viernes, 5 de junio de 2009

Lincoln-Juarez,version de Larouche




Proponentes del Sistema Americano emergieron en México en los 1840, dirigidos por el colbertista Esteban de Antuñano, aliado de la lucha continua de Henry Clay en los EU. Estudioso de las políticas proteccionistas de Alexander Hamilton y Federico List, Antuñano escribió un plan detallado para la industrialización del país en su Plan económico político de México, de 1845, seguido por su Plan platónico para hacer feliz a México, bajo el régimen federal, por semejanza en mucho con los Estados Unidos de América, de 1846. Pero al año siguiente su país se hundió en la guerra.

Lincoln versus los traidores y sus guerras
Los banqueros nororientales y los esclavistas sureños se unieron en el Partido Demócrata para controlar la política estadounidense durante casi todo el período de 1829–60, empezando con el régimen de Andrew Jackson (los banqueros británicos empezaron a ejercer una poderosa influencia directa en el distrito financiero de Wall Street en Nueva York: August Belmont llegó a los EU en 1837 en representación de los Rothschild). La pandilla banquero–esclavista le declaró la guerra a México (1846–48), y poco después dieron media vuelta y le lanzaron la guerra a los propios Estados Unidos, con la rebelión sureña.

El esclavista de Tennessee James J. Polk, ganó la Presidencia de los EU en 1844; el Partido Whig reveló que la Asociación de Libre Cambio británica financió la campaña de Polk. Éste consiguió la declaración de guerra del Congreso, mintiéndole al decir que México había invadido Texas. El régimen de Polk de inmediato hizo un acuerdo secreto con la Gran Bretaña para cederle lo que hoy es la Columbia Británica, parte el territorio de Oregón que estaba entonces en disputa, a cambio de apoyar la guerra contra México.

El ex presidente John Quincy Adams, que en ese entonces se desempeñaba en el Congreso, instó a sacar por completo a la Gran Bretaña de Norteamérica, y exigió la paz con la hermana república de México. Henry Clay, que estaba retirado, tildó la ofensiva contra México de guerra de "agresión insultante" y de "rapacidad". El joven congresista Abraham Lincoln, un whig junto con Adams y Clay, presentó ante el Congreso la "resolución de sitio", probando que Polk había mentido, y exigiendo que dijera el sitio preciso en el que México supuestamente había invadido a los EU.

Cuando Lincoln ganó la Presidencia en 1860, la crisis de la secesión sureña comenzaba. El régimen saliente de Buchanan era tan traicionero, que el presidente mexicano Benito Juárez, líder de los liberales, envió a su embajador Matías Romero a reunirse en secreto con Lincoln (que se sabía era favorable a los mexicanos) en Illinois, antes de que tomara posesión. Romero le dijo a Lincoln que el Gobierno mexicano estaba bajo ataque del "clero y el ejército. . . por sostener los privilegios e influencia que gozaban durante del régimen colonial".

Romero escribió en su diario: "Le dije que México se había congratulado mucho con el triunfo del partido republicano, porque esperaba que la política de ese partido sería más leal y amistosa, y no como la del democrático que se ha reducido a quitarle a México su territorio para extender la esclavitud".

Lincoln "me preguntó cuál era la condición de los peones. . . pues había oído decir que estaban en una verdadera esclavitud y quedó muy complacido cuando le dije que los abusos sólo existían en pocos lugares y que eran contrarios a la ley".

Lincoln "me dijo. . . que durante su administración procurará hacer todo lo que esté a su alcance en favor de los intereses de México, que se le hará entera justica en todo lo que ocurra y que se le considerará como una nación amiga y hermana. Me agregó que no creía que nada pudiera hacerlo cambiar de este propósito".

El primer ministro británico lord Palmerston saludó a la reina Victoria el 1 de enero de 1861, celebrando "la pronta y casi lograda disolución de la gran confederación nordista en América". Entonces, Gran Bretaña, la Francia de Napoleón III y España invadieron México, mientras los EU estaban enfrascados en la guerra Civil. Esto permitió usar a México como una ruta de contrabando de pertrechos de guerra de la Gran Bretaña y Francia para la Confederación esclavista. Cuando impusieron al austríaco Maximiliano de Habsburgo como Emperador de México, los EU no pudieron hacer nada militarmente para ayudar a la guerra de resistencia del presidente Juárez. Pero cuando la Confederación se rindió, los EU movilizaron tropas hacia la frontera mexicana, abastecieron de armas a Juárez, y la independencia de México fue restaurada.

