miércoles, 31 de marzo de 2010

Juarez-Red Voltaire de Francia


Juárez, el Benemérito, y sus detractores por Edgar González Ruiz*
Benito Pablo Juárez García (San Pablo Guelatao, Oaxaca, 21 de marzo de 1806-ciudad de México, 18 de julio de 1872), el Benemérito de las Américas, puede considerarse el principal héroe de la historia de México.


Su lucha contra el fanatismo y la reacción abrió para nuestro país caminos de justicia y libertad que durante mucho tiempo no fueron igualados en parte alguna de América Latina.


El matrimonio civil, la educación laica y, en general, la separación entre la iglesia y el Estado, aspecto en el que durante mucho tiempo México dio ejemplo al mundo, fueron posibles gracias a la valentía, energía y claridad ideológica del Benemérito y de los destacados liberales que lo apoyaron.
En el siglo XIX, gracias al empeño de Juárez y de los liberales, México alcanzó avances que apenas hoy en día se llevan a cabo en otras naciones.
En Bolivia, el año pasado en el marco de las transformaciones encabezadas por Evo Morales, se reconoció la separación de la iglesia y el Estado, en contraste con su constitución anterior, que en su artículo tercero establecía que el Estado “reconoce y sostiene a la religión católica, apostólica, romana”.
Empero, en Costa Rica, el catolicismo sigue siendo la religión oficial y en la mayoría de los otros países del subcontinente goza de enormes privilegios y subsidios, lo mismo en la educación, las instituciones del gobierno, las fuerzas armadas, etcétera.
A lo largo de la historia, la simbiosis entre el clero y el ejército en naciones de América del Sur fue factor importante en el mantenimiento de gobiernos golpistas, como fueron en la década de 1970 los de Pinochet y Videla, en Chile y Argentina, respectivamente.
Hoy en día, algunos de esos países luchan por liberarse de la tiranía clerical, mientras México ha vuelto a ella con el ascenso del Partido Acción Nacional al poder en 2000, y especialmente luego del fraude electoral de 2006 y la llegada del gobierno de Calderón.
Juárez ha sido el miembro más distinguido de la masonería en México, institución a la que pertenecieron otros destacados personajes, como Lázaro Cárdenas y, como tal, luchó de manera ejemplar en defensa de los principios de libertad, igualdad y fraternidad.
Lo hizo en una época en que el clero tenía mucha más influencia social que actualmente, en la que la ignorancia y la superstición predominaban en grandes sectores de la población, pero también la libertad y la patria contaban con defensores más valientes y comprometidos que hoy en día.
Haciendo honor a sus orígenes humildes y a su extracción indígena, Juárez dio ejemplo a todos los demás estadistas al triunfar en la lucha contra la reacción clerical y contra la intervención extranjera que en su tiempo sufrió México por parte de la Francia regida por Napoleón III.
Entreguista y reaccionario, Santa Anna fue uno de los más enconados enemigos de Juárez. Sin embargo, en aquella ocasión, tratando de ganarse su perdón, le ofreció su espada contra los franceses, a lo que Juárez se negó juiciosamente.

Leemos en el libro Santa Anna, el dictador resplandeciente, de Rafael F. Muñoz (FCE-SEP, México, 1984, p. 267), que Juárez le respondió a Santa Anna que “si hubiera sido únicamente imperialista, podría recibirlo con agrado, pero como además ha sido un viejo aliado del clero y de los conservadores, no le inspira ni le inspirará confianza”.
En efecto, hace mal quien por su propia conveniencia apoya intereses extranjeros, pero es mucho más dañina la conducta de los que respaldan el fanatismo, que se opone al Estado laico y a las libertades individuales. El que actúa sólo por interés puede cambiar de bando una y otra vez, puede ser amigo o enemigo según le convenga, pero los conservadores defienden proyectos históricos.

En fin, por todas esas razones, por lo que Juárez fue y por lo que significa para México y para el mundo, ha sido también uno de los personajes más odiados por la derecha católica.


Detractores
Hace cuatro décadas, cuando estudiaba en una escuela católica, regenteada por un cura español más interesado por los negocios que por los asuntos ultraterrenos, tuve oportunidad de constatar el terrible odio de los conservadores contra Juárez.
El rechazo a la figura del prócer se predicaba insistentemente en las lecciones de historia, impartidas con libros de texto como los de Carlos Alvear Acevedo, que era uno de los autores favoritos de la Editorial Jus, de Gómez Morín, manejada en ese tiempo por Salvador Abascal.
Defensor de la Colonia, de la Inquisición y del franquismo, enemigo de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución, y en general de la democracia, Abascal escribió contra el Benemérito el libro Juárez marxista (Tradición, México, 1984), en el que contó con la colaboración de su hijo Carlos, quien años después formaría parte del gabinete de Fox.

Leemos en esa obra de Abascal: “Los hechos demuestran que excede con mucho el indio zapoteca al turco (Plutarco Elías Calles), quizás judío en ese bárbaro oficio de odio, en exacta coincidencia con Carlos Marx, a la Iglesia Católica y consiguientemente a su obra, la cultura occidental”.

