendo; “ Los documentos publicados por el licenciado Sáenz , están desprendidos de una serie de mensajes motivada, primero por el anuncio de la prensa de México sobre la visita de comisionados americanos que en la capital debían tratar con delegados mexicanos sobre el reconocimiento de nuestro gobierno”.
“Al leer en Sonora, donde me encontraba accidentalmente, tal información, me dirigí al Presidente protestando por la aceptación de ese plan que anteriormente se había propuesto y que en junta en Chapultepec, entre Calles, Obregón y yo, se había rechazado.
“A ese mensaje de protesta que agradecería también al Licenciado Sáenz publicara, unido a otras declaraciones que en conferencia telegráfica tuvimos el presidente y yo, quiere referirse el general Obregón en el mensaje fecha 28 del actual por el licenciado ya mencionado. En la siguiente frase:
“En mis mensajes anteriores te declaré que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro gobierno, etc.”
“Claramente se ve por esta frase que hubo en otros mensajes objeción de mi parte a esos arreglos.
“Cuando en la prensa de Estados Unidos aparecieron, no solamente la noticia de las conferencias sino la especificación de puntos que trataríanse en ellas, aproveché esa circunstancia, para hacer patente una vez mas mi inconformidad y mis temores de que nuestro gobierno se viera envuelto en situación indecorosa: pero por tener ya la promesa de Obregón, hecha en mensajes anteriores (que también pido al señor Sáenz sean publicados) , de que al llegar yo a México se buscaría la forma de salir airosamente de ese paso equivocado, usé algunos eufemismos para que no recibiera con encono mis puntos de vista ,toda vez que mi único propósito era salvar la situación de mi país sin lastimar en lo mas mínimo al general Obregón.
“Veo en las declaraciones publicadas algunas frases que no se compadecen con el espíritu de los mensajes que es de reprobación a esas proyectadas conferencias realizadas después en Bucareli, y parce que fueron agregadas para esfumar mi protesta, lamentando que esos telegramas hayan sido dados a la publicidad, después de mi larga estancia en México, cuando estuve en posibilidad de sacra de mis archivos existentes en esa capital los documentos originales.
“Quiero hacer notar que a pesar de la promesa del general Obregón de no caer en el erro que señalé y que muy claramente se ve aún en los mensajes publicados, siempre se firmaron los convenios condicionales para el reconocimiento y que, para obtener su ratificación Senado de la República, se recurrió a la violencia.
“Si se revisa la prensa de aquéllos días, se verá que los senadores de los dos vados existentes entonces rechazaron en un principio tales convenios, y sólo después, cuando se hizo sentir la presión gubernamental en forma cruel y se explotaron los antagonismos de política interna , se consiguió obtener la ratificación de esos tratados, que en mi concepto violaron la dignidad y soberanía nacionales por haber sido la CONDICION del reconocimiento y que encierran, no solamente la obligación de pagar los daños causados por la revolución cuando la ley estaba en suspenso, sino para remunerara a los extranjeros perjudicados por la aplicación de nuestras leyes constitucionales, sin mencionar caso de denegación de justicia.
“Para terminar, debo llamar la atención sobre la promesa que el gobierno americano me hizo en mis conferencias con Harding y Hughes para que el reconocimiento viniera automáticamente sin necesidad de tratado previo y sin condiciones humillantes para nuestra patria, como expresan mis mensajes que han motivado esta declaración.
2Después de esa promesa, solo debía esperarse que nuestra legislación, se ajustara a las declaraciones hechas por el Presidente de la República al promulgarse las leyes y reglamentos generales que debieron amparar por igual a los mexicanos y extranjeros, sin privilegios para estos últimos, declaraciones que yo presenté al gobierno y pueblo americanos y que comprendían los tres puntos a que se refiere uno de mis mensajes.
Hago notar que todas estas discusiones fueron posteriores a los arreglos de la Deuda pública, y que mis pláticas con el Presidente Harding y el Secretario del estado Hughes fueron también después de firmarse convenios de la Deuda pública el 16 de junio de 1922, en los que ninguna intervención tuvo el gobierno americano (Firmado) Adolfo de la Huerta”.
Volvamos ahora a escuchar la relación que nos hace don Adolfo de la HUERTA de los trascendentales acontecimientos que siguieron:
EXPLICACIONES Y RECRIMINACIONES
“Tome la última minuta y me fui con ella a ver a Obregón,
-“Álvaro: pues no fui yo el engañado, como suponías, sino tú, por que todavía quiero creer que a tus espaldas se a hecho esto. Y le mostraré la minuta en la que aceptaban las condiciones aquellas desfavorables para México. Nada mas leyó el principio (como era ya conocido para él, no continuó la lectura).
-“Bueno- me dijo- , son muchas quisquillosidades tuyas. Yo quiero pasar a la historia con mi gobierno no reconocido por los demás gobiernos de los países civilizados del mundo. Algún sacrificio tenia que hacer, sobre todo, todos los gobiernos firman tratados y hacen arreglos para conseguir el buen entendimiento con las demás naciones.
-”Pero esto es contrario a la ley…. ¡Entonces tú también estabas de acuerdo con esto!..Entonces has cometido una traición a la patria. Has incurrido en muy serias responsabilidades-Y ya exaltado le dije frases descompuestas.
“Posiblemente me haya faltado tiño para conducir mi platica con él, y tal vez para convencerlo de que retrocediera, aunque era ya muy difícil. Cuando le dije en palabras duras que había incurrido en una traición a la patria, me contesto:
-“Pues esa es tu opinión, pero no la mía, ni de las personas que conmigo han hecho estos arreglos.
-“Pues hasta ese momento sigo en tu gobierno. Da por presentada mi renuncia que he de formalizar después, por que yo no me hago cómplice de esta actuación tuya.
“Y me retire muy nervioso, muy excitado, contrariadísmo .El final de la entrevista fue ya cortante. Fui inmediatamente a decir a mi secretario particular:
“Al llevarnos todo lo que sea de mi correspondencia, por que me voy de la secretaría; no sigo con este gobierno.
“Al día siguiente me llamó Obregón y me dijo:
-“He querido saber nada más cuáles han sido los móviles de tu actitud ayer, ¿Realmente crees que sea un error de mi parte, que haya cometido una torpeza incurriendo en esas responsabilidades que tu me hiciste notar, o es por odio personal a mi?
-Pero Álvaro, ¿Cómo puedes imaginarte que yo tenga odio para ti? No tienes un colaborador más leal que yo y si ayer me exalté y subrayé con palabras fuertes y duras mi protesta, fue para que te salvaras, para que no incurrieras en la responsabilidad en la que estas incurriendo.
-“Bueno; eso es todo lo que quería yo saber. Después de todo tu celo patriótico es hasta cierto punto encomiable, pero esto ya está hecho. Es todo lo que quería saber.
-“Muy bien- Y m retiré
“Como consecuencia de la contrariedad que me causaron esos acontecimientos, me vino un derrame bilioso. Me purgué y me puse en cama estando en ella, ya por la noche, seme presentaron varios diputados. Si mal no recuerdo eran: Martin Luis Guzmán, Rubén Navarro, Prieto Laurens y algunos otros pidiéndome que intercediera con Obregón a fin de que no se publicara una resolución presidencial calificando las elecciones de tres estados: Zacatecas, San Luis Potosí y Nuevo León. Como yo a nadie la había comunicado la discusión que había tenido con Álvaro, Pues ellos creían que yo era palanca poderosa para hacer desistir a Obregón de aquéllas resoluciones. Me opuse muchísimo, no quería en manera alguna , pues yo me daba cuenta de que yo no era el hombre que ellos buscaban para lograr su objeto, pero fue tanta la insistencia de ellos, que me levanté, me vestí y lo fui a ver a Chapultepec.
“Encontré que a él también le había afectado nuestra discusión, pues estaba medio enfermo con un fuerte dolor de cabeza, le comunique la solicitud de los diputados haciéndole notar que no tenía derecho el gobierno federal para intervenir en la elecciones de los Estados, que eran resoluciones de las legislaturas locales erigidas en colegio electoral y que ni el mismo gobierno podía vetarlas.
-“Ese es un asunto- me contesté- que yo tengo muy bien consultado. Mis abogados me dijeron que yo podía hacerlo.