Gran Bretaña aprovechó la confusión que siguió inmediatamente después del asesinato de Lincoln en 1865, orquestando la genocida guerra de la Triple Alianza de 1865–70 contra Paraguay, acabando con 40 años de un sorprendente progreso educativo, industrial y de la infraestructura, basado en el Sistema Americano. El grado de desarrollo que se había alcanzado en esa nación fue tal, que el cónsul estadounidense Edward Augustus Hopkins describió a Paraguay como "la nación más unida, más rica y más fuerte del Nuevo Mundo".

La creación de un Nuevo Mundo
Sin embargo, los programas económicos del Gobierno de Lincoln, rebasando por mucho las necesidades inmediatas del período de guerra, siguieron maravillando y mejorando a la humanidad por una generación después de su asesinato. Los ferrocarriles financiados por el Gobierno, el bloqueo arancelario a la importación de bienes británicos hechos con mano de obra barata, las tierras agrícolas gratuitas, las universidades gratuitas y la emisión de crédito público, acarrearon un aumento inmenso del empleo y de la fuerza productiva de los EU, y de nuevas industrias, a una escala que empequeñeció a la antigua potencia, la Gran Bretaña imperial. Japón, Alemania y Rusia botaron los métodos británicos y adoptaron el prodigiosamente exitoso Sistema Americano.

El complejo industrial y científico nacionalista de Filadelfia siguió siendo el centro de la planificación estratégica estadounidense. Los escritos y la influencia política del economista Henry C. Carey llegaron a todos los países, en abierto desafío al eje de Londres con los banqueros de Wall Street en Nueva York, en tanto sus socios ferrocarrileros de Pensilvania construyeron las máquinas, las acerías y la infraestructura de los EU.

Con Matías Romero como intermediario del Gobierno de Juárez y de los que le siguieron, los filadelfios planificaron e iniciaron la construcción de una red ferroviaria nacional en México. William J. Palmer, un general de caballería que recibió la Medalla de Honor en la guerra Civil estadounidese, y que era socio del Ferrocarril de Pensilvania, diseñó los Ferrocarriles Nacionales de México en 1872›73. Al tiempo que se construían las primeras líneas, los miembros del equipo de Palmer organizaron y financiaron la "fábrica de inventos" de Thomas Alva Edison en Nueva Jersey; y George Barker, el científico en jefe del Instituto Franklin, asesoró a Edison en el desarrollo de la luz eléctrica, que llevó a la creación de centrales eléctricas públicas en todo el mundo.

De hecho, se construyeron miles de kilómetros de vías férreas en México, conforme los planes de Palmer.

Los aliados mexicanos de este desarrollo incluyeron a Carlos de Olaguíbel, quien se unió a Juárez y Matías Romero y atacó las teorías de Jeremy Bentham y Adam Smith. Olaguíbel advirtió en su libro de 1875, El proteccionismo en México, que el sistema maltusiano que le impusieron al país es "fatal, porque impide el acrecentamiento de la población, ese acrecentamiento de que tanto necesitamos, y que tendrá que mantenerse aun cuando se aumente demasiado, siempre que se proteja la industria".

Pero sobre el camino, la guerra financiera encabezada por J.P. Morgan de Wall Street llevó a Palmer a la quiebra y debilitó el poder de sus socios. Wall Street se apoderó de los ferrocarriles mexicanos, a medio construir, y empezó a desmantelar todo el programa de construcción nacional.

El Gobierno nacionalista de Perú trajo al estadounidense Henry Meiggs para construir el primer proyecto ferroviario a gran escala de Sudamérica, de 1868 a principios de los 1870, al parejo de los esfuerzos de Brasil, en los que participó el ingeniero estadounidense W. Milnor Roberts. Lincoln había restablecido la relación —rota por el presidente Buchanan— con el Perú, y los ingenieros estadounidenses empezaron a entrar.

Los peruanos planificaron que las líneas de Meiggs cruzarían la titánica cordillera de los Andes hacia Brasil y Argentina, y que los complejos acereros y manufactureros peruanos abastecerían al continente unificado de las herramientas necesarias para la modernización. El ferrocarril, el primero de su clase en el mundo, entró a los Andes, pero los inmisericordes ataques financieros internacionales evitaron su terminación transcontinental. Perú y Meiggs fueron llevados a la bancarrota.