Específicamente, Abascal listaba los “tremendos golpes de guadaña” con los cuales, según él, Juárez “acertó a cortar el grueso de las raíces religiosas, católicas, de la nación”, entre ellos los siguientes: “La educación atea de la niñez y de la juventud en las escuelas oficiales; especie de terrorismo y secuestro ideológico, que por sí solo fue suficiente para romper la unidad espiritual del pueblo”; “la legislación no sólo atea sino que a la vez ha hecho esclava del gobierno impío a la iglesia”; “el matrimonio civil, que traería consigo lógica y fatalmente el divorcio, para la disolución de la familia, sin la cual no hay iglesia ni patria”; “la introducción, para mayor confusión, de las sectas protestantes, que mutilan la fe y la disocian de la acción, la cual se consagra sin remordimientos a la satisfacción de todas las concupiscencias”.
Amigo y correligionario de Abascal, Celerino Salmerón fue otro de los detractores del Benemérito, de quien se expresó con increíble encono.
Leemos en el libro Las grandes traiciones de Juárez, de Salmerón, publicado por editorial Tradición en 1978, “que fue la Iglesia Católica quien sacó a Juárez de la indigencia; que de indio bárbaro y analfabeto que era Juárez, la iglesia lo elevó a persona civilizada. Por la gran caridad de la iglesia, Juárez aprendió a hablar español, traducir el latín… La iglesia civilizó a Juárez enseñándole a calzar zapatos, y vestir chaqueta y pantalones en vez de andrajos. La iglesia enseñó a Juárez a comer sobre mesa y con cuchara, y de lo contrario él lo hubiera seguido haciendo con los dedos y en cuclillas” (p. xii).
Según ese autor, Juárez “sometió brutalmente a la iglesia al poder del Estado” (p. xiii), por lo que concluye que “traicionó a Cristo” y que “murió impenitente, repentinamente, excomulgado, fuera de la iglesia. ¡Sólo Dios sabe lo que haya hecho de él!” (p. 140).
Décadas después, algunos panistas (ahora en el poder) demostraban haber asimilado ese tipo de ideas. Por ejemplo, en entrevista publicada el 1 de abril de 1997 en La Crónica, el panista mexiquense Noé Aguilar Tinajero hacía gala de un rabioso antijuarismo que evoca textos como los de Abascal y Salmerón.
Decía el panista que, siendo “católico, creyente”, tenía una visión crítica sobre Juárez, pues “atacó a la Iglesia Católica”.
A pesar de sus detractores, la figura y la obra de Juárez son motivo de orgullo para nuestro país, que en contraste con esa herencia gloriosa, hoy vive una de sus etapas más tristes y oscuras, debido al predominio de los explotadores, del clero conservador y del Ejército, precisamente las fuerzas a las que él combatió.
Edgar González Ruiz
Maestro en Filosofía. Investigador y periodista, especializado en la derecha política en México y América Latina. Ha publicado varios libros, como: La Última Cruzada (2001); Los Abascal (2002); Cruces y Sombras (2006); El clero en armas (2007). En 2005 obtuvo el Premio José Martí; en 2006, el Premio Nacional de Periodismo, de México. Colabora en Contralínea.

sábado, 6 de marzo de 2010

Tratado McLane-Ocampo


Contexto: Juarez venia de estar exiliado en Nueva Orleans, viviendo en la miseria, y la guerra contra los conservadores estaba en ebullicion en ambos lados de la frontera, Estados Unidos estaba a punto de la guerra civil, Juarez jugó con astucia su carta, que de haber perdido la jugada estrategica, México hubiera desaparecido como Nación.

El tratado deriva su nombre de Robert McLane, entonces embajador de los Estados Unidos ante México y del político liberal mexicano Melchor Ocampo, quienes negociaron el tratado con la esperanza de que el dinero impulsaría el éxito del Partido Liberal en la Guerra de Reforma de México.

El tratado también habría puesto a México bajo la protección militar de los Estados Unidos.


El Tratado McLane-Ocampo, formalmente Tratado de Tránsito y Comercio, fue un acuerdo entre los Estados Unidos y el gobierno liberal de México, encabezado por Benito Juárez, firmado en el puerto de Veracruz en México, el 14 de diciembre de 1859, el cual habría vendido a perpetuidad el derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec a los Estados Unidos, por cuatro millones de dólares, desde el puerto de Tehuantepec en el sur, hasta Coatzacoalcos en el Golfo de México, y con la carga para México de emplear fuerzas militares para la seguridad de las personas que transiten (artículo V); ceder a perpetuidad el derecho de transito a favor del vecino país del norte, desde la ciudad de Guaymas hasta el Rancho de Nogales u otro punto conveniente de la frontera entre la República de México y los Estados Unidos (artículo VI); ceder a perpetuidad el derecho de tránsito a la unión americana, desde cualquier punto entre Camargo y Matamoros, u otro punto conveniente de la frontera de Tamaulipas, vía Monterrey, hasta Mazatlán (artículo VII), así como en el protocolo correspondiente se cita textualmente lo siguiente: "1.-En vista de la peculiar situación del territorio de la Baja California, el cual, desde que fue cedida la Alta California a los Estados Unidos ha quedado separado y desintegrado del cuerpo principal de la República Mexicana, El Gobierno Constitucional consentirá en traspasar la soberanía a los Estados Unidos por una remuneración que después será convenida por parte de las partes contratantes".