-“Pues yo te puedo presentar a cien abogados que te dirán lo contrario.
-“Bueno, pues a eso atiéndelos tú; yo atiendo a los míos.
“Me retiré y volví a comunicarles a los diputados que no había podido conseguir nada. Después recurrieron a Roberto Pesqueira, quien había llegado allí a visitarme y parece que él fue también a hablar con Obregón con el mismo resultado negativo, pues la resolución aquélla se publicó en la prensa y resultó el gobierno federal calificando las elecciones de los Estados. (Fines de agosto o principios de septiembre de 1923).
Dos días después Obregón volvió a llamarme. Antes de salir y estando en mi casa Froylán Manjarrez,le dije: “ Vuelva a ser mi secretario particular: siéntese a la máquina que le voy a dictar mi renuncia”. Eso por que recordé que no había presentado mi renuncia oficialmente a obregón , si no que había sido una resolución verbal durante la enojosa plática de tres días antes. (Manjarrez había sido por corto tiempo mi secretario particular en 1916, sustituyendo al Vate Escudero que enfermó por unos días. Manjarrez era director del periódico Orientación que yo fundé en esos días en Hermosillo).
Dicté a Manjarrez mi renuncia, deslizando en ella alguna frase dura.
-“No don Adolfo- me dijo-, no es conveniente esa forma. Este es un documento histórico. Usted siempre se ha caracterizado por su ponderación, y disuena es frase.
-“Pues quítela-Se la quito y quedó una renuncia serena. Me la eché a la bolsa dejando una copia allí.
Me fui a ver a Obregón y durante nuestra entrevista me dijo:
-“Hombre, he pensado mucho sobre tus argumentos en contra de los arreglos que hemos hecho y ¿crees tu que pueda tener todavía remedio esta situación?
-Si- le contesté- , si yo voy a Washington y hablo, sobre todo con Hughes, comprometidos como estaban conmigo a prescindir del tratado previo y a aceptar las resoluciones del gobierno de México, dentro de la constitución del 17, con la propiedad del subsuelo, sin el reconocimiento de los derechos anteriores, por que toda constitución es retroactiva y nulifica todos los derechos anteriores, tengo la seguridad de lograr arreglar esto.
-“Bueno-me dijo- Entonces te vas conmigo a El Fuerte (Chapala). Vamos a estarnos allí unos días para estudiar bien esta cuestión. Me explicas en que forma vas a pelear este asunto y la emprendes a Washington- Pero al retirarme le dije:
-“ Hombre, formulé ya mi renuncia para que conste de todas formas que yo tomé ya la resolución de no formar parte de tu gobierno; yo tengo mis compromisos…..
-“Bueno –me contestó- pero ya después de esa resolución de que te vayas a Washington ¿insistes?
-“De todas maneras quiero que se quede conmigo
-“Bueno, pero es únicamente por fórmula o ¿es optativo para mi aceptarla?
-“Si, no la voy a dar a conocer.
“Debo aclarar que en la segunda de las entrevistas relatadas, aquélla en la que me pregunto si mi actitud obedecía a rencor personal, terminó diciéndome: “¿No te parece entonces que puedes separarte pidiendo licencia el primero de noviembre?”, y como yo quedara un poco indeciso, Álvaro insistió diciendo que era impolítico el dar a conocer mi renuncia, pues era yo la columna fuerte de su gobierno y aquello causaría desequilibrios no deseables. Ante tales consideraciones acepté su sugestión.
“Así, pues, en la tercera entrevista al presentarle mi renuncia, me recordó aquello. “De todas maneras –insistí- no la haré pública, pero consérvala”.
“Terminada la entrevista me retire a mi domicilio”.
INDISCRECIÓN PERIODÍSTICA Y SUS CONSECUENCIAS
“El día siguiente (22 de septiembre de 1923) con enorme sorpresa mía, apareció publicada mi renuncia en el diario El Mundo, con un encabezado a toda página que decía: EL SEÑOR ADOLFO DE LA HUERTA PRESENTÓ ANOCHE SU RENUNCIA. Como he dicho, ésta sólo era conocida de Obregón y de mi.
“Lo que sucedió fue lo siguiente: cuando yo salía la noche anterior a entrevistar a Obregón, llegó a mi casa Martín Luis Guzmán y yo le invité a pasar diciéndole que allí encontraría a Froylán. Martín Luis entró a la sala de la Casa del Lago (mi residencia entonces) y se interiorizó de la renuncia cuya copia había quedado allí. Director del periódico El Mundo, le pareció que era un golpe periodístico de primer orden, y publicó la noticia. “Obregón creyó que yo había faltado a mi promesa y se puso furioso (según supe después). Por mi parte, yo creí que él había dado mi renuncia a la prensa.
“Recibí un recado escrito y firmado por Pérez Treviño que era entonces jefe de su Estado Mayor, comunicándome que quedaba sin efecto el viaje a El Fuerte. Obregón sí se fue: mandó llamar allí a Pani y le dio instrucciones para que se me buscara la manera de presentarme como un despilfarrado, para dizque darme muerte política “antes de la otra” según el dicho de Santanita Almada, sobrino de Obregón, que en una borrachera se lo confío a Aureliano Torres.
“Entonces Pani, primero le ordenó a Cuspinera (que actualmente es gerente de un banco; muchacho muy inteligente, era uno de los contadores en la Secretaría de Hacienda). A él le ordenó Pani que hiciera un informe desfavorable para mi. Cuspinera no le obedeció y rindió un informe ajustado a la verdadera situación que entonces tenía la Secretaría de Hacienda. Pani recibe el informe y destituye a Cuspinera. En la noche de ese mismo día se me presentó el oficial mayor Benjamín Marín a decirme:
- “Don Adolfo, vengo a comunicarle que aquí llevo ya mi renuncia, porque me han dado la comisión que Cuspinera no quiso cumplir, y yo tampoco estoy dispuesto a cometer la infamia de formular un escrito en contra de la gestión de usted que ha sido tan acertada y tan favorable al país.
-“No, Marín – le dije-, no; usted no renuncia; usted haga lo que le mandan hacer, porque si usted no lo hace, lo destituyen como a Cuspinera. Usted ha venido paso a paso consiguiendo los ascensos hasta llegar a la Oficialía Mayor.
Si alguna ventaja se consiguiera con su renuncia, yo aceptaría el sacrificio de usted, pero es que no se consigue ninguna, al contrario, llama a otro y posiblemente lo haga peor de lo que le piden a usted que lo haga. Así que usted debe cumplir con las órdenes que le han dado.
- “Pero don Adolfo – protestaba Marín -, es cosa muy triste para mi; es algo muy bajo. ¿Cómo quiere usted hacer que yo acepte una consigna de esa naturaleza?
-“Vaya usted y haga lo que le digo.
“El pobre Marín tuvo que cumplir con aquella comisión y fue señalado por muchos años como falso y traidor, hasta que yo volví del destierro y después de doce años y a petición suya hice la aclaración correspondiente para liberarlo de la mancha que injustificadamente pesó sobre él todo ese tiempo.
“Es curioso hacer notar, de paso, que en el escrito de cargos que Marín (obedeciendo la consigna) formuló en mi contra, aparecía como uno de tantos cargos, la construcción del ferrocarril de Navojoa a Yavaros que lo había hecho Obregón contra mi opinión, así como las obras del Puerto Yavaros para beneficiar sus terrenos en la región de Huatabampo y que él manejó directamente junto con Santanita Almada que era el gerente de la Comisión Monetaria, y yo aparecía como responsable de aquello1 …Otra: la de ayuda al Estado de Sonora, a Hermosillo para que hiciera el drenaje y la pavimentación $600,000.00 que había acordado y de los cuales se habían entregado $150,000.00 Esa erogación había sido autorizada por Obregón a solicitud telegráfica mía en una conferencia que por dicha vía sostuvimos y en la que me hice intérprete de los deseos de la Cámara de Comercio de Hermosillo y abogué para que se les concediera dicha ayuda. (A la sazón era yo gobernador del Estado de Sonora con licencia para desempeñar la cartera de Hacienda). ¡A eso se llamaba despilfarro!
