domingo, 20 de enero de 2013

Lincoln- La Pelicula


Lincoln
Carlos Bonfil

na de las decisiones más acertadas de Steven Spielberg al acometer un proyecto tan ambicioso como la película Lincoln, fue confiar el guión a la destreza y profesionalismo del dramaturgo neoyorquino Tony Kushner, premio Pulitzer por Ángeles en América (1991/2); más acertada aún fue la decisión que ambos tomaron de desechar el tratamiento original de 500 páginas y concentrarse tan sólo en una sexta parte del mismo. De modo similar a la estrategia narrativa del cineasta John Ford, quien había elegido en El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, 1939) ocuparse únicamente de los años mozos del abogado principiante y futuro presidente, en la bucólica atmósfera de su natal Kentucky, Spielberg opta hoy por concentrar su atención en el último año de su vida en Washington, y de modo especial en un solo mes, enero de 1865, momento histórico en el que el decimosexto presidente de Estados Unidos obtiene su mayor victoria política: la aprobación, in extremis, de la decimotercera Enmienda a la Constitución de ese país, por medio de la cual queda abolida la esclavitud en todo su territorio.
Lincoln no es una película biográfica ni un farragoso manual audiovisual de historia, sino un thriller político que coloca en primerísimo plano el papel que jugó el tema de la abolición de la esclavitud en una Guerra de Secesión que por lo común e interesadamente ha sido asociada a otro tipo de reivindicaciones (derechos de los estados, prerrogativas financieras, defensa de la especificidad cultural sureña). Es también una cinta que plantea el profundo dilema moral al que se enfrenta Abraham Lincoln (caracterización portentosa de Daniel-Day Lewis) cuando debe elegir entre facilitar el fin de una guerra civil desastrosa y poner con ello en riesgo la emancipación total de los esclavos o mantenerla viva y así ganar tiempo para que pueda aprobarse en el Congreso la enmienda liberadora.
La lucha del presidente republicano (en una época en que pertenecer al Partido Republicano era sinónimo de liberalismo y tolerancia) por superar en voces a los demócratas, defensores a ultranza de la causa de los confederados sureños, e incluso de sumar algunas de ellas (mediante coacción moral o compra de voluntades) en favor de la aprobación de su enmienda, es un alarde de inteligencia política. Lejos de la imagen tradicional de un Lincoln conciliador y bienintencionado, la película nos muestra a un presidente vigoroso y aguerrido, dando enérgicos manotazos sobre la mesa ante la indecisión o pusilanimidad de algunos colaboradores, y también al estratega capaz de contener los ímpetus del abolicionista republicano más radical, Thaddeus Stevens (un memorable Tommy Lee Jones).
Foto
Fotograma de la película de Steven SpielbergFoto Ap
Parte del guión está basado en el best seller de Doris Kearns Goodwin, Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln, y es de esa contienda política llena de marrullerías, golpes bajos y traiciones, y también heroicas lealtades, de lo que trata la cinta de Spielberg, como ilustración del arte de hacer política de cara a la adversidad, manteniendo imperturbable un mismo impulso libertario, finalmente triunfante. El republicano Stevens valora la estrategia y sus felices resultados, y de paso resalta la gran paradoja histórica: La más grande reforma del siglo XIX obtenida, gracias a la corrupción, por el hombre más puro de Estados Unidos.
La película de Spielberg toma distancias sorprendentes con la visión simplista y apolítica que suele tener Hollywood de que las grandes luchas sociales suponen la victoria de buenos ciudadanos sobre políticos malos. El ejemplo más notable de esta visión maniquea es Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington, Frank Capra, 1940). Setenta y dos años después, aquella visión romántica, de cándido optimismo, ha sido derribada por las prácticas más cínicas de la política actual, a las que alude la cinta, de modo retrospectivo, en su pintoresco pugilismo parlamentario.
La colaboración del guionista Kushner es capital para recrear, a través de diálogos mordaces y naturalidad en la composición del personaje central, a un Lincoln muy humanizado, poseedor de un leve toque de malicia, afecto a desesperar a sus oyentes con anécdotas y parábolas, con figura encorvada y sin embargo recia, capaz de enfrentar estoicamente las exigencias y chantajes de su esposa Mary Todd (Sally Field, calculadamente acrimoniosa). Con todo ello, la complejidad dramática que propone el guionista Kushner, la sensible fotografía en sepias y claroscuros de Janusz Kaminski, y la partitura original de John Williams, terminan supeditándose a la visión totalizadora de un Steven Spielberg que aquí, como en tantas otras cintas suyas, recurre a una retórica sentimental y a una estética grandilocuente que concluye en cine-mausoleo lo que había iniciado como trepidante acción en el terreno de batalla y en el campo parlamentario. Una nueva paradoja en la carrera de un gran cineasta.
carlos.bonfil@gmail.com
Twitter: @CarlosBonfil1


Entre Lincoln y Roosevelt, de la historia a la política, la jura de Barack Obama

De 2009 a 2013, es el paso en Washington de la emoción del primer presidente negro a la refriega política de un Congreso en tensión por el presupuesto y las armas de fuego.