A pesar de que el presidente estadounidense James Buchanan favorecía fuertemente el arreglo y el presidente mexicano Benito Juárez, necesitaba con urgencia el dinero para financiar la guerra que libraba contra el Partido Conservador, el acuerdo nunca fue ratificado por el Senado de Estados Unidos.

Estados Unidos planeaba construir una vía ferrea o un canal a lo ancho del istmo para acelerar el transporte de correo y mercancias entre las costas este y oeste. Los caminos ahí, en Nicaragua y en Panamá ya acumulaban tránsito considerable.


Tratado Mc. Lane-Ocampo.
Diciembre 14, 1859




Artículo 1o. Por vía de ampliación del artículo 8o. del tratado de 30 de Diciembre de 1853, cede la República Mexicana a los Estados Unidos y sus conciudadanos y bienes, en perpetuidad, el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec, de uno a otro mar, por cualquier camino que actualmente exista o que existiese en lo sucesivo, sirviéndose de él ambas repúblicas y sus ciudadanos.

Artículo 2o. Convienen ambas repúblicas en proteger todas las rutas existentes hoy o que existieren en lo sucesivo al través de dicho istmo, y en garantizar la neutralidad del mismo.

Artículo 3o. Al usarse por primera vez bona fide, cualquiera ruta al través de dicho istmo, para transitar por ella, establecerá la República Mexicana dos puertos de depósito, uno al Este y otro al Oeste del istmo. El gobierno de México no impondrá derechos a los efectos o mercancías que pasen bona fide por dicho istmo, y que no estén destinados al consumo de la República Mexicana.

No se impondrán a los extranjeros y sus propiedades que pasen por ese camino contribuciones ni derechos mayores que los que se impongan a las personas y los bienes de los mexicanos. La República de México continuará permitiendo el tránsito libre y desembarazado de las malas de los Estados Unidos, con tal que pasen en balijas cerradas y que no hayan de distribuirse en el camino. En ningún caso podrán ser aplicables a dichas malas ninguna de las cargas impuestas o que en lo sucesivo se impusieren.

Artículo 4o. Conviene la República Mexicana en establecer por cada uno de los puertos de depósito, uno al Este y otro al Oeste del istmo, reglamentos que permitan que los efectos y mercancías pertenecientes a los ciudadanos y súbditos de los Estados Unidos o de cualquiera país extranjero, se depositen en almacenes que al efecto se construirán, libres de derecho de tonelaje y de toda otra clase, excepto los gastos necesarios de corretaje y almacenaje, cuyos efectos y mercancías podrán ser retirados subsecuentemente para transitar al través de dicho istmo y para ser embarcados en cualquiera de dichos puertos de depósito para cualquiera puerto extranjero, libres de todo derecho de tonelaje y otras clases; y se les podrá sacar también de dichos almacenes para la venta y el consumo dentro del territorio de la República Mexicana, mediante el pago de los derechos hoy puestos o que dicho gobierno mexicano tuviese a bien cobrar.

Artículo 5o. Conviene la República Mexicana en que si en algún tiempo se hiciese necesario emplear fuerzas militares para la seguridad y protección de las personas y los bienes que pasen por alguna de las precitadas rutas, empleará la fuerza necesaria al efecto; pero si por cualquiera causa dejase de hacerlo, el gobierno de los Estados Unidos, con el consentimiento, o a petición del gobierno de México, o de su ministro en Washington, o de las competentes y legales autoridades locales, civiles o militares, podrá emplear tal fuerza con este y no con otro objeto; y cuando, en la opinión del gobierno de México, cese la necesidad, inmediatamente se retirará dicha fuerza.

Sin embargo, en el caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha República para obrar en protección de aquéllos, sin haber obtenido previo consentimiento, y se retirarán dichas fuerzas cuando cese la necesidad de emplearlas.

Artículo 6o. La República de México concede a los Estados Unidos el simple tránsito de sus tropas, abastos militares y pertrechos de guerra por el istmo de Tehuantepec, y por el tránsito o ruta de comunicación a que alude en este convenio desde la ciudad de Guaymas, en el golfo de California, hasta el rancho de Nogales, o algún otro punto conveniente de la línea fronteriza entre la República de México y los Estados Unidos cerca del 111º grado Oeste de longitud de Greenwich, dándose inmediato aviso de ello a las autoridades locales de la República de México.