“Debo aclarar que yo quise ir a Sonora a cumplir con mis deberes de gobernador, pero Obregón no quiso.
-“No, mira – me dijo-, te quedas aquí conmigo. Manejas la Secretaría de Hacienda. Has tenido mucho éxito aquí en tus gestiones de finanzas y desde aquí puedes ayudar a tu Estado en la forma que quieras.
“Sin embargo, yo no abusé de ese ofrecimiento; fue el único caso en que, previa consulta con él y a solicitud de la Cámara de Comercio, obtuve aquella ayuda para mi Estado.
“Obregón insistió en que yo siguiera en la Secretaría de Hacienda pidiendo licencias semestrales de mi puesto como gobernador de Sonora porque vio que en los seis meses que yo manejé las finanzas con absoluto control, pues Alvarado se había ido a los Estados Unidos a arreglar los asuntos de la Reguladora que estaba acusada de violar las disposiciones de la Ley Sherman. (Yo me había quedado con el subsecretario pero con acuerdo diario y dictando las resoluciones yo directamente), pues viendo Obregón que yo había recibido la Tesorería sin un solo centavo, porque todo el dinero se lo llevó el señor Carranza a Veracruz y una gran parte de ello se perdió, a pesar de ello encarrilé la economía nacional, la Tesorería; hubo dinero para pagar todas las cuentas que dejó pendientes el gobierno del señor Carranza; la amortización de los últimos infalsificables; la amortización de los Bonos Cabrera, etc., y que le entregué el gobierno limpio enteramente de todo débito, con siete millones de pesos contantes y sonantes en la Tesorería. Por todas esas razones no quería que yo dejara la Secretaría de Hacienda.
-“No- decía-, si los acertados en finanzas no se dan en maceta. Tú te quedas aquí; no me abandones. –Y me obligó a que continuara en la Secretaría de Hacienda en cuyo puesto estuve casi tres años y medio, completando los seis meses del interinato.
“Naturalmente, cuando salió aquel documento pretendiendo que había yo determinado la bancarrota moral y material del gobierno y se desataron los ataques contra mi, que incluyeron tres intentos de asesinato, tuve que protegerme con el fuero de candidato, y acepté la candidatura a la presidencia de la República que antes había rechazado cien veces”.
Economista de la UNAM
Con estudios en Chicago, New York y San Antonio
Premio Nacional de Periodismo de Investigacion 2003
Club de Periodistas de Mexico
Candidato Ciudadano a Gobernador de Coahuila en el 2006
Presentamos copias de las páginas, de la 216 a la 237, con la interesantísima cuanto AUTORIZADA exposición que hizo aquel limpio y honesto revolucionario, Adolfo de la Huerta, a la sazón Secretario de Hacienda, sobre LOS TRATADOS DE BUCARELI, en donde condena tan bochornosos convenios y califica sin ambages a Álvaro Obregón de TRAIDOR A LA PATRIA, llegando a gritárselo en su propia cara. El contexto fue que dichos Tratados tenían como objetivo echar abajo el articulo 27 de la Constitución, terminar con los impuestos a la producción y exportación de petróleo que primero Limantour (Secretario de Hacienda de Porfirio Díaz), luego Madero y finalmente Carranza le impusieron a las petroleras asentadas en la Faja de Oro, que tenia como ciudad principal a Tampico, Tamaulipas. La firma de dichos tratados, significó la muerte de Francisco Villa, que fue una condición de la Comisión Negociadora de los Estados Unidos, pues temían que el Centauro del Norte, abandonara su pacifismo y se uniera a la Rebelión Delahuertista. Cárdenas participó en la conspiración contra Carranza quien fue asesinado en 1920 por Herrero, con las ordenes de los altos mandos militares encabezados por Álvaro Obregón y con el dinero de las petroleras extranjeras, inmediatamente después del asesinato de Carranza vinieron en 1923 los Acuerdos de Bucareli en donde Álvaro Obregón cedió en todo a las peticiones de las petroleras, es decir derogó los impuestos que le había aplicado Carranza a las petroleras, se comprometió a no aplicar el artículo 27 constitucional durante 50 años, que los ingresos de exportación se dedicaran a indemnizar a las familias extranjeras de nacionalidad estadounidense y británicas que habían sido afectadas por la revolución y el resto para el pago de la deuda extranjera yen los protocolos secretos de dichos acuerdos se comprometía a no extraer el gas natural de los yacimientos de la zona fronteriza con Texas ( la Cuenca de Burgos). La producción petrolera se quintuplicó entre 1924-1927 y ya en 1930 la Shell había descubierto el giga-yacimiento Poza Rica que duró hasta el año de 1968 y que tuvo una producción acumulada de 961 millones de barriles.
El documento arriba esta signado por el Teniente Coronel Lázaro Cárdenas y se le envía a Rodolfo Herrero a Villa Juárez, Puebla... y en el se dice textualmente........”Lo saludo afectuosamente y le ordeno que inmediatamente organice a su gente y proceda desde luego a incorporarse a la comitiva del Señor Presidente Carranza ; una vez incorporado, proceda a atacar a la propia comitiva, procurando que en el ataque que efectúe sobre esos contingentes, muera Carranza en la refriega, entendido que de antemano todo está arreglado con los altos jefes del Movimiento y, por lo tanto, cuente Ud conmigo para posteriores cosas que averiguar.........como siempre, me repito su atento amigo, compañero y SS...firma Lázaro Cárdenas...”
LOS TRATADOS DE BUCARELI.
Tema ha sido este para muchos y muy diversos artículos periodísticos en los que se ha expresado, desde la condenación más absoluta y severa fundada en sentimientos de patriotismo, dignidad nacional y honradez, hasta el aplauso desvergonzado de los remanentes de un régimen culpable de grave error.
Y entre uno y otro extremo, ha habido apreciaciones más o menos justas, más o menos bien intencionadas, pero en la mayor parte de los casos desorientadas, ya sea por la pasión política, ya por la falta de conocimiento de la naturaleza intima de esos bochornosos convenios, ya por una errónea valorización de lo que significa la soberanía de una nación.
Escritos ha habido que nos han hecho pensar que hay escritores que tienen un concepto elástico del decoro y la honradez; elasticidad que es para nosotros inaceptable y que es tan solo un paliativo de quienes pretenden ser benévolos con los prevaricadores o están desorientados porque juzgan de hechos pretéritos, que se han mantenido en la sombra del cuasi-secreto y que solo han trascendido en perfectamente al conocimiento del público.
No es nuestro propósito hacer en este libro un análisis de los fatídicos convenios o tratados; nos limitaremos, por el momento, a señalar de manera sencilla y clara las limitaciones de tales arreglos son violatorios a nuestra soberanía nacional y por ende, inaceptables. Y que no se argumente, como se ha pretendido, que el sacrificio que ello implicó estaba justificado por el fin que se perseguía, que era el de obtener el reconocimiento de los Estados Unidos, pues ya se ha visto que tal reconocimiento estaba de hecho prometido por conducto del señor De la Huerta, SIN TRATADO NI CONDICIÓN PREVIA.
Es decir, que lo que honorable y dignamente había conseguido ya don Adolfo de la Huerta, fue desecho para sustituirlo por un convenio el cual se compraba el reconocimiento al precio de nuestra dignidad, nuestro decoro y nuestra soberanía nacional.
Pani, que fue el genio maléfico detrás de esa maquinación, logró deshacer el casi hecho acuerdo de los Estados Unidos, conseguido por lo visita del señor De la Huerta a Washington; convenio que dejaba inmaculada nuestra dignidad nacional y ponía una aureola de gloria en la cabeza del patriota gestor.
Y para sustituir aquellos arreglos hechos ya casi por conducto de un hombre patriota y honrado. Pani insinuó, sugirió y piloteo los arreglos de Bucareli, que dejaron nuestra dignidad nacional muy mal parada, que dieron a los extranjeros derechos que no tenemos los nacionales, que en una palabra, trajeron una hola de bochorno sobre nuestro infeliz país, pero dejaron satisfecha la asquerosa vanidad y la envidia de uno, los celos políticos del otro, y sobre la cabeza de ambos, el eterno oprobio de quienes vendieron los intereses patrios confiados a sus pecadoras manos para satisfacer pasiones despreciables.