Si en 2009 la emoción desbordó Washington, en 2013 el desafío pesa sobre los hombros de un presidente cuyo legado final es incierto en momento de división política en el Capitolio. Barack Obama juró su cargo de forma sencilla en la Casa Blanca abriendo de forma oficial la segunda parte de su era que se cerrará el 20 de enero del 2017.
Al ser el 20 de enero domingo, Obama juró en la Casa Blanca sobre la Biblia de la familia de su esposa. Este lunes lo hará con las de Lincoln y Martin Luther King. A continuación, en el comienzo oficial de su mandato, y ante el Capitolio, Obama expondrá a la nación los nuevos desafíos y las metas que propone. Como siempre, Obama ha preparado este discurso de forma muy especial, en un momento en que pesa en el ánimo de la nación la terrible matanza de niños.
Entre la emoción de Abraham Lincoln -que retrató de forma magnífica Spielberg en relato pedagógico para las nuevas generaciones-, “con maldad hacia nadie y con caridad para todos”, y el deseo de Franklin D. Roosevelt de imponer su voluntad y coraje, y la fuerza del Estado, Obama tratará de buscar la vía media, los vericuetos de un Washington que le respeta tras su nueva victoria pero recela.
El acto sencillo en la Casa Blanca
Barack Obama juró el cargo de presidente de los Estados Unidos en una ceremonia privada en el Salón Azul de la Casa Blanca a las 11.55 horas (17.55 hora peninsular española) con la que dio comienzo su segundo y último mandato. La breve ceremonia se ha celebrado en el Blue Room de la Casa Blanca con la asistencia de Michelle Obama y sus hijas Malia y Sasha.
El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, tomó juramento a Obama. Roberts fue el protagonista de la primera toma de posesión de Obama, en 2009, cuando tuvo que repetirse el juramento en privado por un fallo suyo en la ceremonia oficial, en la que pronunció de memoria, y erróneamente las palabras que debía repetir el presidente.

La ceremonia tuvo que celebrarse porque la Constitución obliga al presidente electo a tomar posesión formal del cargo antes de las 12.00 horas del día 20 de enero, pero Obama repite este lunes su juramento en una ceremonia multitudinaria en el Capitolio, ya que tradicionalmente los actos de toma de posesión presidencial no se celebran en domingo.
Cuando Obama jure de nuevo el cargo este lunes habrá igualado el récord de juramentos del cargo, que ostenta Franklin Roosevelt, presidente entre 1933 y 1945 con sus cuatro mandatos. En el caso de Obama, en cambio, se debe a las dos dobles juras de cargo.
Todo el protagonismo para Obama
Llega la hora de la verdad para Obama. Difícilmente vamos a encontrar un nuevo presidente ya que el equilibrio, análisis ponderado de las circunstancias, por adversas que sean, y la búsqueda permanente de consensos, son sus muy particulares señas de identidad políticas. Sin embargo, los asesores más próximos al presidente le han advertido que si quiere dejar su huella y lograr todos sus objetivos, el pulso de este segundo mandato tendrá que ser audaz desde la primera hora. Es decir, ante un Partido Republicano con debate no cerrado entre el ala radical y el ala moderada, Obama deberá mostrar la fuerza de su autoridad y el poder de los votos que le catapultaron de nuevo a la Casa Blanca. Llega a este momento con un 51% de apoyo ciudadano según la última encuesta de The New York Times y CBS.
En su equipo no hay el brillo de Hillary Clinton y Robert Gates en la secretaría de Estado y de Defensa. Sin haber podido tener como secretaria de Estado a Susan Rice Obama optó por John Kerry para la política exterior. Chuck Hagel en el Pentágono y John Brennan al frente de la CIA forman un equipo más próximo al presidente y a la vez un paso detrás de él. Jack Lew como nuevo secretario del Tesoro sucede a Tim Geithner.
Para Obama es el momento ahora de los grandes retos, de la defensa de sus convicciones, y de la firmeza. Los desafíos serán formidables y mostrarán de verdad, seguramente en toda su grandeza, la estatura política de Obama.

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