Y asimismo convienen las dos repúblicas en que se estipulará expresamente con las compañías o empresas a quienes se conceda en lo sucesivo el acarreo o transporte, por cualesquiera ferrocarril u otras vías de comunicación en los precitados tránsitos, que el precio de transporte de las tropas, efectos militares y pertrechos de guerra de las dos repúblicas, será a lo sumo la mitad del precio ordinario que paguen los pasajeros o las mercancías que pasen por dichos caminos de tránsito; quedando entendido que si los concesionarios de privilegios concedidos ya, o que en los sucesivo se concedieren sobre ferrocarriles u otras vías de comunicación por dichos tránsitos, rehusaren recibir por la mitad del precio de transporte las tropas, armas, abastos militares y municiones de los Estados Unidos, el gobierno de éstos no les dispensará la protección de que hablan los artículos 2o. y 5o., ni ninguna otra protección.

Artículo 7o. La República Mexicana cede por el presente a los Estados Unidos, a perpetuidad, y a sus ciudadanos y propiedades, el derecho de vía o tránsito al través del territorio de la República de México, desde las ciudades de Camargo y Matamoros, o cualquiera punto conveniente del Río Grande, en el Estado de Tamaulipas, por la vía de Monterrey, hasta el puerto de Mazatlán, a la entrada del golfo de California, en el Estado de Sinaloa; y desde el rancho de Nogales o cualquier punto conveniente de la línea fronteriza entre la República de México y los Estados Unidos cerca del 111º grado de longitud Oeste de Greenwich, por la vía de Magdalena y Hermosillo, hasta la ciudad de Guaymas en el golfo de California, en el Estado de Sonora, por cualquier ferrocarril o ruta de comunicación, natural o artificial, que exista actualmente o existiere o fuere construido en lo sucesivo, del cual usarán y se servirán en la misma manera y con iguales condiciones ambas repúblicas y sus respectivos ciudadanos, reservándose siempre para si la República Mexicana el derecho de soberanía que al presente tiene sobre todos los tránsitos mencionados en este tratado.

Todas las estipulaciones y reglamentos de todas clases aplicables al derecho de vía o tránsito al través del istmo de Tehuantepec y en que han convenido ambas repúblicas, se hacen por el presente extensivos y aplicables a los precitados tránsitos o derechos de vía, exceptuando el derecho de pasar tropas, provisiones o pertrechos de guerra desde el Río Grande hasta el golfo de California.

Artículo 8o. Convienen asimismo las dos repúblicas en que, de la adjunta lista de mercancías, elija el Congreso de los Estados Unidos las que, siendo producciones naturales, industriales o fabricadas de una de las dos repúblicas, puedan admitirse para la venta y el consumo en uno de los dos países, bajo condiciones de perfecta reciprocidad, bien se las reciba libres de derecho, bien con el derecho que fije el Congreso de los Estados Unidos; proponiéndose la República Mexicana admitir los artículos de que se trata a más módico tipo de derecho y hasta completamente exentos del mismo, si el Congreso de los Estados Unidos conviene en ello.

Su introducción de una a otra de las dos repúblicas tendrá efecto por los puntos que los gobiernos de ambas designen, en los límites o fronteras de las mismas, cedidos y concedidos para los tránsitos y a perpetuidad, por este convenio, al través del istmo de Tehuantepec o desde el golfo de California hasta la frontera interior entre México y los Estados Unidos.

Si México concediere privilegios semejantes a cualquiera otra nación en los extremos de los precitados tránsitos sobre los golfos de México y California y sobre el mar Pacífico, lo hará teniendo en cuenta las mismas condiciones y estipulaciones de reciprocidad que se imponen a los Estados Unidos por los términos de este convenio.

LISTA DE MERCANCÍAS, ADJUNTA AL ARTÍCULO 8o.

Animales de todas clases.-Arados y barrotes de hierro, sueltos.-Arroz.-Cacería y huevos frescos.-Azogue.-Carbón de piedra.-Carnes frescas, saladas y ahumadas.-Casas de madera y de hierro.Cueros al pelo.-Cuernos.-Chile o pimiento colorado.-Dibujos y modelos de máquinas grandes, edificios, monumentos y botes.-Botes de todas clases y tamaños para la navegación de los ríos de la frontera.-Escobas y materiales para hacerlas.-Bocados para caballos (Brille Bits).-

Frutas frescas, secas y azucaradas.-Tipos, espacios, planchas para imprimir o grabar, reglas, viñetas y tinta de imprimir.-Libros impresos de todas clases a la rústica.-Arcos.-Madera en bruto y leña.-Manteca y queso.-Mapas geográficos y náuticos y planos topográficos.- mármol, en bruto y labrado.-Máquinas e instrumentos de agricultura, y para el laboreo de minas, y para el desarrollo de artes y las ciencias, con todas sus piezas sueltas o para ser compuestas.-

Palos de tinte.-Pescado, alquitrán, trementina y ceniza.-Plantas, árboles y arbustos.-Pizarras para techos.-Sal común.-Sillas de montar.-Sombreros de palma.-Estuco (gypsum) —Vegetales- Pieles de carnero.-Toda clase de granos para hacer pan.-Harina.-Lana.-Tocino.-Sebo.-Cuero y efectos de cuero. Toda clase de tejidos de algodón, excepto la llamada manta trigueña.