Y no quiero extender más el comentario personalísimo mío que constituyen las anteriores líneas.
Dejo nuevamente la palabra al patriota ecuánime y bondadoso que sin el apasionamiento que yo no puedo reprimir, nos ha de relatar todo lo que es poco sabido o totalmente ignorado, de esa fase importante de nuestra historia patria.
“A principios del año de 1921, una tarde recibí aviso del general Obregón llamándome para concurrir al castillo de Chapultepec. Acudí y me encontré ahí con el general Calles, que entonces ocupaba la cartera de Gobernación. Obregón nos dijo:
“Los he citado para tratar un asunto de trascendencia: el gobierno americano propone la designación de dos comisionados americanos para que con dos comisionados mexicanos nombrados por nosotros, discutan, aquí en México, los asuntos pendientes entre los dos gobiernos, los daños causados por la Revolución a los intereses americanos y la forma en que ha de desarrollar la política el gobierno de México a esos mismos intereses.
“Inmediatamente rebatí la proposición diciéndole que era inconveniente que les concediéramos derechos extraterritorialidad a los extranjeros par que vinieran a juzgar nuestros actos relacionados con ellos y determinar la justicia que a ellos les asistiera. Que por ningún concepto deberíamos aceptar la intromisión de elementos extraños en nuestra política para definir nuestros actos en ese campo y que debía rechazarse inmediatamente la proposición.
“Calles oyó circunspecto mis argumentos, y luego dijo: - “tiene razón Adolfo y debemos desechar esa proposición. ¿Quién te la trajo?
“El ingeniero Pani – contestó Obregón- “pues despecha a Pani con cajas destempladas y dile que ya no somos de los suyos- “vamos” – dijo Obregón- a buscar la manera de rechazar esto sin lastimarlos porque parece que vienen de buena fe.
“Sí –conviene-, no creo que haya mala fe; lo que hay es desconocimiento de nuestras leyes. Ya en la época de Venustiano Carranza se me presentó un caso análogo a este, por eso no tuve necesidad ni de pensar sobre el particular.
Y le referí a grandes rasgos el decreto del 10 de mayo de 1913, derogado por Carranza por las objeciones que en el mismo sentido le presenté, diciéndole que era el sentir de los Sonorenses que no debería sustituirse la Comisión Nacional de Reclamaciones establecida en la época del señor Madero por las Comisiones Mixtas a que se refería el decreto de 10 de mayo de 1913 que, al derogarlo en declaraciones que les hizo a dos corresponsales extranjeros, motivó una de las reclamaciones que vino a presentar el Dr. William Bayard Hale en Nogales, a fines de 1913, actuando como comisionado personal de Wilson.
“Así se deshizo el primer intento de formar las comisiones mixtas, pero posteriormente, cuando yo había regresado de firmar los arreglos con los banqueros internacionales relativos a nuestra deuda y que fueron conocidos por convenios Lamont-De la Huerta, después de haber visitado Wasington por expresa insistencia del presidente de los Estados Unidos y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país para que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento, y haber defendido ante el gobierno americano la posición de nuestro país par que no se le exigiera tratado previo ni concesiones indebidas como condición para otorgar el reconocimiento y habiendo conseguido éxito completo, según refiero en otro lugar, me fui por tres días a mi Estado de Sonora y estando allá, leo en la prensea que el plan primitivamente propuesto por Estados Unidos y que se desechó después de aqulla conferencia en Chapultepec, volvía a revivirse para sustituir los arreglos que yo había hecho y lograr así Pani salirse con su propósito de llevar a cabo el plan que rechazamos Calles y yo.
“Inmediatamente puse a Obregón un telegrama de protesta por lo indebido del camino que se tomaba, más cuando ya estaban fijadas las bases, después de mis entrevistas con Harding y con Hughes sin tratado previo y sin necesidad de incluir en el mismo cláusulas como las incluidas después en los Tratados de Bucareli, que echan por tierra todas las instituciones en lo que se refiere a los extranjeros. Dos telegramas más envié a Obregón y éste, finalmente, me contestó diciendo que posiblemente había cometido un error, que me trasladara rápidamente a México para conferenciar con él.
“Cuando llegué a México, me encontré con Obregón aparentemente preocupado. Me dijo:
-“He tomado nota de tus aclaraciones. ¿Cuál es, en tu concepto, la solución a esta situación?
-“Pues he pensado mucho en todo el camino y creo que una vez ya embarcado en este asunto, comprometido a que vengan esos señores a cambiar impresiones contigo (me refería yo a Warren y Payne), los trates con toda clase de cortesías, como si fueran dos periodistas que viniesen a inquirir sobre nuestra situación y que tú les dieras declaraciones interiorizándolos de las razones que se han tenido para legislar en la forma que ha legislado México y cómo van a sostenerse nuestros principios y nuestras leyes. Que Paní se encargue de atenderlos, organizarles sus fiestecitas y después despacharlos con viento fresco: porque no creo conveniente que estos señores vengan a inquirir sobre nuestras leyes, a dictarnos condiciones y menos a formalizar arreglos que vengan a constituir, al protocolizarse, el tratado previo que es de lo que me defendí tanto en mis pláticas con Harding y con Hughes.
“Obregón aceptó el plan y me dijo:
-“Así lo haremos; puedes estar tranquilo y yo procuraré sostener la misma tesis que tú sostuviste en Washington.
“Tranquilizado, me dediqué a mis trabajos en la Secretaría de Hacienda que, después de los arreglos de la deuda pública por cinco años, me daba el contrato de 16 de junio, para organizar nuestras finanzas y hacer las proposiciones para el banco que había tratado con los banqueros europeos y americanos; proponer ya otro plan para la conversión y consolidación de nuestra deuda pública; y dejé a aquel par de señores que trataran con los comisionados que se habían nombrado aquí, que eran González Roa y Ross, dirigidos por Pani.
“Las primeras pláticas y conferencias (según me di cuenta después) iban bien encarriladas, defendiendo los puntos de vista que yo mismo había defendido en los Estados Unidos y sosteniendo nuestra legislación y tratando de que esos señores no interfirieran con nuestra política interna. Sin embargo, por las aclaraciones que les hacían se veía ya cierta supeditación, porque, sin tener derecho para ello, hablando en forma dura respecto a la legislación mexicana, orientaban (Warren y Payne) la política hacia las conveniencias de ellos.
“Pasó algún tiempo; creí que ya estaban próximos a retirarse, cuando me enteré por la prensa de una gran recepción que se organizaban en honor de ellos y que, entrevistados estos delegados americanos, dijeron que todavía tenían materia para tratar por un mes más. Me llamó la atención todo aquello, pero sin darle mayor importancia, esperé el desarrollo de los acontecimientos con la mente ocupada en los asuntos aquellos trascendentales que yo tenía a mi cargo.
“Ya en el mes de agosto de 1923, se me acercó el general Ryan, que era, además de presidente de los petroleros, representante personal de Mr. Harding; es decir, lo había sido y creo que continuó siéndolo de su sucesor Mr. Coolidge. Se me presenta, pues, el general Ryan diciéndome:
Ya se terminaron los arreglos y ya están firmadas las actas.
“Obregón se había comprometido conmigo a que no se firmara nungún documento y que fueran únicamente declaraciones que se les hicieran a estos señores tratándolos como si fueran periodistas. Ese había sido el acuerdo. Así es que, al decirme el general Ryan que ya estaban firmadas las actas, me vino honda preocupación.
-“ ¿Cómo las actas, general?
-“Si; las actas en las que se estipulan las condiciones dentro de las cuales va a encauzarse la política de México.
“No quise prolongar más la conversación; no quise comunicarle mis impresiones ni hacer comentarios. Me excusé, y ya nervioso, fui a ver al general Obregón, diciéndole:
“Oye, Álvaro, me acaban de informar que se han firmado actas en las conferencias de Warren y Payne con González Roa y don Ramón Ross, dizque dirigidos por Pani – pues esa aclaración me la había hecho el general Ryan.
“No –me dijo-, te han engañado. Únicamente se hicieron unos memoranda para que resultaran iguales las declaraciones que vamos a hacer aquí y las que han de hacerse en los Estados Unidos.