Los británicos usaron entonces a su Estado cliente, Chile, dándole dinero y buques de guerra para lanzar una invasión que destruyera al Perú. El secretario de Estado estadounidense James G. Blaine vino al rescate de Perú por medios diplomáticos y de otro tipo en esta guerra del Pacífico de 1879–81. Empezaban a ganar la guerra, cuando asesinaron al presidente estadounidense James Garfield y destituyeron a Blaine. Perú quedó a merced del saqueo de una dictadura directa de los banqueros que la redujo a una pobreza bestial, destruyendo 30 años de logros magníficos de cuatro presidentes peruanos. A Blaine lo forzaron a comparecer ante audiencias del Congreso sobre "corrupción", que presidió Perry Belmont, hijo del representante estadounidense de los Rothschild, August Belmont. Blaine presentó un valiente testimonio en el que denunció que el ataque contra Perú era una operación británica para beneficio de las finanzas londinenses.

Blaine tuvo otra oportunidad como secretario de Estado de 1889 hasta su muerte en 1892. Él desarrolló el concepto de "reciprocidad" proteccionista con otras naciones del hemisferio, en equilibrio comercial para crear de forma premeditada industrias de alta calidad, con buenos salarios, de forma simultánea en todos los países. También impulsó planes para construir ferrocarrilles que unieran a América del Norte y del Sur.

En los últimos 25 años del siglo 19, hubo un resurgimiento de las políticas del Sistema Americano por toda Iberoamérica. Los Gobiernos de Carlos Pellegrini y Vicente Fidel López en Argentina (1890–92), de José Manuel Balmaceda en Chile (1886–91), de Rafael Núñez en Colombia (presidente en 1880–82, 1884–86 y 1887–88), y del naciente grupo de proteccionistas en Brasil, ejemplificados por Ruy Barbosa, ministro de Finanzas de la recién creada República en 1891, buscaban transformar sus naciones con políticas proteccionistas asociadas con Hamilton, Federico List y Henry Carey.

La Comisión Ferroviaria Intercontinental, creada por Blaine, empleó ingenieros del Ejército estadounidense para levantar planos y planificar líneas que unieran a los EU hasta Argentina y Brasil, y le presentó un mapa completo del proyecto al Presidente William McKinley en 1898. McKinley celebró los planes de Blaine como el futuro de la humanidad, en un discurso que dio en 1901 en la exposición panamericana de Búfalo, en donde fue asesinado.

A McKinley lo reemplazó su vicepresidente y rival político, Theodor "Teddy" Roosevelt, quien puso fin a las relaciones estadounidenses de la era de Lincoln con Iberoamérica. La facción financiera transatlántica de Teddy fraguó este golpe desde antes, en 1898, imponiéndole al presidente McKinley una guerra que no quería emprender en contra de España, con la conquista de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

Las fuerzas pro estadounidenses en el sur no se daban por vencidas, aunque los antiamericanos habían tomado al Gobierno estadounidense. En diciembre de 1902, en una famosa nota diplomática enviada a Teddy Roosevelt en respuesta al cobro forzoso, a punta de cañoneros, de la deuda venezolana, por parte de los acreedores británicos, alemanes e italianos, el ministro de Relaciones Exteriores argentino Luis María Drago reafirmó la primacía de la Doctrina Monroe:

"Entre los principios fundamentales del derecho público internacional que la humanidad ha consagrado, es uno de los más preciosos el que determina que todos los Estados, cualquiera que sea la fuerza de que dispongan, son entidades de derecho, perfectamente iguales entre sí y recíprocamente acreedoras por ello a las mismas consideraciones y respeto.

"Pero el cobro compulsivo e inmediato [de la deuda], en un momento dado, por medio de la fuerza, no traería otra cosa que la ruina de las naciones más debiles y la absorción de su gobierno con todas las facultades que le son inherentes por los fuertes de la tierra. Otros son los principios proclamados en este continente de América. `Los contratos entre una nación y los individuos particulares son obligatorios según la conciencia del soberano, y no pueden ser objeto de fuerza compulsiva', decía el ilustre Hamilton. `No confieren derecho alguno de acción fuera de la voluntad soberana'. . .