Artículo 9o. En aplicación de los artículos 14 y 15 del tratado de 5 de Abril de 1831, en el cual se estipuló lo relativo al ejercicio de su religión para los ciudadanos de México, se permitirá a los ciudadanos de los Estados Unidos el ejercer libremente su religión en México, en público o en privado, en sus casas o en las iglesias y sitios (places) que se destinen al culto, como consecuencia de la perfecta igualdad y reciprocidad que, según dice el segundo artículo de dicho tratado, sirvió de base al mismo.

Podrán comprarse las capillas o sitios para el culto público, serán consideradas como propiedad de los que las compren, como se compra y se conserva cualquiera otra propiedad, exceptuando de ello, sin embargo, a las comunidades y corporaciones religiosas, a las cuales las actuales leyes de México han prohibido para siempre el obtener y conservar toda clase de propiedades. En ningún caso estarán sujetos los ciudadanos de los Estados Unidos, residente en México, al pago de empréstitos forzosos.

Artículo 10. En consideración a las precedentes estipulaciones y por vía de compensación a las rentas a que renuncia México permitiendo el transporte de mercancías libre de derecho por el territorio de la República, conviene el gobierno de los Estados Unidos en pagar al gobierno de México la suma de 4,000,000 de duros, dos de los cuales se pagarán inmediatamente después de canjeadas las ratificaciones de este tratado, y los otros dos millones quedarán en poder del gobierno de los Estados Unidos, para pagar las reclamaciones de ciudadanos de los Estados Unidos contra el gobierno de la República Mexicana, por daños y perjuicios sufridos ya, después de probada la justicia de esas reclamaciones según la ley y el uso de las naciones y los principios de equidad, y se pagarán las mismas á prorrata, hasta donde o permita la citada suma de dos millones, en cumplimiento de una ley que expedirá el Congreso de los Estados Unidos, para la adjudicación de la misma, y lo restante de esta suma se devolverá a México por los Estados Unidos, en caso de que sobrase algo después del pago de las reclamaciones reconocidas como justas.

Artículo 11. Este tratado será ratificado por el presidente de los Estados Unidos, con el consentimiento y consejo del Senado de los Estados Unidos, y por el presidente de México, en virtud de sus facultades extraordinarias y ejecutivas, y las respectivas ratificaciones serán canjeadas en la ciudad de Washington, dentro del preciso término de seis meses, a contar desde la fecha de su firma, o antes si fuese posible, o en el asiento del gobierno constitucional, si el presidente y el Senado de los Estados Unidos hicieren algunas alteraciones o enmiendas que fuesen aceptadas por el presidente de la República de México.

ARTÍCULOS CONVENCIONALES

Por cuanto, a causa de la actual guerra civil de México, y particularmente en consideración al estado de desorden en que se halla la frontera interior de México y los Estados Unidos, pueden presentarse ocasiones en que sea necesario para las fuerzas de las dos repúblicas obrar de concierto y en cooperación para hacer cumplir estipulaciones de tratados y conservar el orden y la seguridad en el territorio de una de las dos repúblicas; por tanto se ha celebrado el siguiente convenio:

Articulo primero. Si se violaren algunas de las estipulaciones de los tratados existentes entre México y los Estados Unidos, o si peligrara la seguridad de los ciudadanos de una de las dos repúblicas dentro del territorio de la otra y el gobierno legítimo y reconocido de aquélla no pudiere, por cualquier motivo, hacer cumplir dichas estipulaciones o proveer a esa seguridad, será obligatorio para ese gobierno el recurrir al otro para que le ayude a hacer ejecutar lo pactado y a conservar el orden y la seguridad en el territorio de la dicha república donde ocurra tal desorden- y discordia, y en semejantes casos especiales pagará los gastos la nación dentro de cuyo territorio se haga necesaria tal intervención; y si ocurriere algún desorden en la frontera de las dos repúblicas, las autoridades de ambas más inmediatas al punto donde existe el desorden obrarán de concierto y en cooperación para arrestar y castigar a los criminales que hayan perturbado el orden público y la seguridad de una de las dos repúblicas, y con este objeto podrá arrestarse a los culpables en cualquiera de las dos repúblicas y entregárselos a las autoridades de la república en cuyo territorio se haya cometido el crimen: la naturaleza y carácter de esa intervención, lo relativo a los gastos que ocasione y a la manera de arrestar y castigar a dichos criminales, serán determinados y reglamentados por un convenio entre el departamento ejecutivo de los dos gobiernos.

Artículo 2o. Este convenio será ratificado por el presidente de los Estados Unidos y por el presidente de México, en virtud de sus facultades extraordinarias y ejecutivas, y las respectivas ratificaciones serán canjeadas en la ciudad de Washington, dentro del preciso término de seis meses, a contar desde la fecha de su firma, o antes si fuere posible, o en el asiento del gobierno constitucional, si el presidente y el Senado de los Estados Unidos hicieren algunas alteraciones o enmiendas que fuesen aceptadas por el presidente de la República de México.