“Hombre –repliqué- me tranquilizas, porque me había yo alarmado.
“No hay por qué; te han engañado; no hay tales actas.
“Di media vuelta, pero se me ocurrió solicitar de él que se me enseñaran los memoranda esos.
“Yo le diré a González Roa – me contestó – que te mande una copia.
“Me vine pensando porque noté algún desconcierto en Obregón. No me pareció que me estaba diciendo la verdad; la conocía muy íntimamente y al llegar a mi oficina llamé a mi secretaria particular Julieta Tovar y le dije: “Julieta, se me va inmediatamente en su automóvil a ver a González Roa y le dice que con autorización del presidente de la República, o por acuerdo de él, como le parezca a usted mejor, me envíe una copia de todo lo que se ha hecho en las conferencias”.
“Se fue Julieta y volvió con las copias de todas las actas que se habían firmado. Comencé a leerlas y al principio un poco tranquilo porque veía que no era mala la orientación; pero a medida que adelantaba veía como iban perdiendo terreno los nuestros y cómo los delegados Warren y Payne iban imponiéndose y nulificando toda nuestra legislación, declarando además que el artículo 27 no se iba a aplicar retroactivamente y que los americanos se reservaban el derecho de recurrir al amparo diplomático, cuando el artículo 27 establece que todo propietario en México, en cuestiones de tierras, renuncia a la protección de su país y todas las irregularidades que contienen los arreglos, además de que protocolizado todo eso ya venía a constituir el tratado previo que yo había conseguido no celebrar en mis pláticas con Harding y con Hughes y volvía así a imponérsele a México la condición de un tratado para que pudiese ser reconocido, tratado en el cual estaban estipuladas todas esas cláusulas que vulneraban nuestra soberanía y afectaban nuestra legislación al grado de que echaban por tierra nuestra Constitución. De hecho no quedaba ya la Constitución rigiendo para los extranjeros”.
Y aquí es oportuno reproducir algo publicado hace pocos años y que confirma las palabras del señor De la Huerta:
RECUERDOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA *
CAPITULO XXVI
Por Fernando López Portillo, que fue secretario particular del extinto divisionario sonorense Arnulfo R. Gómez.
LOS TRATADOS DE BUCARELI
CONTINUAN las sensacionales revelaciones del señor don Adolfo de la Huerta, tomadas de sus “Apuntes personales”.
Dicen así:
“Después supe –porque me lo refirió Froylán C. Manjarrez en Tabasco- que Martín Luis Guzmán, con interés periodístico, tomó la copia de mi renuncia que había dejado en mi casa, adonde frecuentemente llegaba de visita, y la insertó en su periódico.
“Esta –llamémosle indiscreción de Martín Luis Guzmán- hizo creer a Obregón que yo, faltando a mi palabra empeñada con él, había dado a la publicidad aquel documento, y de allí su resolución de no aceptar la conferencia que se proyectó en El Fuerte.
“Ya separado de la secretaria recibí aviso anticipado de los ataques que en mi contra preparaba el general Obregón y que aparecieron en los primeros días de octubre, antes de que yo aceptara mi candidatura para la Presidencia de la República”. Firmando: Adolfo de la Huerta.
El licenciado Aarón Sáenz, refiriéndose a las declaraciones anteriores del señor De la Huerta, y haciendo referencia a unos mensajes cambiados entre Secretario de Hacienda, Sr. Don Adolfo de la Huerta, y el presidente Obregón, relacionados con los convenios de Bucareli, manifestó: “que hay suficientes documentos oficiales que con su solo sereno análisis y conocimiento, bastaría para colocar a cada quien en la situación de responsabilidad que puede corresponderles en su actuación pública en relación con tan trascendental problema”.
“Aún cuando los mensajes correspondientes tuvieron el carácter de confidenciales, por tratarse de un debate de interés histórico que importa fundamentalmente sea conocido por la opinión pública mexicana, considero que deben ser publicados, ya que esto facilitará una orientación completa sobre este importante tema”.
El licenciado Sáenz se refiere al mensaje que el señor De la Huerta, que fue Secretario de Hacienda, en el gabinete del Presidente Obregón, dirigió al expresado presidente, “dándole a conocer sus puntos de vista sobre la conveniencia de la celebración de dichas conferencias, al conocer por medio de la prensa americana, que informó sobre “puntos que trataranse en conferencia México-Americana en la capital de la República”.
El mensaje al que se refiere el Sr. Lic. Sáenz, lo transcribo íntegro: “C. Gral. Álvaro Obregón, Presidente República. Muy confidencial. Acabo de leer en noticias de prensa que el “American” de hoy, de Nueva York, informa sobre puntos que trataranse en conferencia México-Americana en esa capital. No le doy crédito a información que dice trataranse entre otros los puntos siguientes: primero: solución, controversia, chamisal. Segundo: creación, tribunal arbitraje para reconocer reclamaciones ciudadanos americanos. Tercero: discusión acerca decisión, Congreso sobre tierras y materias minerales con respecto al artículo 27 para determinar si se ha interpretado razonablemente la no intromisión respecto a tierras agrícolas”. Como secretario de Estado actual administración, me siento obligado emitir mi opinión en asunto de tal trascendencia por si posteriormente en las conferencias proyectadas pretendieran los delegados americanos abordar nuestros problemas en la forma citada. Paréceme que con este aviso que tal vez intencionalmente ha publicado la prensa americana, debería hacerse desde luego la aclaración, confidencialmente, por supuesto, que el gobierno de México no aceptaría someter a la resolución de una comisión de arbitraje la validez de nuestras leyes, pues no otra cosa significaría incluir en programa oficial de esas discusiones la interpretación de nuestras leyes sobre tierras y petróleo. Que accidentalmente con declaraciones e informaciones extraoficiales informales se explique la significación y alcance de las leyes mexicanas, paréceme bien distinto aceptar discusión oficial sobre la validez conveniencia de nuestra legislación. Para tu gobierno debo recordarte la información que rendí a mi regreso de Washington, en la que te hice notar la aceptación de la política del gobierno mexicano sin más objeciones al fijarse esa política que los tres puntos siguientes: primero: ratificación y cumplimiento sobre nuestra deuda pública; segundo: confirmación de los derechos petroleros adquiridos antes de 1917, y tercero: avalúo real o comercial de las tierras para que las tomadas para la resolución del problema agrario sean pagadas a sus propietarios de manera justa y equitativa.
Estos mismos puntos fueron ratificados en la nota de 4 de agosto que el Departamento de Estado envío a su representación en México, firmada por el propio Secretario de Estado, Sr. Hughes. Al finalizar el desarrollo de la política mexicana dentro de estos tres puntos, consideraríase automáticamente reanudadas nuestras relaciones internacionales.
“Con el cumplimiento del primer punto, ahora en abril al atender nuestros compromisos de deuda pública con la nueva valorización de las tierras, según el decreto señalado el 1 al millar como impuesto federal, decreto a que me referí en mensaje anterior con motivo del asunto de España y que te suplico vuelvas a leer, y con la reglamentación de la ley del petróleo que está por terminarse en la Cámara de Diputados, y que comprende ya resuelta favorablemente la confirmación, que no ha de ser ya objetada por el gobierno del país vecino, tenemos pleno derecho para exigir la reanudación de nuestras relaciones internacionales automáticamente, cumpliendo así lo que han ofrecido no solamente a un gobierno de tu ministro, sino directamente a través de financieros del comité de nuestros acreedores y el propio Hughes en su discurso de Boston. Paréceme, pues injustificado de su parte que vengan ahora, si es cierta la información de la prensa, pretendiendo involucrar nuevos asuntos o reconsiderar los que ya están resueltos definitivamente. Resultaría que por camino distinto nos hacían caer en el famoso tratado preliminar que con tan justa razón rechazaste, y que como te comunique oportunamente en mi entrevista convinieron en que no sería indispensable dicho tratado confirmando esa resolución en la ya mencionada nota del 4 de agosto, enviada por conducto del señor Summerlin a nuestra cancillería. Para terminar debo recordarte mi declaración hecha ante el senado cuando discutíase convenio de la deuda pública y que desde mi llegada de los Estados Unidos te comuniqué oportunamente sobre indemnizaciones a extranjeros por daños causados en la Revolución. El comité nos ha de ayudar extraoficialmente en forma tan liberal, que podemos dejar de considerar tales indemnizaciones como una carga para la nación. En mi concepto conviene posponer este punto para el arreglo general de nuestra deuda pública, que es a la que corresponden las indemnizaciones, para tratarlo en su oportunidad en la conversión y consolidación de nuestra deuda, que podremos realizarla en el presente año. Como aclaración a este respecto debo participarte que prominentes miembros del comité aceptaron como factible el pago de las indemnizaciones en la forma acordada para los intereses caídos de la deuda. Te ruego tomes este mensaje como la expresión de mi deseo del éxito de tu actuación y al alarmarme un poco las noticias de la prensa quise aprovechar mi platica contigo para traer a tu memoria todos aquellos puntos que pueden servirte en estos momentos en que toca a su fin la controversia internacional. Afectuosamente (firmado). Adolfo de la Huerta. Fechado en Hermosillo, Son.. 26 de Abril de 1923”.