"Tal situación aparece contrariando visiblemente los principios muchas veces proclamados por las naciones de América y muy particularmente la doctrina de Monroe, con tanto celo sostenida y defendida en todo tiempo por los EU".

Pero Teddy ni siquiera respondió a la carta de Drago. En 1905 Teddy Roosevelt canceló la Doctrina Monroe, al anunciar un "corolario": los EU pueden invadir a las naciones del hemisferio a voluntad para cobrar deudas y con propósitos similares. Y esta perversidad cobró forma en repetidas ocasiones, en lo que el mundo llamó la "diplomacia del dólar".

Con Teddy, J.P. Morgan de Wall Street terminó de tomar y monopolizar las principales industrias de los EU —ferrocarriles, acerías, empresas eléctricas— que habían construido los adversarios nacionalistas de Wall Street.

Pero ciertos métodos y objetivos del siglo 19 no podían ser aplastados con tanta facilidad.

Edward J. Doheny desarrolló de forma independiente el petróleo de California en los 1890, después de que Pensilvania creara la industria petrolera, y que los Rockefeller y los financieros británicos se apresuraran a quedarse con ella. Por su cuenta, Doheny fue a México en 1900 para empezar ahí la producción de petróleo, de manera que los ferrocarriles propuestos para el hemisferio pudieran funcionar de forma eficiente con petróleo, en vez de hacerlo con carbón importado.

Doheny y otros esbozaron la creación de un vasto complejo industrial y de infraestructura para vincular a los estados del Pacífico de los EU, Iberoamérica y el Lejano Oriente. Un consorcio organizado por Doheny, vinculado al presidente estadounidense entrante Warren Harding, negoció un acuerdo con el líder soviético Vladimir Lenin en 1920 para desarrollar el petróleo y el carbón de Siberia, y exportar hacia Rusia 3 mil millones de dólares en equipo ferroviario y otros bienes de capital. Esto hubiera llevado al nuevo régimen soviético a restaurar la rota alianza ruso–estadounidense.

En noviembre de 1920, un grupo de empresarios de Caifornia asistió a la toma de posesión del presidente mexicano Álvaro Obregón, un revolucionario nacionalista a quien el Gobierno estadounidense rehusó reconocer como presidente. Los californianos buscaban restaurar la alianza de desarrollo entre México y los EU que Teddy Roosevelt y sus patrocinadores depredadores habían roto.

La corriente, favorable al Sistema Americano, de Esteban de Antuñano y Carlos de Olaguíbel del período de 1840–70 en México, se había mantenido directamente, llevándola a la Revolución Mexicana de 1910, y se expresaba en la idea del "Estado intervencionista" que más tarde defendieran Obregón y su ministro de Finanzas Alberto J. Pani.

El programa de Pani subrayó la necesidad de tener un Estado dirigista para conducir la industrialización. Pani señaló que "la maravillosa historia de transformación japonesa durante la revolución Meiji" debería reproducirse en México, es decir, la forma en que Japón se deshizo del feudalismo e impulsó el patrocinio gubernamental de la industria pesada.

Obregón, en su Manifiesto a la Nación donde anunciaba su candidatura el 25 de junio de 1927, dijo:

"Debemos ser sumamente cautos con las inversiones que en nuestro territorio pretendan realizar los intereses imperialistas de Wall Street y dar toda clase de facilidades compatibles con nuestras leyes al capital industrial comercial y agrícola, que del vecino país quiera venir a cooperar con nosotros al desarrollo y explotación de nuestros recursos naturales, para que así podamos ser más conocidos por el capital honesto de la vecina república, que será siempre nuestro aliado para dar a conocer la verdad en su propia nacionalidad, cuando los intereses absorbentes de Wall Street pretendan tergiversar la verdad para provocar conflictos y crisis internacionales entre la cancillería de ambos países como ha ocurrido en repetidas ocasiones".

El presidente Harding murió en 1923 en circunstancias misteriosas. Doheny y otros simpatizantes de Harding, que tenían un poder independiente de Rockefeller y Wall Street, fueron enjuiciados con una trampa armada en torno a unas concesiones petroleras supuestamente ilícitas, conocido como el escándalo del "Teapot Dome", y la mayoría de sus empresas fueron destruidas. Los EU entraron luego a un período de especulación desenfrenada e imperio del crimen organizado, en tanto los banqueros de Londres y Wall Street promovieron el ascenso al poder de regímenes fascistas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente reseña