Fuente:

De la crisis del modelo borbónico al establecimiento de la República Federal. Gloria Villegas Moreno y Miguel Angel Porrúa Venero (Coordinadores) Margarita Moreno Bonett. Enciclopedia Parlamentaria de México, del Instituto de Investigaciones Legislativas de la Cámara de Diputados, LVI Legislatura. México. Primera edición, 1997. Serie III. Documentos. Volumen I. Leyes y documentos constitutivos de la Nación mexicana. Tomo II. p. 947.


Críticas [editar]Justo Sierra, escritor liberal escribió: El Tratado o pseudo-Tratado McLane-Ocampo no es defendible y todos cuantos lo han refutado, lo han refutado bien, porque representó la constitución de una servidumbre interminable...[2]

Francisco Bulnes, diputado y posteriormente senador liberal escribió que ...la marina de guerra americana (de Estados Unidos) hubiera arrojado a Juárez de Veracruz y hubiera dado el triunfo a la reacción. Los reaccionarios (es decir, los conservadores) sacrificaron sus intereses de partido a su aversión por vender territorio a los Estados Unidos...[3] cosa que sí hicieron Juárez y los suyos con el tratado McLane-Ocampo.

José Vasconcelos escribió: ...Juárez, en Veracruz, no estaba solo. Su metrópoli estaba en Washington, y hasta allí fue a dar un obsequio que los juaristas ofrecían a la gran República del Norte a cambio de su apoyo cada vez más urgente. Consta este obsequio en el Tratado McLane-Ocampo que, dice el mismo Justo Sierra, apologista de la Reforma, "otorgaba franquicias sobre el Istmo de Tehuantepec y parte de la frontera, que equivalían a un condominio". Y concluye diciendo (Sierra) que "Juárez y Ocampo se hallaban alucinados" al dictar ese documento. Que las nuevas generaciones consulten el Diccionario de la Lengua, cotejen la definición de alucinado con la de traidor, y resuelvan cuál es la que conviene al caso...[Juarez, su obra y su Tiempo)

Para mayor profundidad ver la obra historicaEl Tratado McLane-Ocampo; Lic. Patricia Galeana; ed. Porrúa. México Tierra de Volcanes; Joseph H. L. Schlarman; ed. Porrúa.

The ecstasy and agony of Benito Juarez


Mexico's Lincoln: The ecstasy and agony of Benito Juarez

by Jim Tuck
Published or Updated on: October 9, 2008 by Jim Tuck © 2008
Historian Jim Tuck founded the only chapter of Americans for Democratic Action outside the U.S., now named in his honor

Since it is the near unanimous verdict of authorities on American history that Abraham Lincoln was our greatest president, it has become a facile formula among historians of other nations to describe their greatest leaders as "Lincolns." Was Clemenceau a French Lincoln? Was Churchill a British Lincoln?

In a way, yes. Both leaders presided over their nations in time of war and both showed the steadfastness and courage to survive periods of crisis and early defeat. But there the resemblance ends. Clemenceau, a fiery journalist-politician known as "the Tiger," passionately defended Dreyfus but at the same time broke strikes and was tainted by the Panama financial scandal. Churchill, implacable foe of Nazism, was still sufficiently imbued with prejudices of race and class that he could call Mohandas Gandhi a "half-naked fakir."

If we're looking for a true "Lincoln," one who resembled the Emancipator in spirit as well as in his political role, it is instructive to look at the life and career of Benito Juárez. Outwardly, they were a quintessential "odd couple," as dissimilar in appearance and ethnic background as two people can be. Lincoln was tall and angular; Juárez short and stocky. Lincoln was of old American stock; Juárez a full-blooded Indian.

The similarities were in chronology and background. Lincoln lived between 1809-1865 and Juárez between 1806-1872. Both were born poor, both cared more for political power than riches, and both believed law was the best preparation for a political career. Though neither was conventionally handsome, both compensated for a lack of matinee idol looks by radiating an impressive charisma and commanding presence. Though they never met personally, they formed a lifetime mutual admiration society and helped each other whenever they could. Instances of their interaction will be recorded as this narrative develops.

Juárez was born on March 21, 1806, in the Oaxaca village of San Pablo Gueletao. His parents, members of the Zapotec tribe prevalent in Oaxaca, were small farmers. When he came to Oaxaca City at the age of thirteen, he could neither read, write nor speak Spanish. His destination was the house of the Maza family, where his sister worked as a servant. Sr. Maza, head of the household, not only took in the boy but showed an interest in his development. A friend of Maza was Antonio Salanueva, a devout Catholic and lay member of the Franciscan order. Salanueva taught the boy reading, writing, arithmetic, Spanish grammar and bookbinding. Both older men were so impressed with Benito's aptitude that they sent him to the Franciscan seminary in Oaxaca with the idea of turning him into a priest. Though young Juárez immersed himself in the study of Aquinas and other great Catholic philosophers, he decided in the end that his career lay in law rather than religion. Graduating from the seminary in 1827, he entered the Institute of Science and Art, emerging with a law degree in 1834. During this period he was reading works by the rationalist philosophers of the Enlightenment. In the end, he became completely imbued with their secular doctrines and abandoned the Catholic faith of his early days.