El presidente Obregón le contesto telegráficamente lo siguiente que transcribo íntegramente: “Adolfo De la Huerta. Hermosillo. Son. Enterado tu mensaje cifrado antier. Me apena muy sinceramente que hayas dado crédito a las noticias de la prensa, juzgandome capaz en incurrir en una debilidad que si no cometí al iniciarse mi periodo en que tantos fermentos revolucionarios y político, interiores y exteriores, se agitaban contra mi gobierno, menos sería capaz de cometer cuando falta año y medio para terminar mi periodo la situación puede considerarse como normal. En mis mensajes anteriores te declare que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro Gobierno y la declaración oficial que se hizo estableciendo el objeto de ellas, dice clara y categóricamente: “A fin de apresurarse el logro de una mutua inteligencias entre los gobiernos de México y los Estado Unidos dos comisionados mexicanos y dos americanos serán designados para reunirse con el propósito de cambiar impresiones y de referirlas a sus respectivas autoridades.
“Ha sido ofrecida la hospitalidad de la ciudad de México a los comisionados americanos, como huéspedes de honor, y la comisión se reunirá en esta misma ciudad. Los nombres de los comisionados, serán dados a conocer más tarde. Una declaración idéntica ha sido hecha simultáneamente, por el Departamento de Estado de Washington. Afectuosamente, Presidente República (firmado), Álvaro Obregón.
CAPITULO XXVII
Continúan los mensajes que dio para su publicidad el licenciado don Aarón Sáenz, cambiados entre el señor De la Huerta y el Presidente Obregón.
El señor De la Huerta, en su respuesta al presidente Obregón, le dice lo siguiente: “Hermosillo, 1o de mayo de 1923.General Álvaro Obregón. Presidente, República. Estoy ya convencido de que mis telegramas no reflejan mi sentir ni mi pensar en los asuntos que en varias ocasiones te e comunicado, y basándome en esa falta de fidelidad de mis escritos, reservo la declaración a mi anterior, para mi llegada a esa capital. Sin embargo no quiero dejar esta oportunidad sin aclararte que en mi mensaje sobre puntos que comprenderíanse en conferencias internacionales, te dije con toda precisión que no daba crédito a las informaciones de la prensa y te expliqué que solo aprovechaba aquélla ocasión al tratarse asunto para informarte una vez ms sobre las conclusiones a que se llegó en las pláticas que accidentalmente sostuve con los señores Harding y Hughes en mi visita a Washington. Consideré ese tema verdaderamente trascendental para presentarlo en esa ocasión con todos sus interesantes aspectos, pues callármelos hubiera sido indebido. Además como podrá informarte el general Ryan , el senador Burson del Estado de Nuevo México me hablo sobre la proposición que harían a nuestro país a fin de que se formaran comisiones análogas a las que ahora se han designado para solucionar malos entendimientos internacionales . Posteriormente el general Ryan a su regreso de Washington insistió en ese camino , y yo con toda cortesía, dada la buena intensión que para México tienen estos hombres, en ambos casos, insinué que se desechara ese proyecto, expresándole al general Ryan que me parecía que después del compromiso del Departamento del Estado de considerar reanudadas automáticamente las relaciones internacionales al desarrollarse definitivamente los tres puntos que fijarían la política mexicana , ya nada abía que hacer si no esperar que nuestra labor gobernativa formalizara las declaraciones que habíamos hecho sobre la orientación de nuestro gobierno. Por ser este mi modo de pensar , no te comunique estas insinuaciones que me llegaron , pero como tengo completa fe en tu indiscutible talento en tu insoportable patriotismo , me inclino a creer que mis apreciaciones no eran justas ni acertadas y que tu debes tener muy bien meditado tu plan general para conducirnos fácilmente al triunfo después de esta lucha que por tanto tiempo hemos sostenido. Como te digo al principio, a mi llegada a esa capital ampliaré con menos peligro de ser mal interpretados mis conceptos y apreciaciones sobre estos asuntos. Entre tanto, deseándote completo éxito, se despide tu amigo que te quiere. (Firmado) Adolfo de la Huerta”.
Estos mensajes los envio a la prensa para su publicación el licenciado Aarón Sáenz, por escrito y bajo su firma (Firmado) Lic. Aarón Sáenz.
Por su parte, el señor don Adolfo de la Huerta, al referirse a los anteriores mensajes, que proporcionó a la prensa el licenciado Sáenz, declaró lo siguiente, que transcribo íntegramente:
“Aunque habíame hecho el propósito de no intervenir en discusiones sobre convenios, arreglos a tratados llamados Bucareli, para no resucitar odios y antagonismos que debamos olvidar, la publicación de telegramas alterados con frases y conceptos que aunque no desvirtúan mi actitud desde aquél entonces si determinan incongruencias y confusiones, me obliga a esta declaración , que fija mi actuación en el gabinete del general Obregón.”
Para aclarar lo declarado por el Licenciado Aarón Sáenz, quien también mostró algunos telegramas al respecto, el señor de la Huerta sigue diciendo; “ Los documentos publicados por el licenciado Sáenz , están desprendidos de una serie de mensajes motivada, primero por el anuncio de la prensa de México sobre la visita de comisionados americanos que en la capital debían tratar con delegados mexicanos sobre el reconocimiento de nuestro gobierno”.
“Al leer en Sonora, donde me encontraba accidentalmente, tal información, me dirigí al Presidente protestando por la aceptación de ese plan que anteriormente se había propuesto y que en junta en Chapultepec, entre Calles, Obregón y yo, se había rechazado.
“A ese mensaje de protesta que agradecería también al Licenciado Sáenz publicara, unido a otras declaraciones que en conferencia telegráfica tuvimos el presidente y yo, quiere referirse el general Obregón en el mensaje fecha 28 del actual por el licenciado ya mencionado. En la siguiente frase:
“En mis mensajes anteriores te declaré que las conferencias no significaban ningún compromiso para nuestro gobierno, etc.”
“Claramente se ve por esta frase que hubo en otros mensajes objeción de mi parte a esos arreglos.
“Cuando en la prensa de Estados Unidos aparecieron, no solamente la noticia de las conferencias sino la especificación de puntos que trataríanse en ellas, aproveché esa circunstancia, para hacer patente una vez mas mi inconformidad y mis temores de que nuestro gobierno se viera envuelto en situación indecorosa: pero por tener ya la promesa de Obregón, hecha en mensajes anteriores (que también pido al señor Sáenz sean publicados) , de que al llegar yo a México se buscaría la forma de salir airosamente de ese paso equivocado, usé algunos eufemismos para que no recibiera con encono mis puntos de vista ,toda vez que mi único propósito era salvar la situación de mi país sin lastimar en lo mas mínimo al general Obregón.
“Veo en las declaraciones publicadas algunas frases que no se compadecen con el espíritu de los mensajes que es de reprobación a esas proyectadas conferencias realizadas después en Bucareli, y parce que fueron agregadas para esfumar mi protesta, lamentando que esos telegramas hayan sido dados a la publicidad, después de mi larga estancia en México, cuando estuve en posibilidad de sacra de mis archivos existentes en esa capital los documentos originales.
“Quiero hacer notar que a pesar de la promesa del general Obregón de no caer en el erro que señalé y que muy claramente se ve aún en los mensajes publicados, siempre se firmaron los convenios condicionales para el reconocimiento y que, para obtener su ratificación Senado de la República, se recurrió a la violencia.
“Si se revisa la prensa de aquéllos días, se verá que los senadores de los dos vados existentes entonces rechazaron en un principio tales convenios, y sólo después, cuando se hizo sentir la presión gubernamental en forma cruel y se explotaron los antagonismos de política interna , se consiguió obtener la ratificación de esos tratados, que en mi concepto violaron la dignidad y soberanía nacionales por haber sido la CONDICION del reconocimiento y que encierran, no solamente la obligación de pagar los daños causados por la revolución cuando la ley estaba en suspenso, sino para remunerara a los extranjeros perjudicados por la aplicación de nuestras leyes constitucionales, sin mencionar caso de denegación de justicia.
“Para terminar, debo llamar la atención sobre la promesa que el gobierno americano me hizo en mis conferencias con Harding y Hughes para que el reconocimiento viniera automáticamente sin necesidad de tratado previo y sin condiciones humillantes para nuestra patria, como expresan mis mensajes que han motivado esta declaración.
2Después de esa promesa, solo debía esperarse que nuestra legislación, se ajustara a las declaraciones hechas por el Presidente de la República al promulgarse las leyes y reglamentos generales que debieron amparar por igual a los mexicanos y extranjeros, sin privilegios para estos últimos, declaraciones que yo presenté al gobierno y pueblo americanos y que comprendían los tres puntos a que se refiere uno de mis mensajes.
Hago notar que todas estas discusiones fueron posteriores a los arreglos de la Deuda pública, y que mis pláticas con el Presidente Harding y el Secretario del estado Hughes fueron también después de firmarse convenios de la Deuda pública el 16 de junio de 1922, en los que ninguna intervención tuvo el gobierno americano (Firmado) Adolfo de la Huerta”.
Volvamos ahora a escuchar la relación que nos hace don Adolfo de la HUERTA de los trascendentales acontecimientos que siguieron:
EXPLICACIONES Y RECRIMINACIONES
“Tome la última minuta y me fui con ella a ver a Obregón,
-“Álvaro: pues no fui yo el engañado, como suponías, sino tú, por que todavía quiero creer que a tus espaldas se a hecho esto. Y le mostraré la minuta en la que aceptaban las condiciones aquellas desfavorables para México. Nada mas leyó el principio (como era ya conocido para él, no continuó la lectura).
-“Bueno- me dijo- , son muchas quisquillosidades tuyas. Yo quiero pasar a la historia con mi gobierno no reconocido por los demás gobiernos de los países civilizados del mundo. Algún sacrificio tenia que hacer, sobre todo, todos los gobiernos firman tratados y hacen arreglos para conseguir el buen entendimiento con las demás naciones.
-”Pero esto es contrario a la ley…. ¡Entonces tú también estabas de acuerdo con esto!..Entonces has cometido una traición a la patria. Has incurrido en muy serias responsabilidades-Y ya exaltado le dije frases descompuestas.
“Posiblemente me haya faltado tiño para conducir mi platica con él, y tal vez para convencerlo de que retrocediera, aunque era ya muy difícil. Cuando le dije en palabras duras que había incurrido en una traición a la patria, me contesto:
-“Pues esa es tu opinión, pero no la mía, ni de las personas que conmigo han hecho estos arreglos.
-“Pues hasta ese momento sigo en tu gobierno. Da por presentada mi renuncia que he de formalizar después, por que yo no me hago cómplice de esta actuación tuya.
“Y me retire muy nervioso, muy excitado, contrariadísmo .El final de la entrevista fue ya cortante. Fui inmediatamente a decir a mi secretario particular:
“Al llevarnos todo lo que sea de mi correspondencia, por que me voy de la secretaría; no sigo con este gobierno.
“Al día siguiente me llamó Obregón y me dijo:
-“He querido saber nada más cuáles han sido los móviles de tu actitud ayer, ¿Realmente crees que sea un error de mi parte, que haya cometido una torpeza incurriendo en esas responsabilidades que tu me hiciste notar, o es por odio personal a mi?
-Pero Álvaro, ¿Cómo puedes imaginarte que yo tenga odio para ti? No tienes un colaborador más leal que yo y si ayer me exalté y subrayé con palabras fuertes y duras mi protesta, fue para que te salvaras, para que no incurrieras en la responsabilidad en la que estas incurriendo.
-“Bueno; eso es todo lo que quería yo saber. Después de todo tu celo patriótico es hasta cierto punto encomiable, pero esto ya está hecho. Es todo lo que quería saber.
-“Muy bien- Y m retiré
“Como consecuencia de la contrariedad que me causaron esos acontecimientos, me vino un derrame bilioso. Me purgué y me puse en cama estando en ella, ya por la noche, seme presentaron varios diputados. Si mal no recuerdo eran: Martin Luis Guzmán, Rubén Navarro, Prieto Laurens y algunos otros pidiéndome que intercediera con Obregón a fin de que no se publicara una resolución presidencial calificando las elecciones de tres estados: Zacatecas, San Luis Potosí y Nuevo León. Como yo a nadie la había comunicado la discusión que había tenido con Álvaro, Pues ellos creían que yo era palanca poderosa para hacer desistir a Obregón de aquéllas resoluciones. Me opuse muchísimo, no quería en manera alguna , pues yo me daba cuenta de que yo no era el hombre que ellos buscaban para lograr su objeto, pero fue tanta la insistencia de ellos, que me levanté, me vestí y lo fui a ver a Chapultepec.
“Encontré que a él también le había afectado nuestra discusión, pues estaba medio enfermo con un fuerte dolor de cabeza, le comunique la solicitud de los diputados haciéndole notar que no tenía derecho el gobierno federal para intervenir en la elecciones de los Estados, que eran resoluciones de las legislaturas locales erigidas en colegio electoral y que ni el mismo gobierno podía vetarlas.
-“Ese es un asunto- me contesté- que yo tengo muy bien consultado. Mis abogados me dijeron que yo podía hacerlo.
-“Pues yo te puedo presentar a cien abogados que te dirán lo contrario.
-“Bueno, pues a eso atiéndelos tú; yo atiendo a los míos.
“Me retiré y volví a comunicarles a los diputados que no había podido conseguir nada. Después recurrieron a Roberto Pesqueira, quien había llegado allí a visitarme y parece que él fue también a hablar con Obregón con el mismo resultado negativo, pues la resolución aquélla se publicó en la prensa y resultó el gobierno federal calificando las elecciones de los Estados. (Fines de agosto o principios de septiembre de 1923).
Dos días después Obregón volvió a llamarme. Antes de salir y estando en mi casa Froylán Manjarrez,le dije: “ Vuelva a ser mi secretario particular: siéntese a la máquina que le voy a dictar mi renuncia”. Eso por que recordé que no había presentado mi renuncia oficialmente a obregón , si no que había sido una resolución verbal durante la enojosa plática de tres días antes. (Manjarrez había sido por corto tiempo mi secretario particular en 1916, sustituyendo al Vate Escudero que enfermó por unos días. Manjarrez era director del periódico Orientación que yo fundé en esos días en Hermosillo).
Dicté a Manjarrez mi renuncia, deslizando en ella alguna frase dura.
-“No don Adolfo- me dijo-, no es conveniente esa forma. Este es un documento histórico. Usted siempre se ha caracterizado por su ponderación, y disuena es frase.
-“Pues quítela-Se la quito y quedó una renuncia serena. Me la eché a la bolsa dejando una copia allí.
Me fui a ver a Obregón y durante nuestra entrevista me dijo:
-“Hombre, he pensado mucho sobre tus argumentos en contra de los arreglos que hemos hecho y ¿crees tu que pueda tener todavía remedio esta situación?
-Si- le contesté- , si yo voy a Washington y hablo, sobre todo con Hughes, comprometidos como estaban conmigo a prescindir del tratado previo y a aceptar las resoluciones del gobierno de México, dentro de la constitución del 17, con la propiedad del subsuelo, sin el reconocimiento de los derechos anteriores, por que toda constitución es retroactiva y nulifica todos los derechos anteriores, tengo la seguridad de lograr arreglar esto.