All this time Juárez was interested in politics. Between 1831-33, even before receiving his law degree, he served as a city councilman in Oaxaca and was a strong defender of Indian rights. In 1841 he became a civil judge and two years later married Margarita Maza, the daughter of his patron. After a stint as a federal deputy, he served as governor of Oaxaca between 1847-52. Though he took no part in the war with the United States, he did support a controversial measure in the legislature calling for the confiscation of church lands. Finishing his term as governor, he became director of his alma mater, the Institute of Science and Art.

The dictator Antonio López de Santa Anna returned to power in 1853 and Juárez was one of a group of liberals expelled from the country. Arriving in New Orleans in October 1853, he joined forces with such kindred spirits as Melchor Ocampo and José Guadalupe Montenegro to organize a Revolutionary Junta aimed at the overthrow of Santa Anna. During this period of exile, Juárez supported himself by working in a cigarette factory.

In March 1854 the liberal General Juan Alvarez and other activists proclaimed the Plan de Ayutla, a manifesto calling for the overthrow of Santa Anna. Returning from New Orleans, Juárez joined the widespread liberation movement that drove Santa Anna into exile in the fall of 1854. Alvarez's troops marched into Mexico City November 14 and the general took over as president, with Juárez serving as his minister of justice. In that post, he produced the "Juárez Law," one abolishing clerical immunity by limiting jurisdiction of ecclesiastical courts to ecclesiastical cases.

In December 1855 Alvarez stepped down in favor of Ignacio Comonfort, a moderate who had been a collector of customs in Acapulco. 1856 saw Juárez serving again as governor of Oaxaca. There he re-established the Institute of Science and Art, suppressed under Santa Anna. On February 5, 1857, a new constitution was adopted which further restricted the privileges of the Church. In November of that year Juárez was named minister of the interior and the following month he was elevated to chief justice of the Supreme Court.

The new constitution greatly displeased the conservatives and clericals. In December 1857 a right-wing general named Félix Zuloaga led a coup in which Congress was dissolved and Juárez arrested. Comonfort, more a centrist than a liberal, was intimidated into approving Zuloaga's action. Then Zuloaga deposed him and assumed the presidency himself. An angry Comonfort released Juárez, who escaped to Querétaro January 11. Eight days later, in Guanajuato, he proclaimed himself president. Under the Mexican constitution, the chief justice of the Supreme Court is next in line for the presidency if the chief executive dies or is unlawfully removed from office.

Thus began the bloody, fratricidal Reform War of 1858-61, pitting liberals against conservatives and so named because of the Reform Laws that had curbed the power of the Church. The Liberals almost lost their leader two months after the conflict began. In March Zuloaga's forces entered Guadalajara and captured Juárez near the Palace of Justice. He was saved from a firing squad only through intervention of the poet Guillermo Prieto, who courageously thrust himself in front of Juárez, crying: "Brave men do not assassinate." The soldiers lowered their rifles and Juárez was able to escape to Manzanillo, where he re-kindled resistance.

In the beginning, the rightists completely had their own way. They commanded most of the army and had by far the better generals. In fact, it wasn't until 1860 that the Liberals first defeated the Conservatives in a pitched battle at Silao. Three main factors led to the Liberals' eventual victory: popular support; control throughout the war of the port of Veracruz, from where customs fees gave them money to finance their war effort; the iron will and dogged, unwavering determination of Juárez. Like Lincoln, he suffered crushing early defeats but never lost hope.

While it is not known exactly when Juárez came to Lincoln's attention, we know that Lincoln was his strong supporter as early as 1857, eve of the Reform War. When Juárez had to flee Mexico City in 1858, Lincoln sent him a message expressing hope "for the liberty of .. your government and its people."

The bond between the two leaders was strengthened in 1861, the year the Civil War began. Juárez, then president of Mexico, had been forced by the financial toll of the Reform War to suspend debt payments to Mexico's chief European creditors, France, Britain and Spain. These powers organized a punitive expedition, seizing Veracruz, but Britain and Spain pulled out when they learned of Napoleon III's desire to install a puppet regime in Mexico City. The French, defeated at Puebla in 1862, poured in reinforcements and captured Mexico City in 1863. Evacuating the capital, Juárez organized resistance in the north.

Though Lincoln obviously had his hands full with the Civil War, he did what he could to help Juárez. Union General Phil Sheridan wrote in his journal that "we continued supplying arms and munitions to the liberals, sending as many as 30,000 muskets from Baton Rouge alone." To Sheridan came this order from General Grant, which of course originated with Lincoln: "Concentrate in all available points in the States an army strong enough to move against the invaders of Mexico."

How Juárez reciprocated Lincoln's friendly attitude is shown by his response to an ill-advised overture he received from the Confederate government. The South had sent a delegation, under John T. Pickett, to try and win over the juaristas. Juárez, to put it mildly, sent the Confederates a message -- throwing Pickett into a Mexico City jail for thirty days and then expelling him from the country.

Though Lincoln was dead by 1867, the year Juárez vanquished Maximilian, the initiatives he had put in place inexorably worked their way in ensuring victory for the juaristas. Louis Napoleon had sympathized with the South, but growing Union power made him stop short of granting recognition to the Confederacy. In 1867, with the Civil War over and the Union-backed juaristas growing in strength, Napoleon III pulled his troops out of Mexico and left Maximilian to his fate. Perhaps the greatest dividend attained by the informal but highly effective alliance between Abraham Lincoln and Benito Juárez was the way it served to ease the bitterness felt by Mexicans thanks to the disastrous consequences of the U.S.-Mexican War.

The ecstasy of Juárez's career came in the heroic years when he remained steadfast during the Reform War and the war against Maximilian; the agony came in the anticlimactic five years between 1867, when Maximilian was executed, and 1872, the year of his death. It is virtually axiomatic in history that a period of glory is followed by one of letdown and leaders who acquire an almost godlike status during the glory years are subject to a sharp and sudden downward revision of their image. Winston Churchill was an inspirational figure as he defied Hitler in the darkest days of the Second World War -- yet he was turned out of office within weeks of victory over Nazism.

In the flush of victory over Maximilian and his European sponsors, Juárez won the 1867 election by a wide margin. But he faced serious problems. Two devastating wars had left the treasury empty. There was an oversized army and resentment among the European powers over Maximilian's execution had shrunk investment capital and dried up markets.

Attempting to cope with the situation, Juárez adopted a policy of centralization. To weaken Congress, he used all his prestige to ram through a constitutional amendment that would add a Senate to the Chamber of Deputies. Another amendment, designed to further strengthen the executive branch, gave him the right to veto any bill, with a two-thirds majority required to override the veto.

To raise money for his bankrupt treasury, Juárez sold off lands that had been expropriated from the Church to hacendados (big landowners) who had supported the Liberal cause. There were more of those than one might think. Land stripped from the Church, instead of being distributed to the campesinos (peasant farmers), was sold to the highest bidder. So in many areas a peculiar situation prevailed where landowners supported the Liberals and campesinos -- religious by nature anyway -- the Conservatives. It should never be ignored that the juarista movement was far more directed against the Church and the Conservative-dominated army than against the landowners. And now, under Juárez, there was a new class consisting of Liberal hacendados and a Liberal-dominated officer corps. As for dispossessed peasants and former soldiers who had fought against Juárez, they were increasingly being driven into banditry. In 1868 it was estimated that over a thousand bandits were operating in the outskirts of Guadalajara.

In this chaotic situation, Juárez was increasingly plagued by uprisings. Some were mounted by peasants, some by Indians, and some by Liberal military chiefs who had become dissatisfied with the president.

In 1868 there were insurrections in central Mexico under the peasant leaders Plotino Rhodakanati and Julio López. The former claimed that Jesus Christ was "the divine socialist of humanity" and the latter advocated a socialist system "to destroy the present vicious state of exploitation." So Juárez, whose enemy had long been the Christian right, now faced a challenge from the Christian left. Though liberal and anticlerical, Juárez had never sympathized with socialism. So he had no compunction about sending federal troops against the rebels.

The most troublesome Indian insurgents were the Maya in the south and the Apache in the north. Following the caste wars of 1847-55, the Maya set up an independent state in southern Yucatan that endured until 1901. Their position was strengthened by their ability to buy arms in neighboring British Honduras. Apache attacks were triggered by westward movement of American settlers. As the U.S. pioneers acquired lands in the Southwest, the volume of Apache incursions into sparsely populated northern Mexico increased exponentially, Bands led by the famous Cochise, and his successors Victorio and Ju, caused the death of over 15,000 Mexicans in the northern territories.

Within Mexico, Juárez's main rival was his former ally Porfirio Díaz. Like Juárez, Díaz was an Indian from Oaxaca, but a Mixtec rather than a Zapotec. A military leader, he had distinguished himself in the wars against the Conservatives and Imperialists. He challenged Juárez at the polls in 1867 but did poorly against a statesman who was at the height of his popularity. He tried again in 1871, this time claiming that he lost through electoral fraud. Rising in revolt, Díaz's ideological standard was the principle of "no reelection." In seeking another term, Díaz claimed, Juárez was attempting to perpetuate himself in office. Bringing his rebel forces to the gates of Mexico City, Díaz called for a general uprising. It was not forthcoming and his forces were routed by troops loyal to Juárez. As is well-known, Díaz not only lived to fight another day but this "crusader" against reelection would also live to impose a 35-year dictatorship over Mexico.

Worn out from five years of frustration and disappointment, Juárez succumbed to a heart attack on July 17, 1872. Working at his desk in the National Palace, he truly died in harness.

That last unfruitful segment of Juárez's life does nothing to detract from his stature as Mexico's Lincoln. Faced with an almost impossible situation, his courage and perseverance never flagged.

An interesting speculation: what if Lincoln had lived to serve out his second term? Thanks to an assassin's bullet, he had the "luck" to die a martyr. But what if he had been faced, as was Juárez, with the challenge of rebuilding a war-torn nation? Would he not have suffered some of the frustrations and disillusionments that plagued his Mexican counterpart?