-“Bueno-me dijo- Entonces te vas conmigo a El Fuerte (Chapala). Vamos a estarnos allí unos días para estudiar bien esta cuestión. Me explicas en que forma vas a pelear este asunto y la emprendes a Washington- Pero al retirarme le dije:
-“ Hombre, formulé ya mi renuncia para que conste de todas formas que yo tomé ya la resolución de no formar parte de tu gobierno; yo tengo mis compromisos…..
-“Bueno –me contestó- pero ya después de esa resolución de que te vayas a Washington ¿insistes?
-“De todas maneras quiero que se quede conmigo
-“Bueno, pero es únicamente por fórmula o ¿es optativo para mi aceptarla?
-“Si, no la voy a dar a conocer.
“Debo aclarar que en la segunda de las entrevistas relatadas, aquélla en la que me pregunto si mi actitud obedecía a rencor personal, terminó diciéndome: “¿No te parece entonces que puedes separarte pidiendo licencia el primero de noviembre?”, y como yo quedara un poco indeciso, Álvaro insistió diciendo que era impolítico el dar a conocer mi renuncia, pues era yo la columna fuerte de su gobierno y aquello causaría desequilibrios no deseables. Ante tales consideraciones acepté su sugestión.
“Así, pues, en la tercera entrevista al presentarle mi renuncia, me recordó aquello. “De todas maneras –insistí- no la haré pública, pero consérvala”.
“Terminada la entrevista me retire a mi domicilio”.
INDISCRECIÓN PERIODÍSTICA Y SUS CONSECUENCIAS
“El día siguiente (22 de septiembre de 1923) con enorme sorpresa mía, apareció publicada mi renuncia en el diario El Mundo, con un encabezado a toda página que decía: EL SEÑOR ADOLFO DE LA HUERTA PRESENTÓ ANOCHE SU RENUNCIA. Como he dicho, ésta sólo era conocida de Obregón y de mi.
“Lo que sucedió fue lo siguiente: cuando yo salía la noche anterior a entrevistar a Obregón, llegó a mi casa Martín Luis Guzmán y yo le invité a pasar diciéndole que allí encontraría a Froylán. Martín Luis entró a la sala de la Casa del Lago (mi residencia entonces) y se interiorizó de la renuncia cuya copia había quedado allí. Director del periódico El Mundo, le pareció que era un golpe periodístico de primer orden, y publicó la noticia. “Obregón creyó que yo había faltado a mi promesa y se puso furioso (según supe después). Por mi parte, yo creí que él había dado mi renuncia a la prensa.
“Recibí un recado escrito y firmado por Pérez Treviño que era entonces jefe de su Estado Mayor, comunicándome que quedaba sin efecto el viaje a El Fuerte. Obregón sí se fue: mandó llamar allí a Pani y le dio instrucciones para que se me buscara la manera de presentarme como un despilfarrado, para dizque darme muerte política “antes de la otra” según el dicho de Santanita Almada, sobrino de Obregón, que en una borrachera se lo confío a Aureliano Torres.
“Entonces Pani, primero le ordenó a Cuspinera (que actualmente es gerente de un banco; muchacho muy inteligente, era uno de los contadores en la Secretaría de Hacienda). A él le ordenó Pani que hiciera un informe desfavorable para mi. Cuspinera no le obedeció y rindió un informe ajustado a la verdadera situación que entonces tenía la Secretaría de Hacienda. Pani recibe el informe y destituye a Cuspinera. En la noche de ese mismo día se me presentó el oficial mayor Benjamín Marín a decirme:
- “Don Adolfo, vengo a comunicarle que aquí llevo ya mi renuncia, porque me han dado la comisión que Cuspinera no quiso cumplir, y yo tampoco estoy dispuesto a cometer la infamia de formular un escrito en contra de la gestión de usted que ha sido tan acertada y tan favorable al país.
-“No, Marín – le dije-, no; usted no renuncia; usted haga lo que le mandan hacer, porque si usted no lo hace, lo destituyen como a Cuspinera. Usted ha venido paso a paso consiguiendo los ascensos hasta llegar a la Oficialía Mayor.
Si alguna ventaja se consiguiera con su renuncia, yo aceptaría el sacrificio de usted, pero es que no se consigue ninguna, al contrario, llama a otro y posiblemente lo haga peor de lo que le piden a usted que lo haga. Así que usted debe cumplir con las órdenes que le han dado.
- “Pero don Adolfo – protestaba Marín -, es cosa muy triste para mi; es algo muy bajo. ¿Cómo quiere usted hacer que yo acepte una consigna de esa naturaleza?
-“Vaya usted y haga lo que le digo.
“El pobre Marín tuvo que cumplir con aquella comisión y fue señalado por muchos años como falso y traidor, hasta que yo volví del destierro y después de doce años y a petición suya hice la aclaración correspondiente para liberarlo de la mancha que injustificadamente pesó sobre él todo ese tiempo.
“Es curioso hacer notar, de paso, que en el escrito de cargos que Marín (obedeciendo la consigna) formuló en mi contra, aparecía como uno de tantos cargos, la construcción del ferrocarril de Navojoa a Yavaros que lo había hecho Obregón contra mi opinión, así como las obras del Puerto Yavaros para beneficiar sus terrenos en la región de Huatabampo y que él manejó directamente junto con Santanita Almada que era el gerente de la Comisión Monetaria, y yo aparecía como responsable de aquello1 …Otra: la de ayuda al Estado de Sonora, a Hermosillo para que hiciera el drenaje y la pavimentación $600,000.00 que había acordado y de los cuales se habían entregado $150,000.00 Esa erogación había sido autorizada por Obregón a solicitud telegráfica mía en una conferencia que por dicha vía sostuvimos y en la que me hice intérprete de los deseos de la Cámara de Comercio de Hermosillo y abogué para que se les concediera dicha ayuda. (A la sazón era yo gobernador del Estado de Sonora con licencia para desempeñar la cartera de Hacienda). ¡A eso se llamaba despilfarro!
“Debo aclarar que yo quise ir a Sonora a cumplir con mis deberes de gobernador, pero Obregón no quiso.
-“No, mira – me dijo-, te quedas aquí conmigo. Manejas la Secretaría de Hacienda. Has tenido mucho éxito aquí en tus gestiones de finanzas y desde aquí puedes ayudar a tu Estado en la forma que quieras.
“Sin embargo, yo no abusé de ese ofrecimiento; fue el único caso en que, previa consulta con él y a solicitud de la Cámara de Comercio, obtuve aquella ayuda para mi Estado.
“Obregón insistió en que yo siguiera en la Secretaría de Hacienda pidiendo licencias semestrales de mi puesto como gobernador de Sonora porque vio que en los seis meses que yo manejé las finanzas con absoluto control, pues Alvarado se había ido a los Estados Unidos a arreglar los asuntos de la Reguladora que estaba acusada de violar las disposiciones de la Ley Sherman. (Yo me había quedado con el subsecretario pero con acuerdo diario y dictando las resoluciones yo directamente), pues viendo Obregón que yo había recibido la Tesorería sin un solo centavo, porque todo el dinero se lo llevó el señor Carranza a Veracruz y una gran parte de ello se perdió, a pesar de ello encarrilé la economía nacional, la Tesorería; hubo dinero para pagar todas las cuentas que dejó pendientes el gobierno del señor Carranza; la amortización de los últimos infalsificables; la amortización de los Bonos Cabrera, etc., y que le entregué el gobierno limpio enteramente de todo débito, con siete millones de pesos contantes y sonantes en la Tesorería. Por todas esas razones no quería que yo dejara la Secretaría de Hacienda.
-“No- decía-, si los acertados en finanzas no se dan en maceta. Tú te quedas aquí; no me abandones. –Y me obligó a que continuara en la Secretaría de Hacienda en cuyo puesto estuve casi tres años y medio, completando los seis meses del interinato.
“Naturalmente, cuando salió aquel documento pretendiendo que había yo determinado la bancarrota moral y material del gobierno y se desataron los ataques contra mi, que incluyeron tres intentos de asesinato, tuve que protegerme con el fuero de candidato, y acepté la candidatura a la presidencia de la República que antes había rechazado cien veces”.
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